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Morat en la Plaza Mayor de Valladolid.

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Morat en la Plaza Mayor de Valladolid. Ricardo Otazo

Morat revienta la Plaza Mayor

Miles de gargantas acompañan a Morat en su concierto multitudinario en Valladolid

Víctor Vela

Valladolid

Miércoles, 6 de septiembre 2017, 12:01

«Queremos pedirles que sean parte de Morat esta noche», dice Juan Pablo Isaza, guitarra en ristre, como el militar que antes del ataque repasa instrucciones junto a la tropa. «Queremos que canten hasta si no se saben las canciones». Porque si falla la letra, ... siempre se puede recurrir al ohhh, tan presente en su repertorio. Piden que la gente cante porque la orgía de voces es parte de la base del grupo. Para que lo entiendas, un estribillo de Morat es una expedición de la Guardia de la Noche contra los caballeros blancos, una horda de ‘millenials’ que avanza contra el frío muro del futuro, un ejército joven que une ‘brackets’ para cantar que «hoy te escribo sin pensar y sin ortografía» (!!!!). Es un batallón arracimado que acumula voces para asaltar el torreón repetido de una canción. Un estribillo de Morat es un botellón en Las Moreras, un mercadillo en Delicias, hora punta en el atasco, una foto con mil ‘likes’. Es como un grupo de ‘whatsapp’ donde hay barra libre de emojis que no dejan de vibrar. Un estribillo de Morat es muchas voces en una, un coro, un karaoke a lo bestia, un orfeón. Y lo mismo ocurre tanto en disco como en directo. Mientras que la estrofa es cosa de uno, el solista ejerciendo de tal (y los de Morat se turnan el privilegio según la canción), para el estribillo se juntan todos, tope de voces a la vez, como si fuera imposible cantarlo a solas y hubiera que encomendarse a la santísima cofradía del pop compartido, a la veneradísima hermandad del éxito seguro. ¡A mí el batallón del estribillo! Y entonces empieza la lucha, temblor de cuerdas vocales, maremoto de salivas, tañer de campanillas ahí al fondo de la garganta. Dice el grupo de si mismo que una canción de Morat dura cuatro minutos o 280 latidos de un corazón enamorado (¡ohhhh!). Habría que sumarle además que una canción de Morat, en su estribillo, es una fiesta a la que todo el mundo está invitado. El camarote de los hermanos Vargas Morales (Simón y Martín) y de los Juan Pablos (Isaza y Villamil). Juerga padre para cantar unidos.

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