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Nunca mejor día que hoy para hablar de los aguafiestas. Si quieres un consejo, no te fíes de ellos. Nunca te fíes de esos tipos de ceja elevada y complejo de Schopenhauer que pueden llegar a amargarte la vida cuando pontifican su opinión. Son, con su mirada triste, su sonrisa escondida, los emperadores del pero con puntos suspensivos. Un peligro, una peste, un abono para la calamidad. Un rebaño de muermos que cuanto más lejos, mejor.
«Sí, bueno, la película esa que me dices no está mal, pero…». «Este domingo de ferias, guay, pero es que con lo que llueve...». «Es verdad que podríamos salir con paraguas, pero...». Uf. Son el ni quiero ni puedo ni el no con un pero. Hazme caso, lejos, lejos, cuanto más lejos mejor.
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Es esa gente que se tira a la piscina tapándose la nariz, que se sube a las montañas rusas con los ojos cerrados, que no ve nunca el mérito en los demás y que piensa siempre en la gotera que dejará la tormenta de hoy. Son esos tipos que regatean el elogio al amigo y que acentúan el defecto de los demás. Tóxicos, les llaman, como a los botes de salfumán. Hazme caso, en serio. Nada de peros ni de podría estar mejor. En su lugar, fichemos siempre por el equipo del que disfruta sin frenos, del que canta sin complejos, del que baila por diversión. Aunque sea bajo la lluvia, protegido por los soportales, con el paraguas como guarnición. Siempre con aquellos que tararean por la vida aunque sea a la intemperie y no se sepan la canción.
Porque no hace falta conocer al dedillo la letra para disfrutar. Hay mil veces más placer en un nananá bien puesto que en el temario de una oposición. Lo demuestran La La Love You (ya hay tarareo en su mero nombre) cuando salen a este escenario mojado, con la sintonía del Movierecord, y lo primero que dicen es: «Na-ra-na. Na-ra-na. Na-ra-na, uh, na-na-na».
Podría parecer una na-na-nadería (acabo de escribirlo y ya me arrepiento), pero (¡pero!) ese es un mensaje inequívoco de que aquí hemos venido a jugar, de que en esta noche de chubasquero y relámpagos (se confunden con las ráfagas de los focos) también cabe la juerga. De que no hay tormenta que nos atormente ni el paraguas es una maldición.
Tal vez uno de esos tipos con precauciones todas y el pero tatuado inventó el término de 'tontipop'. Con esta palabra (que suena a insulto camuflado) se etiquetó a bandas como esta, herederas de la movida y el yeyé, que apostaron por las letras desenfadadas y los estribillos pegajosos, por las guitarras enrabietadas y el redoble resultón. Y aquí están ellos, reivindicando el 'tontipop'. Aquí, bajo la lluvia, pese al chaparrón, brilla este cuarteto con pasado en instituto de Parla y futuro a lo Wizink Center.
De aquellos tiempos de pupitre y acné conservan un espíritu adolescente que impregna sus canciones. Los personajes de sus letras son tipos enamoradizos, inseguros («es cada nota una derrota dentro de mí»), idealistas y poperos, que recurren a la rima resultona para contar que son tan felices que seguro que vendrá a alguien a explotar la pompita de jabón. Porque esa gente mala y aguafiestas, existe, amiguitos. Existe.
Comienza el jolgorio, en un escenario lleno de trozos de pizza gigante, con 'Mas colao que el colacao', una declaración de amor con Frosties, Nintendos y grumitos de cacao en la cuchara. Continúa con 'Alucina, vecina' (y aquí ya jarrea) donde La La Love You despliega esa truco tan eficaz que consiste en contar una historia en apariencia inocente que, si rascas, puede convertirse en trama de terror. («Y es que tengo que confesar, que no la dejo de espiar»). Temas con espíritu adolescente, de esa época con acné en la que se engrandecen los sentimientos y se ven océanos insalvables donde solo hay charcos como los de esta Plaza Mayor.
Aunque, bueno, en eso consiste también ser adolescente, ¿verdad? En construirse abismos en apenas un bordillo. Un granito en la frente puede ser el fin del mundo; una tarde sin consola, el peor de los castigos; cuatro gotas de lluvia, el diluvio; una ruptura amorosa, el armaggedón.
La La Love you ha encontrado en su música el puntito exacto para reírse de los dramas y convertir la tristeza en almíbar, los miedos en algodón de azúcar, el presente en un mundo donde por fin apetezca vivir. Aunque la chica que te gusta pase de ti. «Irene no me hace mucho caso», cantan en uno de los temas de esta noche pasada por agua en la que también suenan 'quédate conmigo' (justo cuando más llueve), 'Que nada nos pare' (ni siquiera la lluvia), 'La canción del verano' (con guiño a Shakira) o esa traca final (bajo la tormenta que no cesa) con 'El fin del mundo', en el que nos recuerdan que mientras tú bailes, todo seguirá bien, aunque «yo esté llorando y sufriendo de amor». El tormentito adolescente (frente a la tormenta eléctrica) como fuente de inspiración.
Las melodías de La La Love You convierten cada canción en una fiesta, una paga extra, un postre sin remordimientos, un carrusel del que cuesta bajarse. Por eso, no es extraño que se asomen en otros conciertos al 'Tenía tanto que darte', una canción tan perfecta que ya solo por concebirla merece la pena toda la carrera posterior de Nena Daconte.
Mai Meneses (la artista que eligió el nombre de un personaje de García Márquez para subirse a los escenarios) regresa a la Plaza Mayor después de una confesión en forma de libro (aquellos tiempos de síndromes de la abstinencia y de la impostora). Ya nos visitó en fiestas cuando su historia estaba a punto de despegar. Era el año 2007, llegaba con un solo disco bajo el brazo y se marcó versiones de Dylan, Elvis Costello y REM para completar el concierto. «No esperaba que viniera tanta gente», dijo entonces. Y hoy, 16 años después, recordamos ese momento en esta Plaza Mayor empapada que se olvida de los charcos para ponerse a sus pies.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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