Un total de 66 años de alternativa sumaban los tres matadores que hicieron el paseíllo en la tercera de la Feria de Nuestra Señora de San Lorenzo. Enrique Ponce, 29; El Juli, 21, y Manzanares otros 16. La información bien se puede interpretar como un ... simple dato, que efectivamente lo es, pero que la experiencia es un grado y que la técnica y el oficio no son cosa de un día es algo que quedó más que claro en el día de ayer, para lo bueno y para lo malo.
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Los toros de Domingo Hernández-Garcigrande estuvieron bien presentados en general, a algunos les faltaron kilos que disimularon con la cara pero cada uno de ellos, con sus matices, sirvieron para la lidia y para que se hubieran cortado varias orejas si los toreros no hubieran fallado con los aceros. Pintan oros, por lo brillante de los carteles y los nombres de las figuras, pero en lo que llevamos de feria, sin excepción, se falla a espadas de manera reiterada y reincidente. Una pena.
El primero de la tarde no se descubrió hasta que llegaron los primeros pases con la muleta, el toro tenía recorrido y Ponce mucha técnica que le sirvió para mostrarse tanto por la derecha como por la izquierda pero lo que estos ojos vieron fue a un torero bastante despegado, tal y como evidenciaron las manoletinas. Pinchó y tuvo que utilizar el estoque para terminar con la vida del animal. El público le premió con una ovación con saludos.
En su segunda intervención, Ponce estuvo más pausado pues en su primero se intuía como cierta precipitación. El valenciano se pegó mucho más y logró buenas tandas que se vieron emborronadas con la espada. Al tercer pinchazo hubo un aviso pero hubo alguno más, y 'metisaca', y al final no merecía la pena contar, daba igual, la cuenta era lo de menos porque la faena se había ido con la espada. Nadie va a descubrir a estas alturas de la vida la calidad de Ponce pero le hemos visto tantas veces, que como todo en la vida va perdiendo el interés.
El saludo capotero de El Juli fue variado, mezcló las verónicas con alguna chicuelina y también buscó lucirse en el quite. Saludó José María Soler tras sus pares.
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El toro de El Juli tuvo movilidad pero se quedaba algo corto en las embestidas. El Juli lo aguantó, intentó estirar esas embestidas y dejó constancia de su poder con buenas tandas por la derecha. Más de media estocada fue suficiente para que el toro rodara y El Juli cortara una oreja. Eso sí, que la estocada fuera suficiente no quiere decir que la suerte estuviera ejecutada como mandan los cánones, si se pone un poco de atención se aprecia la fea costumbre de pegar una especie de saltito, saliéndose de la suerte.
En su segundo, el quinto de la tarde, sucedió algo que se podría calificar como «incomprensible» porque si hay alguien que conoce bien a los dos hierros de Justo Hernández ese es El Juli.
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La cuestión es que el toro no fue picado porque en un primer momento se partió la vara del picador y el torero decidió que había que cambiar el tercio. Es verdad que por la derecha ligó una serie de cuatro bastante buena y que en algunos momentos consiguió someter al animal pero tuvo que rendirse a la evidencia, el toro no dejó de salir rebrincado en la mayoría de las ocasiones. Quizás en ese momento se arrepintió de no haberle picado. Pinchó en un primer momento y luego le asestó una estocada casi entera. Recibió la ovación del público incluso, momentos antes de que rodara el animal, en un gesto un tanto incomprensible porque la imagen (cuya descripción voy a omitir) no era la mejor de todas.
Lo bueno de la tarde lo dejó Manzanares para el tercero. Especialmente con una tanda en la que ligó cuatro derechazos con un cambio de mano espectacular, muy despacito. El torero se gustó y el toro demostró a la hora de morir lo que fue desde el principio, un manso. La espada esta vez no estuvo del lado del alicantino y tras dos pinchazos y un aviso se tuvo que conformar con la ovación. Una lástima.
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En cambio en el sexto, prácticamente la estocada le sirvió para cortar la oreja en una faena que prometía mucho porque al maestro se le vio bien desde el capote. El toro se le coló y le dio un susto y a partir de ahí, cambió la lidia. Fueron reconocidos Trujillo y Blázquez en su cuadrilla.
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