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Llega sangre nueva al circuito taurino. Un nuevo torero ha surgido esta tarde de Valladolid. Se llama Tomás Rufo, tiene 22 años, es de Talavera y en su alternativa ha cortado ni más ni menos que cuatro orejas. Salió de la plaza con una ... sonrisa radiante, pero lo hizo desde la enfermería, a la que acudió después de recibir un varetazo del sexto de la tarde, al que mató de un estocadón. Como padrino estuvo El Juli, que estuvo fantástico y se llevó tres orejas; y testigo fue Manzanares, que se tuvo que conformar con arrebatar un apéndice a su segundo en una buena corrida con toros de Domingo Hernández Martín y Garcigrande.
Comenzó la tarde con una bienvenida de calidad. Unas buenas verónicas dejaron vislumbrar el torero que hay dentro de este joven espigado y un quite con el capote a la espalda, por gaoneras, fue lo siguiente que sucedió antes de que El Juli le diera sus bendiciones como padrino.
Y llegó el gran momento. Tomás Rufo agarró la muleta y se paró el tiempo. Con un temple digno del torero más experimentado, se llevó a su rival a los medios para cuajar una serie de naturales que comenzaron a calentar al público. La propuesta del talaverano no era la de un torero que quiere impresionar con adornos desmedidos, todo lo contrario. Su interpretación seria fue un regalo para la vista, aunque los amantes de las emociones fuertes también tuvieron su dosis con un pase por la espalda. Lo que pasó después fue un estocadón y dos orejas que, el ya torero, se llevó a su casa como recuerdo.
Tenía el triunfo asegurado el día de su alternativa, pero quería mas. En su segundo y último de la tarde, una larga cambiada como saludo lo puso de manifiesto. Luego llegaría un brindis al público y una faena ante un animal al que le costaba embestir. Sobraban ganas, pero faltaba toro. Pese a las adversidades, el joven se arrimó, tanto, que el animal le acabó dando una fea voltereta. Rufo cayó de cabeza tras la cogida y parecía estar conmocionado, pero se repuso y acabó con su rival con una gran estocada que le permitió llevarse otras dos orejas antes de pasar a la enfermería, donde se le trató del varetazo sufrido antes de que regresara a casa como triunfador.
Brindó al público el segundo de la tarde y un pase con la mirada al tendido en su primera tanda de derechazos levantó los primeros aplausos. Consiguió la ansiada ligazón con su oponente y también con el público poco antes de que comenzara a sonar la música. Y lo que vino después fue una demostración práctica de hipnosis. El torero tornó en mentalista y convirtió la muleta en lo más parecido un péndulo, al que el toro seguía cegado allá donde se movía. El faenón estaba siendo de aúpa y el madrileño no acostumbra a fallar con los aceros. Las dos orejas parecían aseguradas, pero ocurrió lo que nadie quería: un pinchazo. Al final, el toro murió a la segunda y con descabello, pero los justos pañuelos del tendido hicieron que Julián López encontrara premio a su calidad con la muleta y el presidente le concedió una oreja.
Y en el cuarto de la tarde, Julián siguió siendo El Juli, pero su oponente no era el mismo. El de Garcigrande se mostró muy distraído y al matador le tocó sudar para que el animal se sometiera, pero lo acabó logrando con esa derecha prodigiosa que tantas alegrías ha dado a la afición taurina. La faena fue buena, no tanto como la primera, pero esta vez hubo acierto con los aceros y eso le permitió llevarse otras dos orejas.
Fue un toro complicado su primero, al que le gustaba escarbar y no quería arrancar. El alicantino se desgañitó para que se fijara en la muleta y, a base de insistencia, lo acabó logrando. El toro cabeceaba mucho, su embestida no era limpia y delante tuvo un torero que le trató de mejorar, pero le mató a la segunda para llevarse solo un aplauso sin premio.
Escoció al alicantino su actuación en el primero y en su segundo se fue decidido a por el triunfo. Le saludó con una larga cambiada y en el tercio de varas le dejó crudo. El torero quería toro y lo tuvo. Manzanares estuvo serio, tanto con la derecha como al natural, y entró a matar recibiendo. A la primera pinchó y a la segunda hundió el estoque hasta tocar pelo. De esta manera arañó una oreja para no irse de vacío en una buena tarde de toros.
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