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Dice Víctor que Los Planetas son una novia esquiva que luego muere de amor, un novio que se olvida del cumpleaños y llega al día siguiente con sorpresa mayúscula, un amigo que, según vengan dadas, te niega el saludo o hace contigo pacto de sangre. ... Los Planetas son lo mejor si te gustan Los Planetas y fueron también lo excelente. Según se despierte J. o te hayas acostado tú. Están los que los aman y quienes se cansaron de ellos, quienes los veneran y los que quitaron las velitas de su altar. Están los entregados, los arrepentidos, los que no los entienden y quienes no los conocen. No dudaron, sobre todo los dos primeros, en acercarse ayer para escucharlos a la Plaza Mayor, porque Los Planetas son el ‘big bang’ (la big band) de la música independiente en español, la banda que provocó un cambio de órbita en el pop de los 90, con el indie como bandera y como biblia el Rockdeluxe.
Es verdad que la etiqueta indie parece a veces autopista del nuevo ‘mainstream’. Que un Sonorama mueve más espectadores que un amago de Bustamante en Laguna. Que hay mucho fans de festival (aunque ayer no estuvieron todos). Sí que hubo de los que vivieron su juventud amamantados por Los Planetas: nacieron en el ‘baby boom’ de finales de los 60 y principios de los 70, crecieron con ‘Barrio Sésamo’, comieron de la resaca de la Movida (sus migajas, si es que llegaron) y descubrieron el mundo en los 90, con la banda sonora de ‘Súper 8’ y ‘Pop’. Pero también hubo en la Plaza de aquellos que nacieron con el milenio, que crecieron con los Lunnis, que han cumplido años con la crisis y a saber de ellos qué será. Juntos, los fieles veteranos y los fans de nueva generación, satélites todos de Los Planetas, disfrutaron del concierto de una banda resucitada que nunca se terminó de marchar.
Porque llevaban Los Planetas siete años lejos de la galaxia discográfica. Siete años sin publicar trabajo hasta que esta primavera llegó ‘Zona temporalmente autónoma’, disco y concepto que inspiraron su concierto de anoche. Dice César que las referencias flamencas persisten sin ser determinantes en las composiciones y que se hermanan con el pop más clásico que los granadinos han abrazado desde siempre, aunque envenenan las melodías con inyecciones del noice rock de los noventa.
Arrancaron con ‘Islamabad’, en la que reafirman su ideario, la independencia que otros sacrifican en aras de llegar a un público mayoritario. Este es un testamento sonoro y un mensaje religioso que J. recogió del Corán en contra de la violencia que tratan de promover los poderosos mediante la creación de desigualdades y dividiendo a la humanidad. Sonaron también anoche los ecos de ‘Hierro y níquel’, el himno de ‘Segundo premio’ y las melodías de ‘Porque lo digas tú’, ‘Corrientes circulares en el tiempo’ o de ‘Toxicosmos’, en las miradas sonoras por el retrovisor del tiempo que compartieron (gratis para la concurrencia) y que dirigían a anteriores discos: aquellos trabajos noventeros en los que se presentaban mesiánicos, iniciáticos de lo que iba a venir, mensajeros de la anarquía y del desasosiego (aunque cantar al desasosiego con sosiego no siempre cuaja). Revelado todo en guitarras infecciosas y letras venenosas. Los feligreses, muchos ayer en esta parroquia del Conde Ansúrez, son seguidores implacables de sus obras cada vez más espaciadas en el tiempo, de sus apariciones tanto en templos magnos como el FIB, Sonorama o el Primavera Sound, como en salas, capillas de veneración de los circuitos de la escena alternativa patria. Con ‘La leyenda del espacio’ (2007) llegó la revelación del flamenco encarnado en Camarón o Morente, que les alumbró un nuevo camino. Conservan la rebeldía, el desamor, la emoción, la desazón, la transgresión, el inconformismo, la rabia, la frustración… aunque sus guitarras no sean tan furiosas como en sus inicios y su psicodelia no sea tan endemoniada como la de veinte años atrás. Quizá han tensado mucho ese ímpetu sonoro cuando apelan a su ego más racial y ‘jondo’, pero sus letras siguen mordiendo el corazón y pegando bocados a las creencias de la sociedad actual.
Hacen corro antes de salir al escenario mientras entonan el final de ‘Hey Jude’ como himno motivador para afrontar el concierto. Octubre Polar estrena la noche indie de las fiestas con su pop de aires sencillos, melodías pegadizas y voces agradables, como la de Guille Muci, cantante titular, y la de Natalia Fustes, quien se suma a la fiesta con una colaboracion. Octubre Polar se ha rodeado de amigos para un concierto en el que interpretan algunas de sus mejores canciones (se pueden escuchar en sus redes sociales) con una dedicatoria, en ‘Extraños’, al movimiento scout al que muchos de ellos pertenecen. Y después, Apartamentos Acapulco, la envolvente propuesta de los granadinos Angelina Herrera e Ismael Cámara, en una inspirada colección de canciones, servidas «en el escenario más bonito en el que hemos tocado».
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