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SARA UÑA SAAVEDRA
VALLADOLID
Martes, 4 de septiembre 2018, 20:50
Talento y mensaje en los acordes de bandurria y guitarra. María Rozalén comenzó a cantar tras sus primeros sonidos de infancia en Letur, su querido pueblo de Albacete. Y el torrente que baja desde la sierra de Segura ha llegado a todo el ancho y ... largo del mapa. Tres discos (y de oro) y una voz que continúa buscando la luz en el planeta. Como los girasoles, virando a la calidez. De nuevo en Valladolid, se subirá este martes al escenario de la Plaza Mayor a partir de las 22:30 horas junto a su inseparable intérprete de signos. Graduada en Psicología, siente la música como terapia humana y se muestra como una artista comprometida que alberga los supuestos opuestos de folclórica y roquera, que mira al pasado para reivindicar el presente. El caudal ha ido aumentando con muchos años de trabajo y compone un río de canciones que predice un largo recorrido.
-De los escenarios manchegos a los macroconciertos que encadena en todos los puntos del país. ¿Se acostumbra?
No, no lo hago y llevo un verano que no me lo puedo creer. He cantado mucho más tiempo para diez o veinte personas que para tantos miles. El otro día estaba pensando frente a cuánta gente estamos actuando este verano y me parece todo el rato un milagro. Ojalá que no baje.
-¿Cómo definirías tu música? Hacemos un cajón de sastre. Vengo de una generación de poder escuchar música de todo tipo de estilos y, aunque lo que más he tocado es la canción de autor, me encantan desde el rap hasta la copla. Todo. De ahí la fusión. Tenemos un poco de todo y dependiendo de cómo componga hay un ambiente u otro. Es lo que mola, porque la gente nos acepta en un festival indie como en uno punk-rock. Que no haya prejuicios ni etiquetas, en la música estamos un poco hartitos ya de todo eso.
-Siempre va acompañada de Beatriz Romero, intérprete de lengua de signos, ¿cómo surge la idea de actuar juntas?
-Fue todo una casualidad. Nos conocimos en Bolivia haciendo cooperación y ella trabajaba con alumnos sordos. Fue como un flechazo. En las fiestas con los amigos yo iba con mi guitarrita y ella se ponía una nariz de payaso y signaba las canciones. A partir de ahí empezamos a hacer algunos conciertos juntas y después el videoclip, que fue maravilloso (80 veces, su primer single, en el que aparecen las dos y tuvo enorme éxito en Youtube). Suma a todos los niveles, da visibilidad y hace mis conciertos inclusivos, o sea que tiene que estar ahí, a mi lado. Es parte esencial del espectáculo y, además, sin ella la gente ya se enfada (bromea).
- Característico de su carrera es el gusto por la tradición popular. Una muestra de ello son los títulos de sus tres discos, que forman parte del refranero. ¿De dónde viene ese arraigo a la tierra?
-Echo de menos mi raíz, soy de Albacete pero criada en un pueblecillo de la sierra y para mí es básico mirar de dónde vienes y estar fijadita a quienes te quisieron 'antes de'. Mi primer instrumento es la bandurria y he seguido el folclore manchego desde chiquitilla. Aunque tuve una adolescencia de renegar de aquello, ahora cada vez me gusta más. Esas canciones eran las que cantaban nuestros abuelos y antepasados y nos explican la historia y de dónde venimos. Y si uno quiere saber a dónde va tiene que saber de dónde viene. Cuanto más tiempo pasa, para mi es más importante seguir aferrada a eso.
- Su último trabajo, 'Cuando el río suena...', lo define como el más personal porque cuenta las historias de su familia. ¿Qué canciones le emocionan especialmente?
-No se puede elegir una porque es como decirle a unos padres a qué hijo quieren más. Todas son mías y cuento cosas duras que me recuerdan a situaciones que duelen, a mí o a mi familia, entonces siempre me cuesta cantarlas porque siento un montón de cosas. Como la historia del desaparecido en la Guerra Civil o el amor prohibido de mis padres – porque mi padre fue sacerdote diez años y fueron muy criticados por enamorarse-. También que mi abuela acogiera a una persona sin saber de dónde venía ni lo que había hecho. Es como el tema de lo que está pasando ahora con los refugiados. No entiendo que haya gente que no quiera que se los acoja, que se mueran en el mar. Me parece muy bestia. Cómo no me va a remover todo eso.
-Trata temas como el celibato, la memoria colectiva, el feminismo, la guerra, la acogida... ¿Es difícil mantener esa crítica y compromiso dentro de la industria musical sin que se desdibuje el mensaje?
-No está reñido. Me sale escribir de amor y desamor, sí, pero también sobre lo que ocurre en el mundo. Me interesa la sociedad y la política porque son temas que me inspiran y preocupan. Somos una generación a la que se nos está dando bola en radio, televisión. Se nos escucha porque a lo mejor había ganas ya de que la gente dijera otro tipo de cosas. Además, creo que mi lenguaje no puede ser más respetuoso y amoroso. Hay distintas maneras de decir las cosas y yo le doy mil vueltas a todo para intentar no molestar, aunque claramente lance un mensaje.
