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Johny Cifuentes y su guitarra viven el rock durante el concierto.
Burning hace arder la Plaza Mayor

Burning hace arder la Plaza Mayor

El grupo, con cuarenta años de trayectoria, demostró que el rock está más vivo que nunca y que la edad no es más que un número

MARTA MARINERO

Viernes, 11 de septiembre 2015, 09:39

Con un pañuelo de estampado de leopardo en el soporte del micrófono, un piano a juego pero en rojo, gafas de sol en tres cuartas partes de la banda y cuarenta años de trayectoria musical. Así apareció Burning ante un Valladolid que estaba allí, expectando, preparado para ellos y sus canciones, nuevas y viejas.

Comenzó fuerte, y la Plaza Mayor acababa de llenarse por momentos. En la segunda canción, los sitios buenos y gran parte de los malos ya estaban ocupados por vallisoletanos de la quinta de Johnny Cifuentes, pero también jóvenes que saben apreciar la buena música, la de verdad, la de la bandana en la cabeza.

«Buenas Noches Valladolid, ¡rock and roll!» dijo el líder de Burning en un arranque de concierto que elevó al público y que no decayó en ningún momento. 'Bestia azul' fueron las primeras notas: «No quiero darte la espalda, porque sé que tu me la arañas, venga ve y diviértete». Con la segunda, 'Tú te lo llevas todo', la ciudad demostró la buena salud de los rockeros, y que la memoria nunca falla para las canciones que llegan bien dentro. Sus manos se alzaron con ella: palmadas e índice hacia el cielo marcando el ritmo, y con '¿Qué hace una chica como tú?', Valladolid llegó a su clímax.

No fue en la primera, en la segunda, ni en la tercera. Hasta la cuarta, Johhnny no abandonó el piano para acercarse al micrófono, donde las teclas dejaron paso a la percusión más básica, más manual. A la pandereta.

Los vallisoletanos, fieles a su forma de ser, no bailaban, pero sí, y eso aquí ya es mucho, movían la cabeza con ganas, aplaudían sin pedírselo y coreaban unas letras que se sabían 'de pe a pa'. Sorprendentemente, había dos o tres que sí que movieron el esqueleto, como antaño se decía. Los menos. Pero ahí estaban.

Control y años

Son profesionales, como la copa de un pino y se comen el escenario con patatas, que también se suele añadir. Cifuentes sabe cómo moverse, a quién dirigirse, y qué puntos tocar. Sabe de qué va el asunto. El público tampoco necesitaba mucho. Estaba volcado en Burning. Receptivo a lo que Cifuentes y su banda le echara. La guitarra, la reina de la fiesta. «¡Qué grande!», se oía cada poco.

Los 'burnianos' controlan el cotarro. Son rockeros de los pies a la cabeza aunque los años no pasan en balde y las cabelleras van dejando paso a lo que hay debajo.

Su música no muere, ni ahora, ni nunca. Y ellos se esfuerzan en que así sea, renovándose cada poco, pero sin perder una esencia que les hace ser quienes son, y que potencian que a todos, poco o mucho, les suene el nombre de un grupo que estuvo en La Movida, que nació cuando aún Franco controlaba una España dividida, y que representa lo que es el rock.

Entre el público, camisetas del grupo, gafas de sol y chalecos de cuero. Vestidos como ellos, cantando como ellos, Valladolid fue la proyección de quien estaba ahí arriba, en el escenario, haciendo vibrar a una ciudad entera y a una chica como ella, en un sitio como la Plaza Mayor.

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