La actriz María Luisa Merlo. EL NORTE

María Luisa Merlo: «Por las mañanas hago ejercicio bailando reguetón y lo recomiendo»

La actriz celebra sus 80 años en Valladolid con 'Mentiras inteligentes', una comedia de secretos familiares

Víctor Vela

Valladolid

Martes, 7 de septiembre 2021, 07:23

María Luisa Merlo está de cumpleaños. Acaba de cumplir los 80 (el día 6) y los celebrará encima de las tablas, con la representación de 'Mentiras inteligentes' en el Teatro Zorrilla, un dia después, el 7 de septiembre en Valladolid.

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-Le ayudaremos a soplar ... las velas.

-Entro en los 80. Y está muy bien entrar en una década nueva. Pero, ¿sabes qué me pasa?

-A ver.

-Que me siento como si tuviera menos.

-¿Con cuántos nos quedamos?

-Como con 60 o así. Me ha ayudado el tipo de vida que he hecho siempre: ejercicio, comer sano, la meditación... Esto se lo recomendaría a todo el mundo que quiera mantenerse bien. Porque si uno no está bien, lo mejor es largarse de aquí.

-Y mientras tanto...

-A disfrutarlo. Yo lo disfruto mucho. Porque además estoy rodeada de amor por todas partes: por mis hijos, por los nietos... Tengo dos bisnietos maravillosos. Y también por Jesús Cisneros, que es mi hijo adoptivo preferido. Los dos somos los responsables de la función.

-En ella dicen: «Una madre siempre sabe cuando algo está mal».

-Y además es verdad. Pero yo concretamente no me metería. Es mejor que lo arreglen ellos. Me parece muy bien lo que hace esta mujer y está muy bien para el teatro, pero fuera es mejor no meterse en la vida de los hijos.

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-¿Cómo es esta mujer?

-Es una gran matriarca. Cree mucho en la familia y desvela cosas que ha hecho para poder arreglar la vida de su hijo. Ella piensa que son un secreto, pero en realidad no lo son. Una de las cosas más bonitas de la función es la relación que tiene con su nuera (Ana Escribano), cómo la defiende. Y queda una relación muy feminista entre ellas.

-¿Y el hijo?

-Hombre, al hijo lo adora,. Pero no está de acuerdo en cómo hace ciertas cosas. Ella se mete mucho y no debería.

-O sea, que a veces es mejor no saber.

-Sí, sí. En estos casos, mejor no preguntar, porque, total, lo van a arreglar ellos a su manera.

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-Y luego es que mentir es agotador...

-Yo no miento nunca, porque te tienes que acordar de lo que has dicho. Es un lío.

-Y si te pillan...

-¡Qué vergüenza! Yo no miento ni en las cosas cotidianas.

-¿Ah, no?

-No lo aguanto, supongo que habré mentido antes, de más joven, para sobrevivir. Pero ahora me siento muy liberada de muchos sentimientos absurdos. Las mentiras no me gustan nada, ni inteligentes ni tontas.

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-¿Y ha tenido sufrir muchas?

-Muchas, muchas, jolín. Te intentan colar algunas que...

-¿Cómo se imaginaba a los 80?

-Yo nunca pienso en el futuro, fíjate. Me parece una pérdida de tiempo. No me lo planteo. Me vienen más imágenes de cosas bonitas del pasado, que he vivido muchas. He tenido la suerte de pertenecer a una familia divertidísima. La época en la que yo nací era muy difícil encontrarse con una familia tan liberal como la mía. Pero en el teatro así eran las cosas. Siempre doy las gracias de haber nacido en el teatro porque se me educó con mucha libertad.

-¿Por ejemplo?

-Siempre he visto que las parejas se unían sin necesidad de casarse. Luego se casaban o no, pero nunca se criticaba la moralidad. Yo nací en el 41 y era tremenda, terrible, la moral que imponían desde fuera. Pero yo, en el mundo del teatro, no la sentía. Mis padres estaban separados desde que yo era pequeña y se llevaban... Eran los mejores amigos del mundo y estaban unidos para educarme como ellos querían. Mi padre me sacó del colegio porque no paraban de hablar solo de religión. Y entonces, él me quitó de todo aquello que educativamente pensaba que me estorbaba y con 12 años me animó a leer el libro de Historia de Filosofía que estudiaban en primero de la Universidad. Estoy muy agradecida a que fueran tan liberales.

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-Esa ha sido una herencia estupenda.

-Maravillosa. He vivido muy bien... Cuando tuve el primer amor ya empiezo a pasarlo mal porque los hombres de mi generación eran muy machistas. Por eso llevo veinte años sola, porque no he conseguido encontrar un señor que no fuera machista. Será que yo los elegía así. Yo tenía la imagen del primer actor, que era Ismael Merlo, el amor de mi vida, y como tenía esa imagen iba a por ella. Pero luego no eran tan liberales como mi padre. Yo he sido feminista por naturaleza.

-¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de un escenario?

-Con cuatro años. Estaba entre bastidores, viendo a mi padre, que hacía de farmacéutico. A mí me empujaron a escena, salí y me preguntó: ¿Qué quiere usted? Y yo contesté: 'Me da usted bicarbonato'. ¡Con cuatro años! Me dio el bicarbonato, me fui y luego me regalo cinco duros.

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-¡El primer sueldo!

-Pero yo no quería para nada ser actriz. Yo quería ser bailarina. Todos en mi familia eran actores, tres generaciones de actores, y yo creo que, como rebeldía, pensé en el baile, que lo amo con locura. Debuté como bailarina en Verona, en el Teatro Comunale, con 15 años. Luego recorrí toda Europa, regresé a Madrid y cuando debuté como primera bailarina en un espectáculo en el Teatro Eslava, me empezaron a ver los directores de cine y poco a poco fui dejando el baile. Pero me ha servido mucho la disciplina de la bailarina.

-¿En qué?

-Primero, para obedecer al director. Aunque luego, cuando sales al escenario, puedes acabar haciendo lo que te de la gana. Y segundo, para no tener conflictos. Para mí eso ha sido siempre muy importante. A mí los conflictos me desbordan, me aburren mucho...

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-Y siguió como actriz...

-Luego estuve dos años en Roma haciendo cine. Volví y nunca más salí a trabajar al extranjero. Cuando salgo fuera es para hacer cruceros.

-Y por España, las giras.

-Claro. A ciudades como Valladolid, que es la reina del teatro. Recuerdo cuando había siete y ocho funciones en cartel. La afición que hay al teatro en Valladolid es histórica.

-Y de repente, la pandemia.

-Esto es horroroso.

-¿Había estado alguna vez tanto tiempo sin salir de casa?

-Aquella primeras semanas sí, pero luego no he parado de salir. Lo del confinamiento fue un aburrimiento espantoso. No podía ir al gimnasio. Y ahora tengo que hacer ejercicio en mi casa. Me levanto, bailo un poco... Me pongo música.

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-¿Qué música?

-Reguetón.

-¡No me lo creo!

-Sí, sí. Me sienta de maravilla para bailar. Me viene muy bien. Yo lo recomiendo para la gente de mi edad. Cuando te mueves con el reguetón, el cardiovascular va maravillosamente. Y luego hago mis estiramientos, mis abdominales... y estoy deseando ir al gimnasio, a nadar, que es lo que más me gusta.

-¿Con qué ánimo tenemos que ir a ver este espectáculo?

-Con el de pasarlo bomba, porque el público se ríe mucho, y también hay dos o tres momentos muy emocionantes. Mucho. Además, mis compañeros (Ana Escribano, Juan Jesús Valverde y Jesús Cisneros) están estupendos.

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