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El balón desgastado del joven parado que ha montado su casa en el quiosco abandonado del parque de Las Norias. Ramón Gómez
El futbolista sin nombre del parque de Las Norias de Valladolid

El futbolista sin nombre del parque de Las Norias de Valladolid

Un parado de 33 años combate el frío «dando toques» a un balón en su refugio voluntario a la intemperie «a la espera de un trabajo»

J. Sanz

Valladolid

Miércoles, 20 de noviembre 2019, 21:37

«¿Mi nombre?, a ti te lo voy a decir. Pon Armando...», anticipa el parado de 33 años que desde hace meses acampa al abrigaño del quiosco acristalado (sin uso) del parque de Las Norias «a la espera de un trabajo» que no llega mientras combate el frío, ya con el mercurio bajo cero en las últimas madrugadas, «dando toques» a un balón desgastado por el uso. La vergüenza, justifica, le impide dar su nombre o salir en la foto. «A nadie le gusta que le vean así...», argumenta antes de aclarar que vive literalmente con lo puesto, y casi a la intemperie, por voluntad propia: «La esclavitud del albergue y de los servicios sociales te impide tener un poquito de intimidad y te obliga a recorrer cada día veinte kilómetros para acudir a lavarte a José María Lacort (el refugio de día de Cáritas), ir luego a comer a Huerta del Rey (al comedor municipal), pedir algo de cenar después a otra oenegé para después ir a dormir a García Morato (al albergue del paseo del Hospital Militar) y no pegar ojo con cuarenta personas roncando al lado». Resume así el periplo por el que sí pasan estos días más de medio centenar de indigentes que decidieron entrar en el circuito de los servicios sociales.

Meteorólogo a la fuerza

Pero 'Armando' decidió ir por libre y, después de una «mala experiencia» bajo los puentes del Cabildo (Barrio España), acabó montando su tenderete meses atrás en mitad del parque de Las Norias, un espacio que durante años acogió a indigentes bajo los maltrechos muros de la azucarera, ahora tapiada. Pero él no buscó refugio a cubierto sino en la esquina de la puerta del quiosco acristalado, que nunca funcionó y que ahora se ha convertido en su casa. «Las tormentas y el viento suelen venir por allí...», aclara mientras señala hacia La Rubia, «y aquí me corta un poquito el viento». Para dormir, junto a sus maletas y cajas de comida, despliega «una pequeña lona a modo de tienda de campaña, que quitó por el día para que no me digan algo por acampar, y me tapó con unas mantas que me dieron los de Cruz Roja». Pero el frío acaba alcanzando su cuerpo. Y por eso su viejo balón juega un papel fundamental. Tanto de día como de noche. «Aquí en cuanto tengo frío me pongo a dar unos toques o corro un poco». Lo que sea para entrar en calor. La suya es una historia arquetípica de los años de la crisis aderezada, sin duda, con evidentes claroscuros que él mismo prefiere no explicar y que obvia cambiando de tema de inmediato.

«Lo que yo necesito es un trabajo estable que me saque de aquí», suspira el obrero de la construcción

«Dejé los estudios a los 16 y me puse a trabajar hasta los 22 como obrero de la construcción, pero en 2007 todo se fue a la mierda y, al final, he acabado en la calle malviviendo de lo que puedo y con cuatro chapuzas de vez en cuando», explica el futbolista sin nombre de Las Norias antes de aclarar que, pese a todo, eligió «vivir en la calle» antes que «seguir metido en casas de mis padres –él es vallisoletano, «de pura cepa», de Arturo Eyries– y sangrarles cuando ellos mismos malviven con una pensión de 600 euros que no les da ni para comer».

Chapucillas y rapiña

Y, ¿cómo sobrevive un hombre sin trabajo, sin casa y... sin nada? Pues «de lo que puede». Un poco de la «caridad», otro poco de la rapiña (sin entrar en detalles) y, de ciento en viento, «con alguna chapucilla». Confía, pese a todo, en que algún día saldrá de la calle. «Cuando tengo dinero me alquilo alguna habitación en pisos compartidos, pero no es fácil la convivencia y eso te cuesta más de doscientos euros al mes», suspira. 'Armando' afirma que a día de hoy pasa del sistema, y no está apuntado ni al paro: «Si no hay forma de recibir ayudas y, además, lo que yo necesito es un trabajo estable que me saque de aquí». Hasta que eso ocurra continuará dando toques a su balón desgastado en mitad del parque de Las Norias. Día y noche.

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