Tienen ahora los móviles, entre el Facebook y el WhatsApp, la linterna y el Instagram, esa aplicación que cuenta los pasos que vas dando, las calorías que quemas, tus rutinas al caminar. Supongo que Chenoa no sacaría ayer el teléfono al concierto (no mola ... eso de contestar privados mientras cantas 'En tu cruz me clavaste), pero si lo hubiera hecho, si se le hubiera ocurrido, más de una medalla se habría llevado por superar (en apenas dos horas) los 10.000 pasos que a tantos cuesta alcanzar. Vaya caminatas por el escenario. Vaya excursiones, maratones. Cuando tú vas, ella vuelve de allí. Es pesadilla para el GPS. Se mueve más Chenoa que un periódico despeinado por el viento en la playa, que una avispa de un tarro de cristal, que un globo que se deshincha en tu dormitorio, que un niño en la cama en víspera de Reyes. Tanto recorre el escenario, que los técnicos le tienen que ayudar a recoger la petaca. Y, atentos, porque sigue con aliento para que no se le note al cantar.
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Domina Chenoa el micrófono cuando canta y cuando se pone a hablar con el público. «¿Todo bien? ¿Quién ha venido enamorado esta noche?», pregunta antes de 'Nada es fácil, nada es difícil'. «¿Y quién ha venido solo?», cuestiona antes de 'Atrévete'. Hay dos tipos de artistas. Los que llegan, cantan -si al final total estos solo vienen por mi música- y se van. Y los que, como Chenoa, como Rozalén, insisten en crear un ambiente. Cuentan confidencias entre tema y tema. «La de cafés que me he tomado yo en esta Plaza Mayor», asegura. Se muestran cercanos, sonrientes, tratan a su público con confianza y les cuentan algún chascarrillo. Hasta se emocionan y regalan alguna lágrima, como al terminar 'El hombre del piano', canción que hace 17 años interpretó en la final de 'Operación triunfo'. «Supongo que alguno de vosotros me votó. Quedamos cuartos. Y aquí estamos».
Llegan con 'Soy humana' los aplausos ruidosos, con ese estruendo de canicas al caer. Salen los móviles volando con 'Todo irá bien' y el conde Ansúrez se ve envuelto de un enjambre de luciérnagas que se balancea mientras se escucha «no olvides que tú vales mas que el que diran». Saltan las manos al aire con 'Cuando tú vas'. Se mueven sin freno los pies durante el concierto y Chenoa sigue en el escenario con su tabla de 'footing', peregrina de focos y bafles, y sin fatiga vocal. Después de tanto esfuerzo, tanto brinco y canción, al final de la velada, cuando termina la actuación, vuelven los móviles al bolsillo borrachos de pasos, petados de vídeos, con fotos mil de Chenoa. Y la batería al 20%. Si llega.
Afortunadamente, hay vida más allá del pop y del rap... y De Perdidos al Trío lo demostraron en la Plaza Mayor. Una gozada escucharlos en un escenario así. Elegancia y estilo en su apuesta por el jazz, los ecos espirituales, la mezcla incluso de funk con ritmos flamencos o, valentía total, una aria de ópera en mitad de su actuación. Ganadores del concurso Onda Rock del año pasado, empezaron con 'Down to the river' y acabaron con los aires salseros de 'Waiting for joy'. Entre medias, 'Drops to fight' o 'No fear'. Calidad para abrir la noche musical.
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