Fuel Fandango le echa combustible musical a las Fiestas de Valladolid

«Deja que me lleve el aire hacia un futuro nuevo, deja que vuelva al origen y que desaparezca el miedo», canta Nita Manjón, le acompaña a las máquinas Ale Acosta, en este himno que es esperanza y deseo, en esta canción que nació semanas antes de que se desatara la pandemia y que hoy cobra, si cabe, más sentido: «Deja que la vida brote donde menos te lo esperas, deja que se abra camino y trepe como enredadera». Pues eso.

Es la propuesta de Fuel Fandango combustible para que carbure una noche mágica y lisérgica en Valladolid. Es puro bólido si ya eres fan o seguidor, si tienes a Fuel Fandango en altarcito y entre los favoritos del Spotify. Parece más diésel, en cambio, cuando te acercas a ellos por primera vez. Tarda si eres novato la cosa en arrancar, no es sencillo quedar de entrada atrapado en su coctelera musical. Te zarandea -hasta desestabilizarte- su fórmula sin piedad. Pero una vez conquistado, es casi imposible no dejarse sacudir por esta mezcla inteligente de vanguardia y tradición, de quejío y 'sampler', cantaora más dj.

Una fórmula que ya se asoma en cuanto comienza a sonar 'Por la vereda', la primera canción con la que se abre la noche, y que se reivindica además con la puesta en escena. Hay ocho columnas de luz a cada lado de los intérpretes, cuatro girasoles gigantes con siete focos en su interior, un telón trasero lleno de motivos vegetales y, en el suelo, como candilejas, guirnaldas en flor.

Y en ese entorno, Nita que camina felina, que abre brazos y abanicos, que se retuerce en los giros flamencos y se estira al rematar estribillos. Nita, poderosa y con gestos toreros, se acuclilla, se arrodilla, se abre entera en canal («me muevo como una serpiente rodeando tu cuello», canta). Va Fuel Fandango lanzando así miguitas de sus anteriores trabajos hasta completar un camino que encuentra su última etapa en la reciente publicación de un EP, del que ya se han presentado algunos avances, como 'Iballa', una canción dedicada a la fuerza femenina, al poderío de la mujer, personificado en la historia de una «guerrera guanche de las Canarias».

Suena esta pieza justo antes de que se enlacen 'Always searching' y 'Nature', en uno de los momentos con más entrega y locura de la noche, con el público botando en su sillas mientras estira los brazos para intentar acariciar el cielo. «Teneros aquí delante después de tanto tiempo es un regalo», aseguran, cansados ya de esta espera de año y medio desde que publicaron el disco y hasta que han podido girar con él. Y eso que, a Valladolid, hacía más tiempo que no volvían. «No nos acordamos de cuando fue la última vez», reconocen.

Pero una voz desde el público les saca de dudas: «¡En el Museo de la Ciencia!». Era noviembre de 2017. «Ay, es verdad», dice Ale. «Te lo dije», bromea Nita, quien lanza un deseo: «Pronto saldremos de esta pesadilla». Mientras, proponen un viaje onírico por su repertorio ( 'New life', 'Not true'...) hasta desembocar en varias piezas de 'Origen', su trabajo más reciente, en el que no han dejado de meter nuevos ingredientes a su coctelera. Si en su primer disco introdujeron toquecitos de música negra y soul. Si con el segundo le añadieron sus gotitas de rock.

Si en el tercero ('Aurora') subieron, aún más, la dosis de flamenco, ahora le añaden sonidos de raíz africana, fruto de sus viajes a Mali y una herencia musical que llega más allá del sur. Demuestra Fuel Fandango que en la música hay contaminaciones buenas, contagios felices que dan como resultado una canción aún mejor. Como 'Huracán de flores', una de las propuestas más bailables de la noche'. O el vigor de 'La grieta', que suena en la velada con más poderío de decibelios (bien de fuel a los altavoces) de estas fiestas de Valladolid.