Ver 15 fotos

Ismael Martín entra a matar. Rodrigo Jiménez

Triunfo de Ismael Martín y los toros de Bañuelos en el cierre del abono

El diestro salmantino cosechó tres orejas tras sendas faenas llenas de frescura y entrega; dos apéndices obtuvo El Fandi, por uno de Manuel Escribano

Domingo, 8 de septiembre 2024, 22:49

La corrida que cerraba el abono vallisoletano, promocionada como la de los toreros banderilleros, mantuvo el rumbo cierto del juego de los toros de Antonio Bañuelos. Que, con la excepción del quinto (resulta que sí hay quinto malo), mostraron raza y movilidad. Y, además, bajo ... el formato de toros con presencia, con romana sin estar acochinados, con caras serias, sin ser destartaladas. Arboladuras que, en sintonía con las hechuras, infundían respecto. Eso es el trapío, aunque como decía Lorca con el duende, se trata de un concepto sobre el que se filosofa sin límite, pero nadie da con la definición precisa. Como los conceptos jurídicos indeterminados.

Publicidad

Los datos de la tarde

  • Plaza: Valladolid, 8 de septiembre. Quinta y última corrida del abono.

  • Toreros: El Fandi (Aviso y aplausos, y dos orejas), Manuel Escribano (oreja y silencio) e Ismael Martín (dos orejas y oreja).

  • Ganadería: Antonio Bañuelos. De excelente trapío, con romana y remate en las hechuras. Destacó por su bravura y calidad el cuarto toro, al que se le dio la vuelta al ruedo. Corrida enrazada y con movilidad, excepto el quinto.

  • Entrada: Dos tercios del aforo.

La piedra angular del encierro fue el cuarto toro, que fue el cuarto bis, un astado enrazado, de movilidad incansable, que puso calidad y entrega en las embestidas. Y El Fandi estuvo a la altura de tan elevada categoría cuando meció el capote, cadencioso, a la verónica. Sincronía calibrada con gusto. En el caballo romaneó Convocado (aunque empezó el partido como suplente) y recibió una vara colocada en todo lo alto, persistente, sin rectificar el varilarguero.

El granadino desarrolló una tarea de diversidad, no tanto de quietud. Así, sus zapopinas impactaron por el uso malabarista del percal al estilo Locomía, aunque en sus zapatillas se registró una palmaria falta de empadronamiento en la arena. Principió su labor con la muleta de hinojos, ante un astado que repetía incansable, con una humillación sostenida y planeando al seguir los vuelos textiles. Aunque la estocada fue tendida, resultó suficiente para que doblara. Como tributo póstumo a su raza enclasada y su vibrante movilidad el palco mostró el pañuelo azul y el toro circunvaló el ruedo entre los aplausos de los tendidos. Dos orejas para El Fandi.

Poco antes, el joven diestro Ismael Martín, de reciente alternativa en la pasada feria de Burgos, trajo hasta el paseo de Zorrilla, a ese círculo mágico que es un ruedo, el aire fresco y natural de su tauromaquia incipiente. Incipiente, sí, pero cierta. Sin imposturas. Contó, todo hay que decirlo, con un Rompenaves que aportó el juego entusiasta que nace de la bravura. Aunque no ilimitada.

Publicidad

Tras dos largas cambiadas de rodillas, el chaval recetó la mejor tanda de verónicas de la tarde. Adormecido el capote, bajo su vuelo, alta su expresión. Así que Ismael comenzaba a mostrarse como un vino joven, de múltiples matices afrutados, al que no se puede pedir lo que da la experiencia, pero sí la naturalidad que, tantas veces, quitan los años y las temporadas.

Un galleo vistoso y desenfadado para poner al toro en suerte en el caballo, y un inicio, quizá excesivamente exigente, genuflexo. Se recuperó el animal de ese inicial sometimiento con la muleta, y embistió, con intensidad, ante la muleta plana que le ofrecía el salmantino. Luego hubo una gavilla de naturales de bello trazo. El animal, que como todos había tenido un desgaste extra en el tercio de banderillas, comenzó a pararse. Y el torero a consentirle. A aguantar los parones, A pulsear la embestida hasta finalizar su singladura. Firme, valiente el charro.

