Fiestas de la Virgen de San Lorenzo
Así conquista Mika Valladolid: neones, falsetes y una canción subido a la farolaFiestas de la Virgen de San Lorenzo
Así conquista Mika Valladolid: neones, falsetes y una canción subido a la farolaTodo es penumbra y sombrío, todo tinieblas y oscuridad. Tan solo se adivinan las siluetas de los instrumentos en este escenario de luto. Ahí abajo, el público espera (algunos desde hace más de quince horas), con esa mirada entre expectante y curiosa de quien ... entra al 'macrozara' de Constitución por primera vez. Sabe a lo que viene, intuye lo que le espera (una tienda de Zara tiene un estilo tan definido y universal como una canción de Mika), pero pocas cosas hay tan placenteras en este mundo como dejarse sorprender por lo ya conocido, como hacer de la rutina algo extraordinario, como convertir lo repetido en una primera vez. De eso va un concierto de Mika: de ponerle color al gris cotidiano, de sacarle la lengua a los prejuicios, de hacerle un corte de mangas al aburrimiento. De reconocer que a esta vida (o al menos esta noche) hemos venido a pasárnoslo bien.
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Por eso, las sombras abandonan el escenario. Ahí donde todo era negro empiezan a encenderse unas luces de neón. El fosforito comienza a conquistar unas letras que, poco a poco, permiten leer dos palabras relampagueantes, 'Club Apocalypso', el nombre elegido por Mika para bautizar esta gira de verano que aquí en Pucela tiene su parada final. De entre bambalinas sale un puñado de músicos vestidos de blanco. De fondo se escucha la grabación de unos instrumentos en pleno proceso de afinación. Y cuando Mika aparece, tan solo unos segundos después, nadie se acuerda ya de la oscuridad. Acaba de empezar una explosión de colorido, falsetes y despiporre en la Plaza Mayor.
'Ice cream' es la primera de la noche, una canción noventera que recuerda a George Michael en las estrofas y que coquetea con la herencia de Prince en los estribillos. Un temazo divertido, desenfadado y calentorro como un actor de 'Élite' en celo. «Quiero tu helado, lo quiero tumbado al sol, quiero que se derrita en mi lengua, ¿a qué estás esperando?», dice la canción, mientras en la pantalla de fondo comienza una proyección en bucle de nubes rosas, fuegos artificiales a cámara lenta, labios gigantes de color pastel. Luego vendrán cortinillas de humo como de vídeo relajante de youtube, estrellitas fulgurantes, ojitos que lanzan guiños, una orgía de rayitos y relámpagos. Un concierto de Mika es un parque temático del buen rollo, una burbuja llena de colores para que olvidemos esa oscuridad del principio que por unos instantes hemos dejado atrás. «Mi madre decía –confiesa el cantante– cuando eres feliz en la vida puedes escuchar música triste. Pero si la vida es triste, entonces ponte canciones felices».
Y en esas estamos.
Aquí, todo es gozoso como el olor de un libro recién comprado, placentero como una duchita después de todo el día en la playa, travieso como un niño con malas ideas y tiempo de más. Después de 'Ice cream', llega 'Lollipop', tema vitalista que abandona el chuperreteo del helado por el de las piruletas para lanzar uno de los mensajes subversivos de la noche, con esa soflama de la madre escaldada que le dice al hijo: «Anda, tú disfruta a tope, que cuando te enamores ya verás». Y todo esto, con ritmos juguetones, melodías simpaticonas, estribillos de confeti, un envoltorio sonoro (inmensa la banda)que transmite esa felicidad tonta como de verbena a las dos de la mañana. Y sobre todo, con la voz espectacular de Mika. Le compararon en su día con Freddy Mercury. Le quisieron emparentar con Elton John.
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Tuvo que luchar para no quedarse solo con el exitazo de su primer disco (allá por 2007) y llegó a presentar Eurovisión y a ser jurado de 'La voz'. Mika (fino, elegante, espigado, de rizos indomables) ha demostrado, en fin, que canta bien hasta las líneas del bingo. Con graves aireados y una voz que trepa hacia los agudos como lagartija en blanca pared.
La exhibe con poderío, después de que unas siluetas bamboleantes inunden la pantalla, en 'Big girl (you are beautiful)'. Él se baja para cantarla entre el público y terminarla subido a una de las farolas de la Plaza Mayor.«Dicen que en Valladolid se habla el mejor español del mundo.Yo lo he empezado a estudiar hace cinco meses y me gusta tanto que hablaré toda la noche en español». Y así cuenta que en realidad todos somos «'ananás' (piñas) al revés que buscamos amor, aunque sea en el supermercado». Que una de sus mayores fans es Raquel, una vallisoletana de 80 años que ve el concierto desde un balcón de la Plaza Mayor (y a quien saluda desde el escenario). Que si su madre viviera, sin duda este habría sido su concierto preferido.
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Suena 'Relax (take it easy)'. La canción es una apoteosis del falsete, un subidón dos octavas más allá de lo posible para recorrer el escenario de punta a punta, mientras de fondo se proyectan imágenes de estatuas griegas que sufren lobotomías para dejar al descubierto unos cerebros de arcoíris fosforitos. Así escrito parece un poco loco. En directo, lo es todavía más. Y espera, porque la cosa sigue. A partir de ese momento vienen 'hitazos' como 'Popular song' o 'Grace Kelly', uno de esos temas que ponen a prueba la garganta de cualquiera y que comienza con Mika a los mandos de un piano que tiene las patas como esas antiguas cachavas de caramelo (de líneas blancas y rojas retorcidas), una escalerita para que el artista se suba por ella a cantar, antes de que le brinden una de las muchas ovaciones de la noche.
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El público se guarda todavía alguna más para 'Happy ending', ese tema que invita a la lagrimita, con sus coros angelicales como de iglesia a lo 'Sister act'. Y para el fin de fiesta, 'We are golden' y el 'Love today', donde invita a explorar los sentimientos sin restricciones, a amar sin cerrojos ni candados. Porque en este mundo a veces oscuro, como ese escenario apagado al principio de la actuación, nunca está de más ponerle algo de picante y de color a la vida. Hay que saber disfrutar de la pompita de felicidad mientras dura (con sus falsetes, sus corazones pirotécnicos, sus estrellitas de neón), porque ya llegará luego el día a día, con su aguja traicionera, para explotarnos la burbuja. Conciertazo.
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