La Mala Rodríguez se hace patrona en la Plaza Mayor
Fiestas de Valladolid ·
La cantante, pionera del hip-hop en España, ofrece el concierto más joven de las ferias con la música disparada por un dj y la compañía de cuatro bailarinas en el escenarioSecciones
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La cantante, pionera del hip-hop en España, ofrece el concierto más joven de las ferias con la música disparada por un dj y la compañía de cuatro bailarinas en el escenarioNo tiene que ser fácil dar el primer paso allí donde no hay camino. Hay que ser valiente, decidido, tener las ideas claras y una voluntad de hierro para adentrarse en una jungla sin desbrozar, en un desierto sin barrer, el Himalaya sin escalar, un polo sur sin deshacer. No parece sencillo navegar sin brújula por ritmos apenas explorados ni caminar con orgullo por una pasarela donde siempre pidieron pase vip. O llevar calzoncillos.
No, no es fácil conseguir lo que ha logrado esta mujer con trenzas, ropa negra, nalgas al aire que sacude, remueve y pone patas arriba esta noche el escenario de la Plaza Mayor. Fue pionera del hip hop español, avanzadilla del rap sin testosterona, una aventurera del pentagrama que destrozó piruletas de pop rosa para reivindicar mucho de lo que luego llegó.
En el día de la patrona, canta la Mala Rodríguez. Llega la gaditana a Pucela con su metralleta de versos. Dispara rimas de cadencias sincopadas. Pasea sus letras sobre unas bases musicales que alguien en algún momento denominó ritmos urbanos, pero que ella reivindica como la base de la música ancestral: africana, caribeña, el flamenco... una herencia que no pasa necesariamente por la gran ciudad, pero que allí mutó en hip hop. Y todo ello suena esta noche con bien de decibelios. Hay un momento que es viaje a los conciertos de antaño: bien de luces, poderío, la cantante que pide «ruido» y no aplausos.
El público que corre en avalancha hacia las primeras filas en cuanto ve que quedan sillas vacías. Hay, de nuevo, mucha gente que saca entrada y luego no va al concierto. Pero las butacas libres son muy pronto ocupadas por quienes rondaban por la plaza buscando una oportunidad. Y al final llegó. Salta la voz de la Mala por encima de un colchón musical (dj Unai Muguruza) sobre el que también se divierten las cuatro bailarinas (primero con sombrero cordobés) que le acompañan en esta aventura. «Solo ellas saben lo que se cuece aquí», canta en 'Gitanas', la primera de la noche.
La Mala se acuclilla, adelanta una rodilla, pone mano en muslo mientras se echa hacia adelante, serpentea los brazos en el aire, los deditos en la cadera... y después de 'Tengo un trato' (lo mío pa mi saco) cuenta lo feliz que está por regresar a Valladolid, ciudad en la que, dice, no ofrecía un concierto «desde 2014... o 2013». Comienza 'Quién manda' a capella y se adentra con poderío vocal hacia la mitad de la velada. Primero, con 'Superbalada', una pieza empoderada («Camina, enciende la luz. Tú no ves porque no quieres») que interpreta tumbada en la mesa de mezclas como si fuera Michelle Pfeiffer en los 'Baker boys'. Y después, ofrece un «regalo». Se retira el dj, se hacen a un lado las bailarinas y la joven María León sale al escenario para que la Mala cante 'Mami' y 'Con los ojos engañá' con la sola compañía de una guitarra española. Un paréntesis íntimo (nivelón) que se rompe con 'Mátale', un rap de velocidad endiabalada, como si los versos fueran estampida de gacelas.
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En 'Dame bien' coquetea con el perreo y regala twerking sobre las tablas, casi casi un 'spagat'. Y a continuación llegan 'Por la noche', 'Pena' o 'Contigo'. Es la Mala Rodríguez un lujo ibérico que explotó con el efecto 2000 y casi dos décadas después consiguió el Premio Nacional de Músicas Actuales, un reconocimiento a esa valentía del primer paso allí donde no había huellas, un galardón a esa curiosidad por explorar la parte oscura del pasillo, los surcos aún no arados del vinilo, el torrente salvaje que desató el 'streaming'.
La Mala nació tan diferente que le salieron copias. No tiene que ser fácil empezar un camino que muy pocas antes que tú transitaron. No es sencillo romper moldes cuando tan clarito parecía el patrón. Ella, rapera aflamencada, agitadora musical, festeja el regreso de la música a los escenarios («Lo hemos pasado tan mal que hay que celebrar que estemos aquí, porque cada minuto cuenta») y agradece la complicidad en este concierto rejuvenecido en el que la Mala Rodríguez le saca el 'flow' hasta al conde Ansúrez.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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