![Franz Ferdinand, en el concierto de la Plaza Mayor de Valladolid.](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201909/08/media/zzz.gif)
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Parece que el suelo quema, que es brasa el adoquín, que es una parrilla de la Virgen de San Lorenzo esta plaza que no deja de saltar. Como si fueran a arder los zapatos (de cenizas las asics, las adidas) si pasan dos segundos de ... más posados en la plancha mayor. Toda ella cama elástica, muelle eterno, pista de gravedad cero en la que no se para de botar. Vibra el Ayuntamiento, retumba la ciudad entera ante tanto brinco, tanto baile, tanta entrega absoluta ante los archiduques del post punk. Franz Ferdinand enciende la vitrocerámica de las fiestas, prende fuego a la noche musical y no hay frío que valga en este verano que parece que ya se fue, de puntillas y sin avisar, como hacen las ideas geniales.
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Se atiza la llama con los primeros acordes de 'No you girls', canción con la que se inicia una noche que se promete llena de himnos, ante un público con ganas de bailar. No hay pulseras fosforitas, no hay tiendas de campaña, no hay praderas de césped ni escenarios alternativos en este festival tremendo de la Plaza Mayor, con unos cabeza de cartel que hacen su nombre aún más grande en las pantallas estrelladas que lucen ahí detrás, a sus espaldas. Porque Franz Ferdinand miman no solo su repertorio, sino también el espectáculo en directo, con un multiexpresivo Alex Kapranos, cantante de piernas como látigos, que lanza patadas y salta (casi un 'espagat' en el aire, a lo gimnasta olímpico) como si también se hubieran dejado encendido el fuego allí arriba.
Llega el concierto a Valladolid (rara avis de entrada libre) con una apuesta clara por 'Always ascending', el último disco de la banda, con más sintetizadores en las guitarras tal vez (al menos en la versión grabada), pero con la demostración de que no hay arreglos capaces de camuflar la base poderosa de sus canciones: melodías escritas para conquistar a la primera, como si el batallón del rock lo encabezara un delfín austrohúngaro a punto de desencadenar la batalla.
Y para garantizar la victoria, unos cambios de ritmo brutales. Por ejemplo, en esa apisonadora que es 'Take me out' (que suena en los bises, cuando ya son cientos las calorías quemadas y después de ese 'sé que no me iré de aquí contigo' con el que todo se ralentiza para volver a despegar). Pero también en 'The dark of the matinée', joya que tocan casi al principio para demostrar que hay mucha noche por delante (aunque el concierto se apaga en 75 minutos).
Si sus discos son buenos (ese primer lp lleno de himalayas, aconcaguas, kilimanjaros hechos canción), el directo es espectacular. Un desfile de 'hitazos' que despiertan el gen primario por el baile, por la fiesta, por el aquí no hay cuerpo a tierra y todo son ganas de saltar. «Vamos a elevarnos», dicen en 'Ulysses', y no hace falta que lo canten dos veces. Valladolid se sabe afortunada («you're so lucky, lucky, you're so lucky», se corea casi más el riff de guitarra que la estrofa) por el conciertazo abrasador de Franz Ferdinand en la Plaza Mayor, en el que no faltan 'Lazy boy', 'Michael', 'Stand on the horizon' (que no sonaba en sus últimos bolos)o 'Right action'. Hedonismo en vena para demostrar que es infinito cada instante, que hay siempre más leña que la que arde, que hay antorchas, hogueras, luciérnagas hechas canción.
«Es una maravilla tocar en un sitio tan, tan bonito», dice Alex Kapranos en un momento del concierto, trufado todo él por sus intentos de pronunciar de forma perfecta Valladolid (ciudad de la que se fueron con el obsequio de una edición especial Ribera del Duero).
Y al final, con la chimenea todavía encendida, el horno aún caliente pese a ese frío más allá de la plaza, los de Glasgow lanzan con 'This fire' un mensaje final para que no se apaguen los rescoldos de la actuación: «Este fuego está fuera de control, vamos a quemar esta ciudad». Una metáfora, claro, cuando ya se han encendido todas las cerillas de un concierto que arderá mucho tiempo en la memoria.
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