Don Patricio llena la Plaza Mayor y cuenta miles de lunares en Valladolid

El «vente, vacila un poquito, aunque yo me haga el loquito» se incrustró en las listas de éxitos y se instaló en tu cerebro como chicle en suela de zapato. Hay canciones así, que sigues escuchando aunque hayan dejado de sonar. Estás tan tranquilo, con tus cosas, obsesiones, tus movidas (que no son pocas, ya tú sabes), y de repente te sorprendes tarareando: «Y si estás loca, loquita mía...». La canción suena –y enlazada con unas estrofas de 'La flaca', de Jarabe de Palo– cuando son casi las doce en la Plaza Mayor, que por primera vez en estas fiestas ha rozado el lleno y obligado a cortar el acceso desde la calle Santiago.

Tal vez no quieras recordarlo, pero, al año siguiente, pasó lo que pasó. El virus nos quitó vidas, nos encerró en casa y nos robó la primavera. Tuvimos luego un verano cero cero: sin fiestas, sin peñas, sin verbenas, aún con el miedo en el cuerpo y cavando fosos en la playa para que nadie se acercara a tu sombrilla. Pues ese verano desescalado, Don Patricio también estuvo allí. Tú abrías los 'stories' de Instagram (ese lugar tramposo donde el otro siempre es feliz) y ahí se asomaba él, como banda sonora de tantos momentos dichosos.

¿Tu compañero de trabajo en una paella con amigos? «Esto es pa toda la vida». ¿Tu primo segundo con un mojito de hielos derretidos junto al mar? «Esto es pa toda la vida». ¿Tu ex comiéndole la boca a alguien que no eres tú? «Esto es pa toda la vida» (bien sabes que no es verdad, pero bueno). ¿Tus colegas de siempre en una bodega con fiesta? «Esto es pa toda la vida. Los panas, la calle, la playa pa' toda la vida». Don Patricio se convirtió en el himno pospandémico del «todo va a salir bien». Nos aferramos en masa, desde un trocito de felicidad en el móvil, a la idea de que este instante fugaz es «pa toda la vida».

Y así, «contando lunares pa toda la vida» ha conseguido Don Patricio, al menos un par de veces, algo dificilísimo: que entre las miles, millones, trillones de canciones que existen en el mundo, haya una legión de fieles que eligieron las suyas para componer la banda sonora de sus días (y madrugadas).

Da igual que sea en una escena insustancial de una trama secundaria. Al final, la canción está ahí. Y en cualquier momento se puede rebobinar la cinta para volverla a escuchar. Es curioso cómo una canción, que son apenas tres minutos fugaces (como el perfume en tu muñeca), que solo existe mientras se escucha, se canta o se recuerda, puede acompañarte durante tantísimo tiempo. Y esta noche de septiembre («no tienen ganas de que se acabe el verano, ¿verdad?»)vuelves a sentir la compañía de esos temas que, durante un momento de tu pasado, te hicieron feliz.

El pelotazo de Quevedo este año ahonda en esa veta canaria ya transitada por Don Patricio, con su sudadera (se la quita en mitad de '¿Cómo te va, querida?'), sus gafas nocturnas de sol, un vaso atado a su mano izquierda y un puñado de canciones, que comienza con 'Ya mí qué?' (sin interrogación inicial), 'Comunicado de prensa' o 'Carita de guiño' y avanza ya hacia el final con 'Esa carita que me llevas' o 'Lola Bunny', después de un interludio con dj Pimp. Valladolid corea su nombre con el lololó del 'Seven nation army' (Don don don don Patriiiicio) y el cantante invita a corear con él sus canciones. «Ysi no se las saben, muevan los labios en plan 'playback'». Pero se las saben. Ycómo. El 'Contando lunares', pero también 'Enchochado de ti' o 'Cambio de temperatura'.

Ha sido la de esta noche una fiesta digna de recordar, de las que merece la pena grabar unos segundos con el móvil, luego subirlos a Internet y poner de fondo una canción de Don Patricio, como quien se aferra a un trocito de felicidad y aspira a que esto vivido aquí ojalá que sea «pa toda la vida».