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Ahí afuera, al otro lado de este burbuja que Rosana ha construido en la Plaza Mayor, ahí afuera hay batallas y sequías, hay paros laborales y paradas cardiacas, hay vecinos que gritan, suegros que opinan, amigos que no llaman, novias que abandonan. Lo recuerda Rosana ... casi al principio del concierto, antes de la tercera canción, que es ‘Sin miedo’:«Hay guerras, hay hambre, hay malos rollos y un huracán nivel cinco a punto de destrozar miles de casas y vidas. Hoy cantaremos de forma especial por todos ellos», dice la cantante mientras vuelve a esculpir una burbuja de sonrisas y canciones. Bromea Rosana con el público, agradece mil veces cada aplauso con el pulgar en alto, canta sus éxitos con unos aires más rockeros (salidos de una guitarra blanca «de acero inolvidable»)e invita a exprimir este momento único que no se volverá a repetir. «¿Qué voy a hacer si me gusta la vida?Me gusta vivir y me gusta la gente que canta feliz», dice en ‘Con una hora menos’ y su apéndice de polka canaria, entonada también (tan bien)por el público. Así que cantemos y seamos felices. Al menos, mientras dura este concierto.
Porque ahí afuera hay goteras, hipotecas, facturas y reventones. Ahí, al otro lado de este microclima que es un concierto de Rosana, ahí afuera hay lunes y exámenes, hay dudas y deudas, hay malos humos, malas pulgas, malos olores y peores personas. Ahí afuera hay tormenta el día de tu boda, vendaval que apaga las velas de tu tarta de cumpleaños, ciclón que se lleva ilusiones y sueños con una racha de más. Ahí afuera no hay paraguas para los días de lluvia, no hay botijo en el desierto, no hay batería en el móvil para esta sala de espera ni está ese abrazo tuyo en el ecuador de la noche. Ahí afuera, donde el concierto de Rosana no llega, ahí afuera no hay farola ni linterna, no hay consuelo para el frío ni abrigo para el alma, no hay en tu frente una mano de madre para los días de fiebre. Ahí afuera, más allá de esta burbuja que Rosana acaba de levantar para ti, ahí afuera la vida duele. A veces.
Y tanto.
Pero aquí... Aquí es otra cosa.
Aquí hay fiesta con Rosana. Su melena sin domesticar, su voz desgarrada, sus canciones que ahora suenan a ská (‘Sin miedo’)y puro rock&roll(‘Hoy’).Amenaza Rosana con hacer explotar la burbuja («Ya queda menos», dice;«ya nos vamos a ir», advierte). Pero antes de la despedida final, ya en los bises, coge un micrófono de mano, baja las escaleras, salta las vallas de seguridad y allí, en el centro mismo de la plaza, mientras se pasea entre miles de fans y un enjambre de móviles, allí, rebozada de público, canta ‘Si tú no estás’, ‘El talismán’, ‘A fuego lento’.
Así que, concluimos, un concierto de Rosana es pomadita para cuando los días vienen con granos.
Porque hay escozores que estropean la mañana más tranquila, sarpullidos que ponen una tarde aburrida en erupción. Ronchones para muchas noches. Hay picores inútiles que nos trastocan los planes y nos ponen de mal humor. Como un error en la factura telefónica, como una tos inesperada, como un café con demasiada azúcar y una tortilla sin demasiada sal. Como un rozón en el coche y un choque sin razón. Hemos confiado nuestra rutina a que todo vaya bien y de vez en cuando lo cotidiano se nos despeina. Porque pasamos de largo ante una injusticia, porque pesamos esta mañana cien gramos de más, porque pisamos un charco, porque posamos los labios en la boca equivocada, porque pusimos la equis en la respuesta incorrecta del test. Hay tanta tonta amenaza en el día a día que deberíamos aprender a no darle importancia y a convivir con los borrones. Porque a veces llueve en Disneylandia. Y se estropea el talismán. Porque en ocasiones tú no estás aquí y las cosas no salen como deberían. Porque hay atascos y mentiras, comidas sin postre, visitas sin ganas. Porque hay cuentos sin hadas y ranas sin beso. Porque en esta vida ya hay exceso de naderías como para que nos preocupemos de mucho y pensemos de más. Pero eso, eso pasa solo ahí afuera. Aquí, en un concierto de Rosana, no. Aquí nos enseñan que todo siempre puede ir a mejor, que hay que ganarse las ganas de comerse el mundo, que hay que hacer de cada paso lo mejor de lo vivido y que, aunque vengan días con trampas y nubarrones, lo mejor, lo mejor es vivir sin miedo.
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