Son la banda de Joaquín Sabina. Sus compinches musicales. Pancho Varona, Antonio García de Diego y Jaime Asúa son coautores de más de un centenar de canciones junto al trovador de Úbeda. Mara Barros es la voz que lo ha arropado en miles de actuaciones. ... El batería Paco Beneyto ha colaborado con él en varios espectáculos. Y juntos se han conjurado para recordar un puñado de canciones de Sabina en el Teatro Carrión (este 8 de septiembre, a las 21:00 horas).
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-¿Cómo se vive una noche sabinera sin Sabina?
-Sabina es el motor. Sus canciones son lo más importante de esta noche. Pancho Varona y yo hemos estado en buena parte de la gestación de esas canciones. Nos las conocemos muy bien. Y al final este es un homenaje no solo Sabina, sino al poder transformador que puede tener una canción. A su vitalidad. Soy un gran defensor de las canciones como vehículo para transmitir emociones, para lanzar mensajes.
-Y hay un público entregado que las recibe.
-En Valladolid seguro que sí, que es tierra comunera y sabinera.
-Hay tantas canciones que en vez de una podrían hacer 500 noches.
-Meter todo el repertorio sería imposible. Hay algunas canciones suyas que posiblemente ni sepamos. Yo empecé a colaborar con Sabina en el 88, con 'El hombre del traje gris'. Y es con esas canciones con las que me siento más cómodo. Pero en el concierto suenan otras anteriores, claro. Cómo no iban a estar 'Calle melancolía', 'Princesa...'. Lo bonito de estos conciertos es que se siente la comunión con el público.
-¿Cómo se conectó su vida con la de Sabina?
-He tocado toda mi vida con Miguel Ríos, con Víctor y Ana... y Sabina me tiró los tejos. Me buscó para que trabajara como productor con él y a mí, que había producido a algunos grupos pequeñitos, eso me sonaba un poco grande. Joaquín dice que me escondía por los esquinas, que no se lo puse fácil. Pero al final llegó 'El hombre del traje gris', que fue el primer disco en el que colaboré con él. Y de ahí, hasta '19 días...', que ya hizo con Alejo Stivel. Luego llegaron los problemas de salud. Al principio yo producía: llamaba a músicos y no tocaba. Pero al final me metí de lleno en el mundo Sabina: hacía arreglos, tocaba...
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-¿Cómo entró en usted el venenillo de la música?
-De pequeñín. Recuerdo que cantaba en el pueblo 'La campanera'. Esas cosas de crío, que tienes ese puntito de curiosidad, que cantas, la gente te oye, dice: 'Oye, pues este chaval...'. Luego me metieron en un colegio que tenía un coro y ahí desarrollé esa afición. Hice solfeo, algo de piano... Las nociones básicas para seguir la partitura del coro. Y más tarde, al salir del colegio, me pilló la mejor época del mundo.
-¿Cuál?
-La de los Beatles, los Rolling, los Kinks. Imagínate, con 14 años empiezas a escuchar eso... y me explotó la cabeza. Yo vivía en Getafe, me metí en el grupo que pude (éramos muy malos) y ya empecé a tocar. A partir de ahí comencé a evolucionar, a conocer gente, a estar en grupos mejores. Me vio Teddy Bautista y me llamó para un proyecto con 'Los canarios'. Y luego, Miguel Ríos, hice 'Jesucristo Superstar', he grabado con Triana, con Aute. He tenido la suerte de trabajar con mucha gente.
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-¿Cuántos kilómetros habrá en la funda de los instrumentos?
-Uf, muchísimos. Viajes a América, cuarenta o cincuenta. Y en España he hecho muchísimas giras. Hasta de aquellas que se hacían cuando tocabas en los bailes. El concepto de concierto ya nos pilló muy baqueteados. Al principio, contrataban a un artista, ya fuera Miguel Ríos o Víctor Manuel, para el baile de tal pueblo. Y entonces, tocabas tres cuartos de hora. Era como un inciso entre las sesiones de las orquestas. Tocaba el artista invitado. Luego ya sí, se pasó al concepto de concierto como lo conocemos ahora, en estadios, plazas de toros, en una plaza mayor, donde la gente va a escuchar. No es esa idea del baile en que te metían a un artista para que cantara unas canciones.
-Y ahora, en salas y teatros.
-Claro, nosotros hacemos cosas más pequeñitas.
-¿Caben peticiones del oyente?
-No, pero sí que invitamos a cuatro o cinco personas a que suban al escenario y canten lo que quieran de Sabina.
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-Uy, qué peligro.
-Es muy divertido. Si alguien quiere cantar, por ejemplo, '19 días y 500 noches', pues lo dice, hay un chaval ahí que lo apunta y luego, cuando llega el momento, coge el micrófono, sube al escenario y nosotros le acompañamos.
-¿Y al mejor?
-Le regalamos un bombín. A veces no es el que mejor canta, sino el que tenga mejor actitud, buen rollo, el que nos caiga más simpático. Claro, a veces es un riesgo, nos han pasado cosas graciosas. Hay algunos a los que les tienes casi que perseguir como sea porque se van de ritmo. Pero es muy divertido.
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-Si tuviera que quedarse con un par de canciones.
-Hay una que canto yo, solo con la guitarra, 'Tan joven y tan viejo', que me gusta mucho porque es una fotografía de Joaquín, una de las muchas que tiene, como 'Lo niego todo'. Y luego hay otra que nos encanta, que me parece la simbiosis perfecta entre la música y la letra, que es 'Peces de ciudad', la canción perfecta.
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