-Aun así, hay malas interpretaciones...
-Hay gente que las tiene, pero muchos ni siquiera han escuchado las canciones. Con la de Justo me están metiendo mucha caña por el tema de la memoria histórica, pero si escuchasen la canción se darían cuenta de que el guion es otro. Quién no se va a alegrar porque hayamos encontrado la fosa común de nuestro desaparecido. Es súper cínico que te estén diciendo 'qué pasa con las muertes del otro bando' porque en qué momento yo he dicho que no duelan esas muertes. En mi caso teníamos un desaparecido y estamos felices de encontrarlo. Si alguien no se alegra igual tiene el problema. Entonces, yo creo que quien critica no sabe lo que estoy diciendo o no se ha informado. Cada uno juzga sin mirarse dentro.
-La puerta violeta, es ya todo un himno contra la violencia machista. ¿Cómo vive el feminismo, cuesta hablar de ello?
-Yo ya lo vivo como 'el día de la marmota'. Claro, para mí es un tema que es tan esencial, tan de cajón. El feminismo como igualdad. Más si uno estudia de dónde viene, en qué circunstancias nace, la lucha de la mujer a través de los años... sorprende que aun así sigan diciendo aquello de 'ni machismo ni feminismo'. Tienes que repetirlo todo el rato, continuamente, y piensas...bueno, en algún momento ya todo el mundo sabrá lo que significa. No hay que tirar la toalla, hay que seguir repitiéndolo hasta reeducar. Mis padres son los primeros que tampoco sabían muy bien qué es el feminismo y ahora se declaran feministas, claro que sí. Cuando uno sabe lo que es, funciona.
- ¿Qué diferencia a Rozalén artista y persona?
-Hay muy poquitas diferencias porque a mí lo de hacer un personaje en el escenario se me da fatal. Y noto que eso a la gente le gusta, soy lo que ven. De otras cosas no puedo presumir, pero de transparencia y honestidad absolutamente. Soy incapaz de hacer algo con lo que yo no me vea. No puedo disfrazarme, se me nota, entonces lo que soy y lo que pienso es lo que se muestra.
- A final de año publica libro: 'Cerrando puntos suspensivos', ¿habrá en él algo desconocido?
- Me propusieron hacer un libro de poesía pero tengo mucho respeto a los poetas y yo no lo soy. Hago canciones en las que cuento cosas, pero no me atrevería a hacer nada poético o algo que lleve tantos años de estudio, como los escritores de verdad. Lo que estoy haciendo es una especie de diario reflexivo con las cosas que he ido viviendo en los últimos seis años más o menos, y que he ido escribiendo. Esa es la manera en la que yo puedo aportar algo a la gente que quiera saber qué hay detrás del escenario o qué es lo que he sentido y aprendido en una carrera que, en mi caso, ha sido de fuego lento. No ha sido ningún pelotazo, llevo muchos años haciendo conciertos, aunque haya gente que piense que acabo de salir. Tiene un tono bonito y creo que todo lo que no he contado en los discos lo voy a contar ahora. Vamos, desnuda total (se ríe).
- Además de con poetas, ha colaborado con numerosos artistas. ¿Con quién se has sentido más cómoda y con quién le haría especial ilusión compartir escenario?
-Jo, la verdad es que he cantado con casi todos mis ídolos. No puedo pedir mucho más. Cuando canté con Víctor Manuel fue como la primera vez que, sin darme cuenta, me vi rodeada de todos mis maestros, porque era su cincuenta aniversario y me llevó a Oviedo. Estaban todos: Serrat, Aute, Ismael Serrano, Pedro Guerra, Miguel Poveda. Ahí dije 'Dios mío de mi vida, cómo me he colado aquí'. Luego El Kanka, que es como mi marido musical; me siento muy bien con él y con todos mis compañeros de generación. Con Kase.O, que me flipa porque lo escucho desde pequeña; Ismael Serrano, que siento unas cosas muy bonitas cantando con él; con Bebe, con Vanesa Martín... disfruto mucho cantando con todo el mundo. He cantado hasta con Sabina. Y puestos a pedir, soy muy fan de Residente de Calle 13, o de Silvia Rodríguez. Me podría morir si ya cae alguno de esos dos.
- Próximamente vuelve a cruzar el charco...
- Allí vamos a picar piedra. Me pasa como cuando venía a Madrid, es empezar de cero y, afortunadamente, cada vez voy haciendo cosas en sitios más grandes. Es verdad que el público latinoamericano es súper pasional, como también pasa aquí en zonas de España. Me encantaría llegar a cada rincón del planeta, así que hay que seguir peleando.
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