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Esos pulmones generosos (que fabrican suspiros y son combustible para tanta canción) se hinchan como globo aerostático al principio del concierto, aspiran todo el aire a dos metros cuadrados y lo convierten en soplido, vendaval controlado, para apagar las velas con las que Gloria Gaynor ... celebra sus 70 años (y un día) en la Plaza Mayor. Lo hará de nuevo (lo de soplar sobre tarta de cumpleaños, de forma literal esta vez, al final del recital, cuando le saquen dulce al escenario). Aniversario, en fin, junto al conde Ansúrez para una voz que recibe las felicitaciones del público (reparten y se colocan pelucas afro para la ocasión). «Parecéis de mi familia», bromea la artista, quien, en vez de abrir obsequios, los regala envueltos en estribillo y clave de sol.
Si desafinar es cantar con faltas de ortografía, Gloria Gaynor demuestra con solo un par de estrofas («I want yo to want me, I need you so badly») que es el fija y da esplendor de la RAE, un dictado escolar sin rojos, caligrafía de niña buena para esta noche que es un mucho de música disco, soul, pop, góspel también. Tiene (¡claro que todavía tiene!) voz acogedora como cama recién hecha, beso de abuela, bar con amigos, y la despliega en esta velada (atención: spoiler) que terminará, bien lo sabes, con el 'I will survive'. Aunque, eso sí, algunos compases de la canción enseñan la patita instrumental justo al principio (cuatro minutos de introducción), antes de que Gloria (grandes las letras de su nombre en la pantalla) ponga pie en tablas.
«Estoy muy feliz de estar esta noche aquí con todos ustedes», dice la artista en castellano. Convierte miss Gaynor el concierto en columpio del que es difícil bajarse (continuo vaivén de balada a fervor setentero, de subidón funkero a lenta de agarrar). Mezcla las piezas de su último disco ('Testimony') con ese ramillete de éxitos (algunos suyos, otros prestados) que se han convertido en himnos.
Como 'Never can't say goodbye', como 'I am what I am', que entona mientras recibe la primera gran ovación de la noche y se señala el pecho, con más anillos que dedos en la mano. Canciones con mil versos de esos que tanta gente pone con letras sobre fondo negro en los estados de 'whatsapp' («soy lo que soy y lo que soy no necesita excusas»; «ahora soy más fuerte, voy a sobrevivir»). Frases que aunque parezca que se cuelgan en el móvil para uno sentirse mejor, en realidad son indirectas para que otro (el otro) se sienta un poquito mal. En fin.
Hay bolas de discoteca que se proyectan en el escenario. Hay una banda tremenda, unos músicos soberbios (derroche de metales) para arropar a la cantante justo en el momento en el que hace falta. Hay un tipo que toca el trombón y lo deja para marcarse un espídico 'Happy' de Pharrell Williams, con coreografía de lagartija y hasta flexiones con una mano en el escenario. Hay unos coros poderosos que tributan un homenaje a Stevie Wonder ( 'Sir Duke', 'Signed, sealed, delivered') cuando la diva necesita un respiro. O que ensalzan su voz en temas como 'Amazing Grace', un espiritual con hechuras de blues que sabe a Gloria y suena con tanta rabia como devoción.
Este concierto de Gloria Gaynor (con sus 70 años y sus versiones de 'Beautiful' de Christina Aguilera, de 'Killing me softly' de Roberta Flack, de 'Last dance' de Donna Summer) es una fiesta de aniversario en la que no importa cumplir años, sino disfrutar del presente. Porque ser inmortal es exprimir el instante. Este instante.
Porque hay días que parecen eternos y en realidad son fugaces como paisaje en ventanilla de tren. Porque la vida es un verano en Galicia (entre tanto nubarrón hay que aprovechar los días de sol). Porque, cuando menos te lo esperas, han cerrado tu restaurante preferido para abrir una franquicia Burger King. Ay. Porque un día, sin que te hayas dado cuenta, eres tú quien lleva a tu padre al médico y no al revés.
Así que, habrá que cantar, aunque no sea con esa voz poderosa de Gloria Gaynor. Habrá que cantar, y ella lo hizo también en castellano: «Tengo toda la vida por vivir, tengo todo mi amor por dar. Voy a vivir. I will survive». Y luego, nada mejor que compartir con amigos el subidón del «lo, lo, lo, lo, lo», convertido en miles de megas (el 'at first I was afraid' es la nueva contraseña para desbloquear teléfonos), con más móviles que personas en la Plaza Mayor. Porque de poco vale una noche así, tan brutal como esta, si luego no se recuerda.
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