![Ana Belén ofreció un recital con un repaso a su carrera en la Plaza Mayor.](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201909/14/media/zzz-anabelen.gif)
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Un poco de paciencia. Después de este largo primer párrafo hablaremos de Ana Belén. Pero antes... Antes habrá que constatar que hay canciones que son picaduras de Cupido, flechazos como de amor a primera vista que se te clavan en los primeros compases para no ... soltarte hasta el acorde final. Las hay que son matrimonio bodas de oro, con las que vivirías toda la vida, que escucharías a diario, tal vez no con la pasión del primer día, pero sí con la certeza de que no habrá ninguna otra que te guste tanto como esta. Hay canciones que son amantes clandestinos: te las pones a escondidas para que nadie se entere de que en realidad disfrutas con cosas así. Otras parecen vecino de ascensor: nunca te has detenido a observarlas con interés, pero te cruzas con ellas todos los días (como hilo musical, como fondo ambiental en la radio o en una tienda). Hay canciones que son compañeros de trabajo: estás tanto tiempo con ellos que al final se les coge cariño. Otras que son ya como de la familia. Las hay que tío lejano que ves de ciento en viento y de vez en cuando regresa para una cena en casa y recordarte que casi no le recordabas. Hay canciones que son como la primera novia: la quisiste tanto tanto que al final se te olvidó. Hay algunas que son amigo de copas, otras que amigo de charlas, otras que amigo de por vida, otras que amigo fin de semana, otras que colega que te han presentado hoy y con el que no saldrás nunca más de fiesta. Hay canciones que son como ese mejor amigo que puede que hace siglos que no veas, que tal vez ha desaparecido de los contactos recientes del móvil, que ha quedado sepultado en las capas freáticas del 'whatsapp'… y que, sin embargo, cuando con él te reencuentras, cuando lo vuelves a ver, cuando lo escuchas de nuevo, parece que el tiempo no ha pasado, que la amistad no se ha oxidado, que todo sigue como ayer (cuando ayer pueden ser años) y tanto volvéis juntos a disfrutar.
El tramo final del concierto de Ana Belén es una cita con los amigos de siempre, con esos viejos compañeros que regresan para demostrarte que, en realidad, nunca se fueron. Que, aunque lejanos y mudos (no diremos que abandonados), siempre estuvieron allí. Son canciones que parecían enterradas por el polvo lento del olvido y que recuerdas palabra por palabra en cuanto suena la primera nota y Ana Belén las empieza a cantar.
Y llegan así, con esa fuerza de la melodía de pronto recordada, las palomas que buscan cielos más estrellados ('España camisa blanca'), los relojes de cuerdas suspendidos y los teléfonos desconectados ('Derroche'), las telarañas que enmarañan mi razón ('Lía'), los juicios tan sumarios que envilecen el cristal de los acuarios ('Peces de ciudad'). O los borrachos con babas que le recuerdan quien fue. Suena 'El hombre del piano', ya casi al final, antes de los bises, y la Plaza Mayor estalla en un aplauso pirotécnico, estruendoso y brillante como castillo de fuegos artificiales.
Es el colofón del concierto de Ana Belén una sucesión de canciones ya eternas que la artista interpreta después de recorrer las piezas de 'Vida', el trabajo con el que ha vuelto a la música y los conciertos en directo. Abre la boca Ana Belén y se ilumina la noche. Recorre el escenario con el aplomo de la actriz que tantas tablas ha pisado. Declama textos entre canción y canción. Sin prisa ni demora. Tomándose un tiempo que dedica a hablar de los derechos de la mujer, de la solidaridad de barrio, de sus deseos nunca cumplidos de que los Reyes Magos le trajeran la muñeca Wendolin, de las sorpresas que da la vida, de la sabiduría de las madres («Cuando empecé a trabajar, la mía me dijo: 'Tú págate lo tuyo, que nadie te invite'»).
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Ana Belén (que recuerda a los compositores de sus temas, de Rozalén a Aute, de Sabina a Víctor Manuel) consigue aplausos incluso cuando no canta. Con cuatro letras de luces (vida) a sus espaldas y la luna llena ahí arriba, ataca las canciones con una pierna y la cadera más adelantada, el tronco atrás, la melena en caída libre. Con una mano sujeta el micro. Con la otra peina el aire. Y cuando termina de cantar, baja la mano y los ojos, aprieta los labios y solo empieza a sonreír a cámara lenta cuando suenan la última nota y el primer aplauso.
Qué lujazo Ana Belén, qué derroche de coros, cuánta locura sus músicos, capitaneados por David San José. Lo demuestran en 'Desde mi libertad', en 'Yo también nací en el 53', en 'Las cuatro y diez', en 'A la sombra de un león', que interpreta con la sola red de un piano.
Hay conciertos de bailar. Los hay de saltar, de cantar. Y los hay, como este, de escuchar. Ana Belén convirtió este viernes la Plaza Mayor casi en un teatro para disfrutar con un recital en el que también sonaron 'Contamíname' y una versión brutal, con un swing tremendo, de 'Cómo pudiste hacerme esto a mí', de Alaska.
«Qué maravillosa noche me habéis preparado», dijo Ana Belén al salir a una Plaza Mayor en la que no actuaba desde hace 25 años. «Esta noche es un diálogo con vosotros. La excusa es presentaros unas canciones nuevas... y otras más viejecitas, que yo bien sé que son las que queréis escuchar». Y se escucharon, sí, en este recital que termina como la reunión de esos amigos que nunca se olvidaron y que, después de tanto tiempo, se vuelven a encontrar.
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