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Carlos Baute, durante una de las canciones de la noche, con la bailarina en plena acrobacia.
Tranquilas, hay guiños... y éxitos para todas

Tranquilas, hay guiños... y éxitos para todas

Carlos Baute coquetea con el público en un concierto con el que bombardea 'singles' desde el primer momento

Víctor Vela

Lunes, 7 de septiembre 2015, 09:27

Carlos Baute asoma la patita a lo blanca y radiante va la novia, con su vaquerito ajustado, ese tupé de cera, estrellona él de la noche entera, con esa sonrisa infinita que es un imán para los focos, una meta volante para las fotos, diana febril de los piropos. Guapo, le gritan dentro de lo esperable. Tío bueno, le avasallan como si la noche fuera todo adolescencia. Macizorro, le sueltan para demostrar que hay palabras que sobreviven aunque parecieron morir en los años 90. Le llaman de todo, hasta bonito. ¡Bonito! Como si fuera un atún del norte. Bonito, como el mostrador de una confitería, como el trabajo fin de curso del churumbel, como un balcón lleno de geranios. Bonito, le dedican desde las primeras filas (y las segundas, las terceras, hasta el infinito y más allá) y él abre la sonrisa, en plan persiana licor del polo, para agradecer con dientes los halagos del personal. «Gracias Valladolid», dice con ese acento de asúcar', con esa caligrafía melosa en su forma de hablar. Y en pleno sarpullido de juventudes, Baute comienza a cantar.

Quizá no fue coincidencia encontrarme contigo.

O sea, que empieza con el que él considera que es su mayor pelotazo. Quemando las naves, ahí, desde el principio. 'Colgando en tus manos' como tarjeta de visita en este concierto que tiene su aquel de programa de cardio en El Palero, de clase de aerobic nivel avanzado en el CDO. Hay coreografías milimetradas que Baute comparte con un par de parejas de bailarines que vinieron a Pucela con medio armario en la maleta. Que si todo de blanco con máscaras antigás (así empezaron, te lo juro), que si con transparencias negras (ellas) y camiseta de malotes (ellos), que si chalecos vaqueros... un catálogo de ropitas que ya quisiera la Barbie para sí . Y con cada uno de ellos, una canción. Baute se ha internado en estos últimos tiempos en unos ritmos más roqueros que abandonan un poco esos aires latinos con los que se dio a conocer. Él lo reconoce. Pero no deja de presumir de sus raíces musicales cuando entona 'Amarte bien' o 'Mi medicina'... o cuando le dedica besos desde el escenario a alguna de sus compatriotas, envueltas con banderas venezolanas. Aunque cuidado (cuidado), porque ya era difícil estar en la Plaza Mayor y que no te cayera de refilón (un campo de minas de algodón) alguno de los besos que lanzaba Baute desde el escenario. Había para todos. Muac, muac, muac. Y también guiños del ojo izquierdo. Y meneítos de cadera. Y golpecitos con la mano extendida a la altura de la ingle. Y marejadillas con el pecho. Y un discurso como de tronista de Telecinco, con consejos 'made in Baute' para ligar: «Lleven a su mujer el desayuno a la cama». «Pónganle notitas en el suelo que digan: 'Mi amor, esta noche te voy a comer toda, toda, toda». «Llenen con velitas los alrededores de la cama». Y cuenta esto mientras busca cómplices entre el público («que sean solteras, tengan buen pechote digo, corazón y sepan cocinar»», en fin) para trepar al escenario y cantar con él 'Nada se compara a ti'.

Báilaloooooooo, grita Baute, en plan paréntesis entre 'Dame de eso' o 'Me pones tierno', exitazos que suenan, inesperados como la navaja de un quinqui, en los altavoces cuando menos te lo esperas. Y entre medias, muchos guiños, sonrisas, posturas varias para acompasar un concierto que se convirtió en un duelo de piropos en OK Corral. Que si tío bueno, que si qué lindas las vallisoletanas, que si guapo, que si hermosas todas. Y bonito, también le llamaron bonito, como si fuera un recuerdo del cole, un regalo indeseado, tal vez un amanacer.

Y cuando se apagaron los focos, Baute siguió regalando besos.

Por si acaso.

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