Una fuga de agua causa graves daños en el Hostal París y el restaurante Casa Tino de Valladolid

Para cuando acudieron a Casa Tino sus dueños, María Eugenia e Ismael, se encontraron con el comedor de la planta de la calle anegado, al igual que el sótano. «Los daños son muy cuantiosos tanto en lo material como por toda la comida que teníamos congelada en las cámaras y que se ha estropeado al producirse un apagón durante la inundación», resume su propietaria, quien lamenta que justo antes del cierre obligado por la crisis del coronavirus «teníamos muchísimo género y llenamos las cámaras con todo aquello que podía aguantar congelado hasta la vuelta». Prácticamente todo salvo los huevos, la eterna especialidad de esta casa fundada en 1993 por los padres de María, Tino y Gloria, en el desaparecido local de la calle Manzana, del que se mudaron hace dos años su actual emplazamiento en la esquina de Alarcón con Especería, bajo los soportales y justo debajo del Hostal París.

La rotura de la tubería debió producirse de madrugada y el agua, que también debió causar daños considerables en el hostal, comenzó a acumularse hasta filtrarse por el techo al restaurante. «Cuando entramos nos encontramos con las placas de insonorización del techo retorcidas, restos de escayola por todo el comedor y el agua cayendo aún sobre todo el mobiliario», resume la víctima de una avería cotidiana que presumiblemente no hubiera tenido tan graves consecuencias de no haberse producido en plena situación de confinamiento, con los dos negocios afectados cerrados a cal y canto. El agua también se filtró al sótano, donde se encuentra la oficina del negocio. «Tenemos todos los papeles y facturas calados, al margen de todo el agua que hemos tenido que achicar», añadió María Eugenia.

Los afectados han contactado ya con el seguro (el suyo y el del hostal), pero reconocen que no será fácil encontrar ahora a alguien, «si es que pueden o se puede hacer», para que realice las obras necesarias para reparar los daños causados por la fuga de agua. «Bastantes incertidumbres teníamos ahora, como todos, por la situación y nos ha venido esto», suspiraba la propietaria de Casa Tino antes de incidir en que «pase lo que pase vamos a recuperarnos y a seguir adelante».

Este negocio, situado desde 1993 en los bajos de un edificio de la calle Manzana que fue declarado en ruina a finales de 2017 (ahora está en fase de rehabilitación), recogió la herencia del también histórico Suazo, una bodega que abrió sus puertas en 1939 y que elevó a los altares de la gastronomía los huevos con puntilla. El plato estrella que aún hoy (cuando acabe esta situación de confinamiento) ofrece Casa Tino. «Volveremos a ofrecer nuestros huevos con puntilla y toda nuestra carta a todos los vallisoletanos en cuanto todo esto pase», reitera María Eugenia.