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Víctor Vela
Miércoles, 9 de septiembre 2015, 09:43
Le llamaron brincosis, como si fuera una enfermedad contagiosa, un virus para el que no existe vacuna, un mal que se propaga por el aire, que se contrae con escuchar tan solo un par de acordes. Descubrirás los síntomas si buscas la palabreja en cualquier enciclopedia médica de Internet: primero, pies nerviosos; luego, golpeteos incontrolados de cadera; después, movimiento de labios para entonar unas canciones que creías olvidadas, pero que están grabadas a fuego en el disco duro de tu cerebro. Así pasen los años. Y la evocación de aquellos tiempos, el rescate de sus éxitos (¡son tantos!), dan para llenar con holgura la hora y media larga de concierto.
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La brincosis ataca de nuevo. Peor que el ántrax. Más peligroso que una gripe mal curada. Si eres hipocondríaco, no sigas leyendo. Ayer propagaron un virus peligroso en la Plaza Mayor. Los Brincos andan sueltos. De nuevo. Y sus canciones, esparcidas por el ambiente. Malo será que escuches el inicio de 'Lola' o 'Un sorbito de champán' porque no podrás quitarte el estribillo de la cabeza. Y para eso no hay vacuna. Ni remedio. Ni receta entre tanto recorte médico. La única solución es entregarte y dejarte contagiar. Nada de mascarillas ni antibióticos. Olvídate de medicamento alguno. Ni tiritas ni condones. La única opción, el único tratamiento posible, es entregarse a la enfermedad. Pucela entera contagiada por la brincosis.
Los primeros síntomas son 'Flamenco' y 'Tú me dijiste adiós'. Es brutal cómo Los Brincos (no los originales, sino sus sucesores) pueden recetar de entrada, a las primeras de cambio, unas canciones tan potentes, incluidas ya en lo mejor de la historia del pop español. Y para completar la terna, 'Amiga mía', una melodía que podría firmar sin rubor cualquiera de los actuales grupos del poppy más indie. Dijeron de ellos, de Los Brincos primigenios, que eran 'los beatles españoles'. Así lo recordaron ellos desde el escenario. Y aquí se combatió la 'beatlemanía' con esa brincosis que amplía sus dominios a fuerza de esparcir canciones como 'La pulga' (reparten cascabeles entre el público para que acompañen) o 'Sola', que Los Brincos se marcan con la colaboración del pucelano Alfonso Pahíno.
Si lee atentamente el prospecto de su medicamento, descubrirá que otro de los claros síntomas de la brincosis es un agudo dolor de garganta, provocado tal vez por haber voceado sin límite 'Lola', una de las piezas más coreadas de la noche, junto con 'Mejor', una canción cañón que pone a prueba los falsetes con ese 'ahora todo pasó'. Y ahí arriba, Los Brincos, con su sombrero (que no es pose, porque lo llevaban ya puesto entre bambalinas una hora antes del concierto), advierten que hay que tener cuidado con la brincosis. Porque el virus que con más rapidez se contagia es el de una buena canción. Y si no cree lo que ha leído, consulte a su farmacéutico.
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