![Maldita Nerea convierte miles de paraguas en caparazones de tortuga en las fiestas de Valladolid](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201909/15/media/cortadas/1418642626-keSG-U90145671295NtF-624x385@El%20Norte.jpg)
![Maldita Nerea convierte miles de paraguas en caparazones de tortuga en las fiestas de Valladolid](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201909/15/media/cortadas/1418642626-keSG-U90145671295NtF-624x385@El%20Norte.jpg)
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Está llena de tortugas la Plaza Mayor. Algunas se cuelan en las pancartas de los fans. Las hay estampadas en camisetas. Algún peluche se ve. La más grande de todas: en la pantalla gigante del escenario. Sin embargo, la mayoría permanecen escondidas, disfrazadas con ... forma de paraguas, y solo despliegan su caparazón cuando comienza a llover. Se llaman a sí mismo tortugas los seguidores de Maldita Nerea. Y el grupo ha adoptado el animal como logotipo, emblema y símbolo de lo que quieren ser y transmitir en el mundo de la música.
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Desvelaron en 2007, con su segundo disco y su primer gran éxito, el secreto de las tortugas. Y desde entonces, lo han seguido: un camino lento pero seguro, con la pausa necesaria (y la firmeza en el propósito) para avanzar despacito y sin cansarse, con ese ritmo calmo que es tan necesario para no caer en las prisas, en las ansias, el estrés. Y, aseguran, se consigue así el tiempo suficiente para superar los miedos y conectar (paciencia y tranquilidad mediante) con el lado más creativo e intuitivo. No hay en la velocidad descansos para uno mismo. Así que, levantemos el pie del acelerador. Esa es la filosofía que recorren (aun con ritmo de tortuga) las canciones de Maldita Nerea. No son las suyas letras almibaradas de amor y desamor, de noviazgos tortuosos y heriditas en el corazón. Prefieren, con ese disfraz de pop implacable, con ese bendito veneno llamado música, inocular mensajes de amor propio y equilibrio. Tal vez sea ese el secreto de las tortugas: «Probablemente no encontremos el camino, pero nos sobrarán las ganas de volar».
Jorge Ruiz («¡No se oye!») es la cabeza visible de una tortuga que tiene el caparazón firme y rocoso de una banda cómplice. Dice que no le gusta tanto cantar como que sus canciones sean cantadas. Que no busca los focos, sino que sean otras luces las que alumbren la canción. Y lo demuestra a lo largo de la noche, con un micrófono que apunta casi tantas veces al público como a su boca. «¡No se oye!», grita. «¡No se escucha!», anima. «¡Vosotros!», invita. Y entonces la Plaza Mayor (con tantos caparazones de tortuga como paraguas) comienza a cantar para él. Disfruta
Maldita Nerea cuando la actuación se construye también ahí abajo, y desde el suelo mojado del corazón de la capital asciende un coro de voces que dicen «es una estrella abriendo camino y yo la seguiré» ('Bailarina'), que cantan «es difícil volar cuando esperas la caída» ('La respuesta no es la huida'), que entona «por si acaso no recuerdas mis abrazos, yo te dejo mi canción» ('Cosas que suenan a...').
Las canciones de Maldita Nerea (que avanza en este septiembre alguno de los temas del disco que lanzará en enero) proponen mirar a la vida con ganas y sin resignación. No le cantan a la pena o a la ausencia si no hay posibilidad de redención. No se fijan en la cicatriz, sino en la tirita. «¿Por qué nos complicamos tanto la vida cuando las cosas siempre son mucho más fáciles?», se pregunta Jorge, líder de una banda procedente de Murcia que dedica el concierto «a toda la gente del sudeste español que tanto está sufriendo» por la gota fría. Porque lo de este sábado en Valladolid, al fin y al cabo, fueron cuatro gotas. «La lluvia no puede impedir que pasen cosas maravillosas con gente maravillosa», asegura el líder del grupo.
Y, al poco tiempo, se cierran los paraguas y deja de llover. Ocurre casi cuando el escenario se queda a oscuras, por completo, comienza a sonar 'En el mundo genial de las cosas que dices', una canción que habla del poder de la educación para transformar el mundo, y el público ilumina la noche con las luciérnagas de su teléfono móvil. El concierto avanza con 'Fácil', con 'Buena energía', con el cantante de cuclillas, micro extendido mientras dice de nuevo «¡no se oye!» e invita otra vez a cantar esas letras a veces laberínticas (de perderse hasta encontrarse), frases percutidas y melodías 'popderosas'. Y para terminar, antes de sacudir el paraguas, 'El secreto de las tortugas' y 'Bailarina'.
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