Fiestas de la Virgen de San Lorenzo
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Fiestas de la Virgen de San Lorenzo
El conde Ansúrez rebota al ritmo de los dj's en ValladolidA veces uno tiene la sensación de que la música no es escucha, sino excusa. Un hilo que nos cose, una cadena que conecta, un pegamento social que hace más consistente la amistad. Y para confirmar la teoría, basta con darse un paseo esta noche ... de miércoles por la Plaza Mayor. Promete el programa festivo una velada frenética de electrónica internacional. Una sucesión de dj's con sus maletas, sus mesas de mezclas, sus consolas llenas de botones, como si fueran el muestrario de Casa Virto. Llegan con un mundo de canciones en el portátil y acumulada experiencia en el corte y confección. Cogen una base de aquí, una melodía de allí, unas voces pregrabadas de acullá y te cosen un hitazo que pone la plaza a rebotar.
Reconozco que el de los dj's es un gremio que se me escapa. Uno va al concierto de Raphael y sabe que tarde o temprano cantará 'Mi gran noche'. Va al de India Martínez y puede afirmar sin duda que caerá '90 minutos'. Se acerca a escuchar a Joyce y lo hace con pasitos tímidos como el de la zarzuela, que viene al taller sin saber muy bien a qué viene. La noche puede salir por trance, por house, por bass house, por tech house, por electro house, por progressive house. O por peteneras. Sí que se atisban los exitazos de la temporada. Como 'Move', el tema más pinchado este año en los festivales de medio mundo, el que más sonó, por ejemplo, en Tomorrowland. O 'Artemas', con su viralidad de TikTok. O 'Thank you' (not so bad)'. Y claro, no faltan los clásicos: 'Don't you worry child', 'Satisfaction' o 'Wake me up', que es el paquito chocolatero de los dj's. El caso es que lo que ahí arriba se cocina, en esos fogones llenos de regletas y lucecitas de colores, es alimento sabroso para miles de jóvenes en esta noche fresquita de ferias que huele a calimocho y electricidad.
De nuevo, la juventud viene a la Plaza Mayor a compartir botellas y hielos con los dj's. Por eso decíamos al principio que a veces la música más que escucha es excusa. La disculpa para quedar con los colegas. El pretexto para celebrar la amistad. A veces (podríamos decir siempre) uno va a un concierto no solo a escuchar música. Para eso se puede quedar en casa, con sus auriculares y el 'spotify'. Los seres humanos vamos a un concierto, sobre todo, para celebrar con amigos la juventud. Aunque se tengan ochenta años, achaques en la rodillas y el control diario del sintrom, siempre somos jóvenes cuando bailamos, eternos adolescentes mientras vivimos dentro de una canción. Da igual que tengas 80 años o 16. Da igual si es en la pérgola del Campo Grande o aquí, durante esta tormenta de decibelios y luces intermitentes que se ha desatado en la Plaza Mayor. Con este delirio de ritmo machacón, como de grifo que llora en mitad de la noche.
El público es todavía una colección de abriles. Aún no se ha asomado esta chavalería, tanta juventud lozana, a la penumbra de la vejez. Tienen todavía pilas para saltar cuando la canción rompe, para levantar los brazos cuando el 'beat' explota, para sudar con tanto esmero que uno no sabe si esa capa en sus pieles es brillo, grasa o sudor (y esta duda vale tanto para el público de esta noche como para esos minicruasanes que ya tú sabes).
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Sale primero Joyce, con una sesión que saca a pasear temas de Oasis, Adele, Bon Jovi y La Oreja de Van Gogh. Sí, amigos, 2024. Luego invade los altavoces Yves V, que, con luces verdosas durante casi toda su intervención, no deja de repetir una y mil veces 'put your hands up' (levantad las manos, anda), porque el público está más pendiente del cachi que de lo suyo. Ya hemos dicho que tantas veces es la música una excusa.
Después, la dj ucraniana Juicy M cede los platos (¿se dice así?) a Paul van Dyk, que viene a Pucela con el marchamo de cabeza de cartel y una historia tremenda. Ocurrió en 2016. Tenía entonces 45 años. Llegaba al festival A State of Trance en Utrecht como uno de los grandes de la escena internacional. Van Dyk se había coronado unos años atrás como el mejor dj del mundo, según la revista DJ Mag (que hoy coloca a David Guetta en el primer puesto y a van Dyck en el 45). Sufrió un accidente que casi le cuesta la vida, cuando se cayó desde el escenario por un agujero que no estaba señalizado. «Estoy agradecido de seguir vivo», dice a menudo en sus entrevistas. Esta noche, años después, ha ofrecido una sesión estratosférica. Muy buena. Sin decir ni una palabra (eso dice mucho de la capacidad de conexión con la música), creando una gran atmósfera y con una apuesta clara por las instrumentales.
Así que nadie mejor que él para recordarnos el poder sanador y rejuvenecedor de la música, en esta noche de colegueo y electrónica en la Plaza Mayor.
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