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Matilde y Virginia de la Torre, en su floristería La Jara. Gabriel Villamil
Coronavirus en Valladolid: «Las flores por el Día de la Madre sirven para decir: 'No te veo, pero te quiero'»

«Las flores por el Día de la Madre sirven para decir: 'No te veo, pero te quiero'»

Matilde y Virginia de la Torre, floristas ·

«Ha cambiado el tipo de pedidos; tenemos encargos de pésames, felicitaciones y sobre todo agradecimientos», afirman estas floristas

Eva Esteban

Valladolid

Domingo, 3 de mayo 2020, 08:22

No tienen «miedo, pero sí mucho estrés y precaución». Las vallisoletanas Matilde y Virginia de la Torre, propietarias de la floristería La Jara, son unas de las profesionales del sector que están viviendo la pandemia en primera fila. Se incorporaron más tarde, eso sí. Las dos primeras semanas, consideraron que «lo mejor» era bajar la persiana. Que el virus era «complicado» y la situación, adversa. Plantearon un ERTE entre sus empleados y «nos fuimos todos para casa». Pero a los quince días decidieron «probar» si podían seguir «funcionando». «Vimos que se podía, que había mucha gente que necesitaba nuestro servicio porque nos llamaban cada dos por tres para hacer encargos y decidimos ayudar un poquito a la gente», asegura Matilde.

Desde entonces, según reconoce, la acogida ha sido «muy buena». Las ventas han bajado «mucho», pero dice estar «satisfecha» por la necesidad que están cubriendo. «Claro que han caído, se nota mucho. Tenemos dos tiendas y ahora solo mantenemos una y por venta 'on-line' y entrega a domicilio, pero es que no nos queda otra», argumenta. A pesar de ello, a estas hermanas no se les ha «pasado por la cabeza» cerrar hasta que se levante el estado de alarma. Creen que de una u otra manera «también somos esenciales».

Pero no solo eso: son autónomas y «tenemos que vivir». «No hemos hecho la cuenta y no sabemos más que el hecho de que las ventas han disminuido. Pero ya no es eso, no es una cuestión de que nos salga rentable o no, es que hay unos gastos que pagar y que llegan todos los meses: seguros sociales, pagar las rentas... Ganancias no tenemos, pero al menos podemos cubrir los gastos, que no es poco. Si no, nos arruinamos», lamenta.

El Día de la Madre que se celebra hoy ha contribuido a mitigar este descenso. Comenta Virginia de la Torre que «siempre es un día bueno para los floristas, diría que el más importante del año por trabajo», pero lo de este año ha sido «para enmarcar». «La gente, al estar confinada, se está volcando muchísimo en comprar flores; este año ha sido increíble, una locura de pedidos», asevera. «Transmiten muchísimo, es un forma de decir: 'Mamá, te quiero. Estoy aquí aunque no podamos vernos y estar juntos'. Por eso creo que la gente se ha volcado tanto», continúa.

Si algo ha traído consigo el confinamiento domiciliario es un cambio en los gustos del consumidor. Lo tiene claro Matilde de la Torre, y prueba de ello es que «ahora la gente pide otra cosa». Han encontrado un nicho de mercado «que funciona bastante bien». «Nos hemos adaptado a lo que nos piden», dice.

Los clientes ya no reclaman una variedad en concreto. Ahora eso «da igual». «Antes la gente sí que nos decía oye, quiero rosas o cualquier otra flor, pero ahora no. Ni tan siquiera nos lo plantean; les importa poder transmitir el mensaje y ya está». Es precisamente ese 'poder' transmisor que tienen las flores el que les está salvando, dicho esto en el buen sentido de la palabra. «Estos días, durante el estado de alarma, que no puedes dar un abrazo o acompañar a alguien en un momento especial, la gente tiene muchas cosas que decir y piensa que una de las mejores formas de hacerlo es enviando flores», incide Matilde. «Tenemos muchos encargos de agradecimientos, de pésames, felicitaciones de cumpleaños... Son tipos de pedidos muy distintos» a los de antes, continúa la florista.

Detalle con los empleados

Sin embargo, es en los fallecimientos donde lo notan «especialmente». Los pésames se sustituyen por flores. «Los entierros ahora son minimalistas, la gente no puede acompañar físicamente, pero sí emocionalmente;quiere hacer ver a la persona que está con ella aunque no pueda acompañarle; estamos llevando muchas coronas y centros directamente al cementerio, aunque también a los domicilios de las familias», añade.

Asimismo, está «surgiendo ahora algo muy bonito con los agradecimientos». Cada día, son varios los empresarios que levantan el teléfono para hacer un pedido como forma para reconocer el trabajo de sus empleados. También están los que declaran su amor o los que piden disculpas.

Matilde de la Torre sabe que «es un trabajo muy agradecido, y más en estos tiempos tan extremadamente difíciles», pero no oculta que, en ocasiones, estar en primera línea de batalla les pasa factura. «Se vive con mucho estrés; hay que tener cuidado con todo, desinfectarlo antes de tocarlo, parar los pies a la gente que quiere entrar en la tienda...», indica. A ello, además, hay que añadir que «muchas veces» los clientes, al hacer el pedido, «se desahogan» y les cuentan su historia. «Eso nos influye emocionalmente», concluye.

Pasaron de hacer «entre 20 y 30 viajes» de reparto a domicilio al día a contratar a una empresa externa

Cuando Matilde y Virginia de la Torre decidieron reabrir su negocio sabían que no iba a ser una tarea «fácil». Que debían hacer un «sobresfuerzo» si querían que los pedidos llegaran a sus clientes al quedar limitada y minimizada la libertad de movimiento. Pero el conocimiento de que «las necesidades seguían estando» les animó a «dar el paso», refieren. «Nosotras nos lo guisamos y nosotras nos lo comemos», afirma Matilde, en relación al hecho de que se encargaban de todo el proceso, desde la elaboración hasta la distribución. «Confeccionábamos los ramos o lo que nos pidieran y cogíamos la furgoneta y nos poníamos a repartir por Valladolid. Esto lo estuvimos haciendo varios días, hasta que nos dimos cuenta de que podía funcionar y decidimos contratar a una empresa externa que lo hiciera para así poder centrarnos nosotras exclusivamente en las elaboraciones», asevera.

Llegaron a hacer «entre 20 y 30 viajes» en un solo día, una circunstancia que les obligó a «echar bastantes más horas para poder hacer todo». «Fue una locura, pero nos organizamos bien y al final creo que fue una buena idea; ahora lo hace una empresa, aunque los viajes se han mantenido», indican.

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