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Lola Índigo, en le comienzo del concierto. Alberto Mingueza
Virgen de San Lorenzo

El torbellino Lola Índigo sacude Valladolid

La cantante granadina ofrece un espectáculo mayúsculo, con varios accesos ya cortados dos horas antes de empezar el concierto

Víctor Vela

Valladolid

Viernes, 8 de septiembre 2023, 00:45

Bueno, pues es un huevo. Un huevo gigante, plantado en mitad del escenario, sobre el que se proyecta un arco de luz, como esos que se ponen los influencer para lucir mejor. Por la pantalla trasera también viajan estrellas, planetas, polvillo de nebulosa, como si ese huevo formara parte del espacio interestelar. Hay un murmullo sonoro y entonces, de súbito, el huevo se abre. No se casca, se abre, como los kinder. Y sí, viene con sorpresas. La primera (ojito que habrá más), es ella, Lola Índigo, con su poderío esdrújulo.

Mimi (su nombre real), que emerge del huevo vestida de blanco, como clara sin yema, que levanta los brazos y marca bíceps, que entre los gritos de la concurrencia (qué locura) lanza el primer mensaje de la noche: «Tú a mí me tienes mal, me pones animal». Y entonces, su enjambre de bailarines se desliza por el escenario como hormiguitas obedientes, como serpientes sinuosas, como animalillos salvajes dispuestos a derrochar fuerza y sudor.

«Ya no puedo con la curiosidad de que me toques con la luz apagá», canta Lola Índigo y la canción explota con una orgía de graves (pum, pum, pum) que retumban en el pecho del público y desatan las ganas de disfrutar. Así (un huevo, una sorpresa, un subidón que no cesa) comienza el concierto más multitudinario de estas fiestas. Con varios accesos ya cortados dos horas antes de empezar. El torbellino Lola Índigo sacude la Plaza Mayor.

Un concierto suyo es como una película de Marvel. Tiene tantos saltos, explosiones y pirotecnia que la trama un poco nos da igual. Los sentidos, embotados por tanto derroche visual en torno a un puñado de canciones que invitan al delirio con frases como «quiero lobotomía pa' sacarte de una vez de mi cabeza». Lo canta esto en 'Para olvidarme de ti', la segunda de una noche que empezó hace horas (desde por la mañana había fans en las primeras filas) y que ya está encarrillada.

El espectáculo parece medido al milímetro. Los músicos, casi escondidos en la oscuridad, dejan el foco principal a un grupo de bailarines que acentúan los golpes de cada canción. Mirarlos es un festival de envidia y admiración. Después de esto, no puedes llamar baile a lo que tú haces en la verbena del pueblo, en el bar vaso en mano, en una boda con resaca. Esto es otra liga, otro deporte. Y ella, claro, también bailarina de profesión, les sigue el ritmo sin levantar el pie del acelerador. Ya está calculado todo para encontrar su huequito donde respirar, su vallecito tras el 'turmalé', su oasis entre la vorágine para recobrar el aliento y seguir.

Un momento del espectáculo. Alberto Mingueza

Unos ventiladores en el frontal del escenario sirven para soplarle fresquito contra el sudor del baile y para confirmar que, como las grandes divas, Lola Índigo subraya las cosas importantes con la melena. El pelo verde al viento como fosforito de las coreografías. Un giro de cabeza, un requiebro de hombros, un escorzo sensual siempre es más espectacular si hay una buena mata de pelo sobrevolando alrededor.

Y para demostrarlo, nada mejor que la intro de 'Discoteka', tercera canción de la noche, donde todo es un festival de saltos, de hombros dislocados, de caderas sinuosas, movimientos que son casi acrobacias al chimpún chimpún de un reguetón. Acelerada la noche como si se hubiera comido la estrellita del Supermario.

Varios gestos de Lola Índigo durante el concierto. Alberto Mingueza

Y mientras baila, el rostro de Lola Índigo parece un catálogo de emojis. Por su cara se pasean el del guiñito, el beso, los ojos muy abiertos, la lengua picarona, el sorprendido, el vacilón. Y entonces, invita a la Plaza Mayor a que a acompañe en su ruta nocturna: «Vamos pa' la discoteca-teka-teka». Uno tiene que coger aire para poder seguirle el ritmo, para no desfallecer en esta rapidez intensa como de Avant con prisas.

A Lola Índigo, hasta su sombra se le queda atrás.

Ha concebido la granadina un espectáculo apabullante, con animaciones, punteros láser y chorrazos de humo, con ese jaleo de brillos que es ya parte del folclore que acompaña a las cantantes-bailarinas siglo XXI. Lo visual incluso por encima de lo vocal. Que el festival de los sentidos no deje espacio para la tregua. Que falten ojos para atender a todo lo que ocurre en el escenario, dorado y escandaloso como una playa adolescente.

Fans de las primeras filas en la abarrotada Plaza Mayor. Alberto Mingueza

Y por si faltaba pólvora para incendiar la noche, más sorpresas. El ambientito ya venía caldeado desde el miércoles, cuando se anunció que algo pasaría aquí. Y ese algo es la presencia en directo de la argentina Tini Stoessel, otro huracán que sacude Valladolid cuando sube al escenario para compartir coreografía y micrófono con Lola Índigo. Juntas cantan 'La niña de la escuela' en otra de las sorpresas de la noche. Y Tini regresará al escenario para un nuevo tema antes de la traca final.

«Nosotros nos vamos a matar bailando y espero que ustedes vuelvan a casa después de haber disfrutado del show de su vida», dice Lola Índigo, en un momento de respiro, entre canción y canción, antes de retomar de nuevo ese ritmo frenético que le lleva a moverse más que un chicle en la boca de Ancelotti. No hay descanso esta noche, todo es un festival de baile y subidón, de conciertazo con las pulsaciones a mil. Una fiestón de bailes y taquicardias que deja agotada, encandilada y encantada a una abarrotada Plaza Mayor.

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