Clientes del Café del Norte siguen la actuación de Jeanette desde la terraza del establecimiento. José C. CASTILLO
Valladolid

Se reserva terraza en la Plaza Mayor

El blindaje del principal espacio de las fiestas lleva a algunos hosteleros a concertar con antelación las mesas. Ganan los que tienen vista al escenario, el resto solo trabajó bien el sábado

J. Asua

Valladolid

Lunes, 6 de septiembre 2021, 21:55

En la Plaza Mayor el negocio va por barrios. Sí, porque en estas atípicas ferias de la pandemia la Plaza Mayor tiene dos. Uno: con vistas al escenario, donde las cajas de los establecimientos hosteleros han registrado buena entrada en el primer fin de ... semana de fiestas. Y dos: el resto de bares y cafeterías, a los que el vallado de los accesos al ágora les ha restado clientes, incluso si se compara con un fin de semana normal. El blindaje del principal espacio de la ciudad durante la celebración de los conciertos genera debate entre las tabernas residentes.

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Los propietarios o encargados consultados coinciden en señalar que el sábado fue un buen día en general. Que la plaza estuviera abarrotada antes de la actuación musical ayudó a que las terrazas se ocuparan rápidamente y se pudiera trabajar durante el 'show' de la Mondragón antes de despejar la explanada para el inicio de esta cita. Lo del viernes fue otra cosa. El cierre antes del pregón a las 20:00 horas dejó importantes calvas en los veladores, principalmente en los que se ubican alineados a la fachada del Ayuntamiento o en sus laterales. Vamos, los que no tienen enfoque al jolgorio.

Acoplar la actividad a esta clausura ha resultado complicado. Comenta Sebi, de El Majao de Sebi, que el viernes se registraron problemas de coordinación para dar paso a los negocios desde el vallado. «Tenía una mesa de nueve para cenar y tuve que ir a buscarles a la plaza de la Rinconada porque no les dejaban entrar», explica. Hay personal municipal para ordenar la ocupación, pero no en todos los momentos se ha logrado calzar oferta y demanda. Además, acota, no se tiene en cuenta que los establecimientos tiene una zona interior, que puede seguir utilizándose. «Luego se ha ido corrigiendo», valora el hostelero.

Han sido los tres negocios con terraza al escenario los que mejor han superado esta prueba. Francisco Castro, uno de los tres propietarios del Café del Norte, desvela que ellos decidieron adelantarse a los acontecimientos. «Hemos puesto en marcha un sistema de reserva de mesas y la verdad es que nos ha ido bien», explica el empresario, con 32 tableros de exterior (120 sillas) en los que poder tomarse algo. El asunto va así: el cliente llama o pasa por el local, encarga espacio para él, su familia o amigos y luego únicamente tiene que avisar a los guardianes de las vallas de que se dirige al establecimiento. «Hemos puesto un precio de cinco euros por persona, de manera que puedan tomar dos consumiciones durante la actuación», añade. Se aseguran así ingresos ante la menor rotación por el cierre del espacio y los controles perimetrales.

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En Olibher se ha apostado por la misma fórmula. Tienen veinte mesas (80 plazas) que reservan para los que quieran seguir la actuación. Ainhoa Gómez, la encargada, explica que en su caso el coste por persona es de diez euros con una consumición y de 15 (plato de jamón incluido) si se quiere ocupar una de las mesas del reservado de la primera planta, con tres balcones que miran a la fachada del Consistorio. «Estamos trabajando bien, para el lunes (por ayer), martes y miércoles ya tenemos bastantes reservas», confirma. En el Ole con Ole no se ha utilizado este sistema, pero su encargado asegura que han contado con clientes sin mayores problemas.

Y mientras tanto en la plaza de Coca...

A La Banqué, Ideal o Continental, entre otros, les está costando más sentar a parroquianos cuando la música suena y esperan que la coordinación se mejore en los próximos días. En el recorrido de El Norte, uno de los hosteleros llama la atención sobre este blindaje. «Resulta que aquí son todo pegas y en la plaza de Coca el personal está a tope; todo lleno, la gente sin mascarilla ni distancia de seguridad... ¿allí no hay virus o qué?», se pregunta, al tiempo que se alegra de que sus compañeros de profesión tengan esa libertad de la que ellos no disfrutan. Contradicciones de una pandemia que no acaba.

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