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Los treinta grados que marcaba el mercurio a las seis de la tarde de hoy en el Real de la Feria de Valladolid no amedrentaban ... a los ciudadanos que entraban y salían del recinto. Las atracciones han vuelto tras el parón del año pasado ocasionado por la pandemia y la ilusión se veía en la cara de los feriantes. Juan Manuel Ortega, propietario e la Tómbola Antojitos, agradecía «la oportunidad brindada por el Ayuntamiento» para poder volver a trabajar. «Es un espacio abierto y el entorno es seguro para que todos los vallisoletanos puedan pasar un rato agradable y recordar que estamos en fiestas», ha precisado. La música, incesante en cada punto del recinto, animaba a los asistentes y disipaba le miedo de algunos a subir a las atracciones más impactantes. «Teníamos ganas de volver a la feria aunque sea con mascarillas porque aquí podemos pasarlo bien y estamos tranquilos, aunque algo de miedo queda en el cuerpo. Pero se ve que no hay tanta gente como otros años y que se respeta el aforo», ha asegurado Cristina González, que visitaba la feria con su nieta. Este año, los visitantes encontrarán montañas rusas, tómbolas, bingos, dardos, aros, autos de choque, carruseles y hasta un barco pirata. La mayoría de las atracciones funcionan sin descanso.
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Los que han decidido pasar la tarde en la feria han soportado un intenso calor y buscaban una sombra donde cobijarse de los rayos de sol. Los más pequeños miraban las luces y solicitaban algodón de azúcar. Los adolescentes paseaban eligiendo en qué atracción gastarían su paga. Las familias se decantaban por las más seguras y las tómbolas y bingos se llevaban (y repartían) el premio gordo. Es el caso de Miguel López, quien regresaba a su casa con un jamón bajo el brazo tras comprar unos boletos en la tómbola de jamones. «Estoy contento porque empecé a jugar el año pasado y este me ha tocado lo que quería», ha reconocido le joven cuellarano. El encargado de repartir el premio, Agosti Ortega, se mostraba sorprendido por la buena acogida de la feria. «Hay mucha más gente de la que esperábamos y eso gusta. Poder volver a trabajar y ver que la gente tenía ganas es muy importante para nosotros», ha precisado desde su tómbola.
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A pocos metros, Pilar Gimeno se abanicaba rápidamente para paliar el calor que pasaba en la taquilla de su atracción, las colchonetas para saltar. Esta feriante ha destacado que «ayer hubo gente pero hoy se ve más movimiento y, aunque haga muchísimo calor, se nota que la gente tenía ganas de que las ferias volviesen». Opinión que comparte con Lourdes Ortega, propietaria de la tómbola de dardos y quien lamentaba «no haber podido trabajar el año pasado». A su puesto se acercaba entusiasmado con su hijo Natan Rodríguez, quien presumía de haber conseguido dos peluches en una tirada.
Pasadas las siete de la tarde, la pantalla que marcaba del aforo a la entrada del recinto ya marcaba un 66% y los guardias de seguridad indicaban que la mascarilla era obligatoria durante toda la estancia en la feria. Además, el gran dispensador de gel hidroalcohólico situado en la puerta apenas daba a basto.
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