Valladolid calentaba motores a la una de la tarde de ayer con una relajada ocupación hotelera. Los bares y restaurantes del centro de la ciudad estaban repletos de carteles que indicaban la reserva de las mesas para después. Las tres de la tarde era ... la hora que, casi todas, marcaban para comenzar a recibir a los comensales y a los que decidieron disfrutar de un vermú tranquilo y agradable para, de una manera u otra, despedir las fiestas de San Lorenzo.
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La zona de la Catedral presentaba terrazas repletas y copas chocando para celebrar reuniones atrasadas o, como era el caso de varios grupos de amigas, la despedida de soltera de una de ellas. «Venimos desde Madrid porque creemos que Valladolid es una ciudad guay para celebrar y que siempre te recibe con los brazos abiertos», destacaba una de las protagonistas con un sombrero de paja y un lazo de estampado animal colgando de este. A su lado, otro grupo de chicas disfrutaba del mismo plan y se aferraban a sus copas de tinto para consagrar una tarde que sería, según sus palabras, «inolvidable».
Llegando a la zona de la Plaza Mayor, las terrazas se mostraban ocupadas «pero no para ver el concierto», indicaba un hombre de avanzada edad que disfrutaba de su verdejo con calma. Junto a él una pareja de vallisoletanos contaba anécdotas de la ciudad a sus amigos forasteros mientras brindaban con sus copas de diversas bebidas.
Pasadas las tres de la tarde, un tumulto de gente vaticinaba un vermú más animado en la zona de Coca, pero varias mesas vacías auguraban lo contrario. «Están reservadas para más tarde», indicaba una camarera. La realidad: un vermú tranquilo, familiar y de grupos de amigos se dejaba notar en Valladolid para despedir el último sábado de las fiestas pucelanas. Con más ganas que nadie sujetaba su globo de 'La Patrulla Canina' una niña rubia de ojos azules cuyo padre le animaba a subirse en la sillita cerca de la ya tradicional cola para conseguir la preciada croqueta de El Corcho, que llegaba a la esquina con la calle Campanas y decenas de vallisoletanos ansiaban conseguir la suya.
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Ya en la Plaza de la Rinconada, los grupos de jóvenes ataviados con camisa ganaban protagonismo y los cafés comenzaban a sustituir a las cañas. El vermú finalizaba tranquilo para dar comienzo a la última tarde de sábado de las fiestas patronales de Valladolid con el deseo de que las próximas sean, al menos, normales.
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