La Bodega Paco, donde 'Las Delicias' aún se sirven en cachi

La Bodega Paco es probablemente el bar del barrio de Las Delicias, en Valladolid, que más cachis ha servido en los últimos cuarenta años. Este ha sido el punto de reunión de los jóvenes del barrio más grande de Valladolid a finales y a principios de siglo, y en la receta del secreto de su longevidad el cachi es un elemento fundamental. Poco ha cambiado este local desde que abrió sus puertas en los 80. Allí está su barra en el centro, las cabezas de vaca disecadas siguen poblando la pared y acceder al baño de caballeros continúa siendo una gesta reservada a contorsionistas ávidos de sensaciones fuertes. No obstante, una parte fundamental de la bodega ya no es parte del negocio: Paco, que cedió el bar a su hijo Miguel en 2012.

Francisco Trejo Gutiérrez 'Paco', estuvo trabajando como soldador en los años de la Transición, pero en 1980 decidió cambiar de profesión y hacerse hostelero. Primero compró una pequeña bodega en la plaza Gutiérrez Semprún, luego se hizo con una pescadería anexa a su local y después, con una carnicería que también estaba junto a su negocio. Y así nació la Bodega Paco, que en sus inicios vendía vinos a seis pesetas. Los años fueron pasando, Paco se vio en la necesidad de subir los precios, comenzó a cobrar los vinos a 10 pesetas y ofreció pinchos con la consumición hasta que a finales de los 80 vio en el cachi un nuevo modelo de negocio.

«Enfocar el bar a los cachis me ayudó a atraer a la gente joven. En aquella época, creo recordar, que vendíamos los primeros cachis a 150 pesetas –0,90 euros al cambio– y ahora mi hijo los vende a 2,50 euros el de calimocho y 3,20 euros el de cerveza. La subida más fuerte de precios llegó cuando pasamos de la peseta al euro. Empezó a subir toda la bebida y lo que antes valía 100 pesetas pasó a valer un euro –cuando en realidad un euro al cambio eran 166 pesetas–», reconoce Paco.

La vida evoluciona y son muchos los productos que antes poblaban los bares que ahora son mera reminiscencia. Desde aquel fracaso de Coca Cola llamado Cherry Coke hasta el serrín del suelo en los días de lluvia, son infinidad las cosas que han cambiado en la hostelería, y la prohibición de los plásticos de un solo uso obligará a los bares a protagonizar otro cambio que el nuevo dueño de la Bodega Paco, Miguel Trejo, ve con cierto temor. «Se va a cambiar de un formato a otro. Seguramente sean productos más caros, pero lo que no vamos a hacer es trabajar con cristal en estos volúmenes. Es imposible apilar 300 vasos de cristal. O tienes un almacén solo para vasos o es inviable», explica Miguel.

Otro de los puntos que los hosteleros tienen en mente para apostar o no por este tipo de formatos en el futuro tiene que ver con la omnipresente covid-19. «Ha bajado mucho el consumo de grandes volúmenes por la pandemia. De la bebida a compartir se ha pasado a formatos individuales. Lo que no vendes en cachis lo vendes en jarras», explica el dueño de la bodega.

Y ahora, con el cierre obligado del interior de los locales, solo Miguel Trejo y sus camareros pueden ver las anacrónicas cabezas de vaca disecadas del local, esas que perduran en la bodega año tras año, ajenas a los cambios obligados que ha sufrido un negocio que dejará de servir vasos plástico, pero que seguirá requiriendo el carné de contorsionista a aquellos que necesiten subir al piso de arriba para ir al baño de caballeros.

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