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Dice Esther Motos (21 años, vecina de Las Flores) que supo «desde niña» que ella no, que no estaba dispuesta a ser «la típica chica gitana que con 15 años deja de estudiar», que no iba a abandonar el instituto (terminó Secundaria), que no ... tenía pensado casarse recién salida de la adolescencia, que trabajaría para gestionar su dinero, que fundaría familia cuando le apeteciera y que se sacaría el carné de conducir (está en ello) para tomar el volante de su propia vida. «Siempre tuve claro que quería labrarme mi futuro, cada vez lo hacemos más jóvenes gitanos, y en casa me apoyaron al cien por cien porque es lo que siempre me inculcaron».
Lo explica con un diploma en la mano, con un título que dice que acaba de completar las 840 horas formativas de un curso de inserción laboral para jóvenes en riesgo de exclusión que le ha preparado como auxiliar de restauración colectiva y servicios de cátering. Dieciséis jóvenes como Esther han participado en este programa promovido por la Fundación Secretariado Gitano con el respaldo del Fondo Social Europeo, el Ministerio de Empleo y la Junta de Castilla y León.
–¿Y ahora qué, Esther?
–Ahora a conseguir trabajo. Esto no ha hecho más que empezar.
Sabe que no será fácil. «La crisis ha influido mucho en el mercado laboral, pero los jóvenes gitanos ya tenían antes un plus de dificultad», explica Isidro Rodríguez, director general de la Fundación Secretariado Gitano. Un informe de la Comisión Europea publicado este verano concluye que el 77% de los gitanos de España entre los 16 y 24 años ni estudiaba ni trabajaba en 2016, frente al 63% de la media de la UE. De ahí la importancia de estas acciones formativas. De ahí, también, «la necesidad de derribar barreras», como apuntó el consejero de Empleo, Carlos Fernández Carriedo, durante la clausura del curso. «Aquí acaba vuestra formación, y ahora tenéis la responsabilidad de dar ejemplo, de romper estereotipos, de demostrar de lo que sois capaces y de que contrataros es una buena inversión para la empresa que la haga».
Esta es la tercera edición del proyecto Aprender Trabajando que la Fundación Secretariado Gitano organiza en Valladolid. En 2014 promovió un curso de actividades auxiliares de comercio, en colaboración con Carrefour, en el que participaron 14 jóvenes, con 13 contratos firmados. Ese mismo año hubo una primera edición del curso de auxiliar de restauración colectiva y servicios de cátering, con el apoyo de ISS Facility Services. De los 16 participantes, doce consiguieron empleo.
Ahora, en 2017, llega esta tercera convocatoria, también de la mano de ISS, empresa colaboradora en la que han trabajado los jóvenes integrantes de la promoción de este año, que han desempeñado su labor en las cocinas del hospital Río Hortega, la Universidad Miguel de Cervantes, la residencia Santa Mónica y las Cortes de Castilla y León.
En estos últimos fogones, los alumnos han tenido como tutor a David Escudero, alumno del curso de 2014 y hoy trabajador de la cocina de la cafetería de las Cortes. «Mi vida cambió por completo. Yo estaba en otras cosas, de carretillero, en la construcción, y gracias al curso, a todo lo que aprendí, a los jefes que tuve, descubrí una nueva pasión. Y ahora tengo una cosa clara: el que se esfuerza lo consigue, seguro».
A eso se agarra Jonathan Salazar (Pajarillos, 29 años). «Necesito encontrar algo estable. He estado trabajando en lo que salía. De frutero, de repartidor, en la construcción. Me agarraba a lo que fuera. Pero todo temporal. Dejé de estudiar a los 16 años porque mis padres tenían una discapacidad. Tengo tres niños de 10, 6 y 2 años... Y pensé que este era el momento. Que esta era mi oportunidad». El curso viene acompañado de una ayuda de 350 euros que para Jonathan ha sido vital: «Sin ese dinero no habría podido dedicar 35 horas a la semana a formarme». Cuenta que le gustaría coger más experiencia antes de montar su propio negocio.
Juan José Ramírez (Vadillos, 25 años) trabaja desde hace nueve como pintor. «Pero, como todos los jóvenes, me gustaría tener continuidad, un contrato, más estabilidad», explica, mientras repasa lo aprendido durante estos casi seis meses de instrucción:cocina, barra, servicio de cátering, limpieza de vajilla... «Es muy completo, porque además trabajas con compañeros que ya tienen experiencia, estás en un lugar real de trabajo, conoces cómo es el día a día», resume.
Sonia Lozano (Delicias, 24 años) reconoce que compartir trabajo con empleados ya experimentados le produjo «cierto miedo». Incertidumbre también por cómo sería el recibimiento. «Y no ha podido ser mejor. Hemos trabajado en igualdad. Al final, da igual si eres gitano o no porque lo importante es que hagas el trabajo y que lo hagas bien. Es verdad que los gitanos hemos estado más alejados de los estudios y la formación, pero eso está cambiando», cuenta Sonia, quien comparte micrófono en la clausura del curso con Eli Fernández (Pilarica, 28 años). Como sus compañeros, ve aquí una oportunidad para imprimir un nuevo rumbo a su vida. Eli se casó pronto. Dejó de estudiar. Tuvo dos hijas, hoy con 10 y 5 años. «He estado muchos años dedicándome a la casa y ahora que las niñas están criadas me quiero dedicar a mí. Es mi tiempo. En mi casa, mi marido y mis padres me apoyan al cien por cien. Quiero trabajar. Y si quiero, puedo».
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