![Setenta años comiendo niños](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/pre2017/multimedia/noticias/201609/06/media/cortadas/1_xoptimizadax-kBEC-U2027252755730pC-490x490@Norte%20Castilla.jpg)
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Enrique Berzal
Jueves, 8 de septiembre 2016, 22:07
No deja de ser paradójico que en la España de la pobreza y el racionamiento, aún calientes los estragos de la guerra y vacíos los estómagos en tiempos de autarquía, las autoridades escogieran la figura de un monstruo comilón para amenizar las fiestas y hacer las delicias de los más pequeños. Pero así fue: era 1946, año duro de postguerra, con el país atenazado por los rigores del hambre y el Régimen de Franco acuciado por el aislamiento a que nos estaba sometiendo la ONU, cuando El Norte de Castilla anunciaba la inminente llegada del 'Tío Tragaldabas'. Lo hizo público el 18 de agosto, fecha escogida por Ayuntamiento para avanzar el contenido de las 'Ferias y fiestas de San Mateo', que habrían de celebrarse entre el 15 y el 22 de septiembre, aclarando, además, que marcharía acompañado de los famosos gigantes y cabezudos «para delicia y diversión de la gente menuda».
Los motivos de novedad tan aclamada los explicó este periódico el 15 de septiembre, fecha de la puesta de largo de la principal «novedad de la Feria»: al igual que se hacía en otras ciudades, donde figuras grotescas amenizaban el ocio de los más pequeños en fechas señaladas, Valladolid incorporaba al 'Tío Tragaladabas' a imagen y semejanza del 'Gargantúa' bilbaíno, «que no es otra cosa que un gran muñeco que se alimenta de chicos que luego expulsa por un gran tobogán».
Inspirado igualmente en un conocido personaje de la literatura infantil, el Tragaldabas del Pisuerga se distinguiría por ir ataviado con traje típico del campesino castellano decimonónico, «tocado con pavero y vestido con luenga capa. Aparece sentado en una mesa en posición regocijada de tragarse todos los chicos que le entregan dos cocineros que están a su servicio. Suponemos que no va a faltarle alimento, pues ¡cuidado si hay chicos en Valladolid!», aventuraba El Norte.
Y así fue. Aquel domingo, 15 de septiembre de 1946, el 'Tío Tragaldabas' se estrenó con un éxito rotundo y cientos de niños, una vez superado su inicial temor (aquella primera vesión no era precisamente agraciada), se lanzaron para ser engullidos por el comilón y luego expulsados a través del tobogán. «La voluminosa carroza va tirada por una pareja de bueyes y seguida por una nube de pequeñuelos que lo están gozando de lo lindo con la nueva diversión», señalaba este periódico.
Mientras el Gargantúa bilbaíno pretendía ser la versión local del hijo glotón del gigante Pantagruel, el Tragaldabas de Valladolid se inspiraba en el cuento popular del gigante que habitaba en una bodega y se tragaba a tres niñas a las que su abuela encomendaba bajar al sótano para coger la prometida merienda de pan con miel. «Pequeña, no vengas acá, que soy el Tragaldabas y te voy a tragar», les advertía el gigante, sin que ellas hicieran caso. Después de varios y desafortunados intentos de salvar a las niñas, una hormiguita dio con la solución a cambio de un grano de trigo: «Yo soy la hormiguita de este pedregal, que te pego un mordisco y te hago bailar», dijo antes de avanzar hacia el gigante, moderle en el trasero y conseguir que las pequeñas escaparan.
Lo cierto es que el Tragaldabas vallisoletano era hijo de varios padres: Teodoro Rivera, autor del proyecto y director del montaje; el escultor González Pintado, responsable del modelado en barro; el escayolista Julián Moreno; Luis González, artífice del cartonaje; Lucio Martín de la plataforma; Tomás Ruiz, encargado del tobogán y otros detalles, y la Casa Castilla, donde se confeccionó la larga y negra capa que lo cubría. «Como la plataforma dispone de ruedas, el Tragaldabas podra cambiar de domicilio y visitar los barrios, a fin de que se cumpla el dicho popular de que la risa va por barrios», se felicitaba El Norte.
Sin embargo, el trato que se dispensó al gigante no debió de ser el adecuado para su correcta conservación, pues, como apunta José Miguel Ortega en el libro 'Valladolid cotidiano', dos años más tarde la figura tuvo que ser rehecha, en esta ocasión por el afamado artista valenciano Regino Mas, autor de los gigantes y cabezudos. La imponente calidad de la nueva figura hizo que el Ayuntamiento, presidido por Francisco Ferreiro, pasara por alto el sobrecoste final (las 20.000 pesetas iniciales se convirtieron en 27.000) y las fiestas de 1948 estrenaron Tío Tragaldabas con un nuevo elemento: una suculenta tarta que justificaba la enorme apertura de su boca: «Este año ha venido otro Tío Tragaldabas a la feria. Mejor concebido, realizado y presentado que el anterior, ha obtenido un gran éxito por parte de la chiquillería y es una nota de color en la feria vallisoletana», apuntaba este periódico el 21 de septiembre de 1948.
Mucho después, en 1992, el gigantón ingresó nuevamente en talleres para ser remozado, al tiempo que se incorporaba al festín comeniños la Tía Melitona, construida por la Casa de Oficios de la Madera y estrenada meses antes, concretamente en la festividad de San Pedro Regalado. Aquel año, como informaba El Norte de Castilla, «La Tía Melitona se tragó en solitario a los niños porque el Tío Tragaldabas se puso enfermo».
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Ignacio Repilado | Valladolid y Pedro Resina | Valladolid
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
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