Publicidad

Decidió, en el tiempo último de la faena, encimarse un mostrar su dominio. Como sucedió con un circular inversos, nacido por la espalda. Y con la rúbrica de un soberbio estoconazo las dos orejas se reclamaron con bullicio desde los tendidos. Y el pañuelo se precipitó por duplicado.

Ante el sexto también tocó pelo Ismael Martín, garboso con su toreo a pies juntos con el capote y extraordinario en las banderillas

Ante el sexto, también tocó pelo Ismael Martín. Garboso con su toreo a pies juntos con el capote, y extraordinario en su tercer par de banderillas, sin duda el mejor de toda la tarde. Faena de entrega, menos compacta que su primera, pero con conexión con los tendidos cuando acudió el torero a la cercanía de las astas. La estocada fue algo caída, y el joven diestro obtuvo una oreja. La tercera en su lote, que le convertía en triunfador de la tarde.

Publicidad

Al segundo, que fue segundo bis tras sufrir una parálisis en su encuentro a portagayola con Manuel Escribano el titular, lo toreó con entrega el sevillano. Que pudo torearlo con mayor profundidad y temple, sin duda. El toro seguía, codicioso, los vuelos de la muleta, pero la colocación del espada impedía los embroques que permiten atemperar el viaje del astado, templarlo, conducido con mando sostenido y equilibrado.

Pudo ser una faena de profunda sinfonía, entre toro y torero, pero apenas levantó el vuelo, mucho menos de lo que el toro ofrecía. Una estocada trasera, y caída, fue el prólogo de la concesión de un trofeo.

Publicidad

A su segundo toro, al quinto, lo recibió también a portagayola. Pero el animal apenas se movía. Un marmolillo con espíritu estático. Y como nada hubo, nada cortó.

Un lance de Manuel Escribano sobre el ruedo. R. Jiménez

Trapío y trofeos: leve, aunque meritoria mejoría

La feria taurina de Nuestra Señora de San Lorenzo ha llegado a su final. Se arrastró el sexto toro de la corrida de Antonio Bañuelos, que fue el octavo que salió por chiqueros, por aquello de que hubo dos sobreros, y es hora de hacer balance. La empresa hará sus cuentas y las hará el aficionado, el que se puede llamar como tal, especie en extinción, pero sustento necesario (en abonos y criterios) para evitar que el ciclo, el de cualquier plaza, entre en barrena y rebase, por abajo, los mínimos estándares que deben cumplirse en cuanto a exigencia en la presentación de las reses (trapío) y la concesión de trofeos (que no deben otorgarse como si fuera una subasta a la baja, sino con el requisito de no devaluar la tauromaquia a un arte menor, a un oficio simple y artificioso).

Cabe poner de manifiesto que, como nota media, ha existido una mejoría en la presentación de los toros, lo que se ha visto favorecido, y mucho, con la excelente lámina y trapío de los astados del criador burgalés Antonio Bañuelos, actual presidente de la Real Unión de Criadores de Toros de Lidia. Romana, hechuras rematadas y seriedad en las astas. Una corrida de plaza de primera que, claro, ha llamado la atención por su puesta en contraste con las anteriores. Sobre todo con la primera de lidia a pie, la de Juan Pedro Domecq, que decepcionó por su juego, y tuvo en la mayoría de sus ejemplares animales con aspecto más de utreros (adelantados, eso sí). Con Victoriano del Río comenzó la mejoría, de raza y de presencia, Victorino Martín consolidó la tendencia, y Antonio Bañuelos ha supuesto un salto sustancial.

Desde el palco ha habido una tendencia a la generosidad que, al menos en ocasiones, ha sido reconducida a la sensatez. Contar pañuelos tiene su misterio.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad