Jesús Conde Redondo. El Norte
Obituario. Jesús Conde Redondo, abogado

Para Jesús. Dondequiera que estés

«Ha sido todo tan breve que duele pensarlo. Parecía que era ayer cuando posábamos abrazados adolescentes a la puerta del Sanjo»

Sábado, 9 de marzo 2024, 22:19

Querido Amigo: he salido a pasear nuestras calles en este marzo ya invernal. He salido a buscarte pero ya no estás. Ya no volveré a verte .

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No nos sentaremos en Campero a tomar esas salchichas de Zaratán con ese sabor a anís, ni apuraremos otra ... botella de clarete. Ya no acabarán nuestras noches con un gin tonic en el Cul de Sac. Ya no reiremos de nuestras manías y nuestros vicios. Ni hablaremos de libros ni de mujeres.

Una odiosa tarde del pasado diciembre recibí tu llamada. Tan sereno como siempre. Tan malditamente crítico contigo mismo como siempre. «No puedo quejarme Paco. Había comprado todas las papeletas». Cáncer de pulmón y metástasis cerebral. Colgué y lloré como no lo había hecho desde crío. Maldecí a un destino que sabíamos posible. Te tocó a ti. Podíamos haber sido cualquiera, pero fuiste tú. Quizás lo hiciste, te conozco bien, para que no fuésemos otro.

Al día siguiente estábamos en Bilbao, contigo y con Ali, esa suerte que te esperó al final del camino. Después de tantas cuando, por fin, parecías tan feliz. «Queremos que nos dures», le dijo Magdalena en nuestra última fiesta. Esa fiesta en la que volvimos a bailar, por última vez, al son de «Johana give me hope». Todo fue tan rápido. Ocho semanas, dos meses. Y tú sonriendo.

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El último día llamó tú madre. El médico había indicado que era el momento. Iban a sedarte y había que despedirse. Allí estuvimos. Salía el cura y yo entraba: «No te ha dado tiempo de decirlo todo cabronazo», te dije con media sonrisa. «He hecho un somero repaso», contestaste, tan socarrón como siempre. Ali te cogía de la mano y yo te decía esas palabras que con el tiempo he aprendido a decir también a los hombres. «Te quiero mucho amigo», mientras tú contestabas «yo también amigo». Un último abrazo, una última sonrisa.

Allí se acabó todo. Cada vez más blanco. Cada vez más frío. Tu madre, tus hermanos, tus amigos. Todos con el silencioso llanto de una pérdida tranquila y dolorosa, como se apaga la vida de los hombres buenos. Ha sido todo tan breve que duele pensarlo. Parecía que era ayer cuando posábamos abrazados adolescentes a la puerta del Sanjo. Los montes del norte y las frías playas de Galicia que recorrimos a pie. Aquel camino De Santiago. Las risas, los amores, las pérdidas.

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No había tenido tiempo de llorarte estas semanas. Las banalidades absurdas de este oficio me habían tenido, afortunadamente, entretenido. Hoy te escribo para recordarte y agradecerte que siempre estás conmigo. Te escribo otra vez para recordar las últimas palabras de tu funeral. Para recordar ese verso de Tagore: «Cuando la muerte silencie mi voz, mi corazón te seguirá hablando».

Hoy tu corazón nos sigue hablando a todos. Hoy quizás iremos a recordarte al Vino Tinto, al Sahara o a La Solana. Brindaremos por ti y por la suerte de quienes, una vez, conocimos la bondad de los hombres, el sabor de la amistad. Como diría mi madre…, ya queda menos. Ya queda menos para volver a vernos.

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(Jesús Conde Redondo, abogado, murió en Valladolid a los 59 años de edad).

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