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David Bisbal señala al público en un instante de su concierto.
Bisbal revienta las costuras de la Plaza Mayor de Valladolid

Bisbal revienta las costuras de la Plaza Mayor de Valladolid

El cantante almeriense actuó frente a 35.000 personas que corearon sus canciones

Víctor Vela

Viernes, 12 de septiembre 2014, 09:04

Vamos a hacer un experimento meganovedoso. Por una vez, la redacción de El Norte de Castilla va a rogarte que no leas esto. Pasa de estas letras. Si total... Coge a la persona que tengas al lado y pídele que te declame esta chorradinas que hay aquí escritas. Puede ser tu madre, tu hermana, tu hijo, el vecino, el camarero si estás en un bar. Y si no tienes a nadie cerca, vuelve al quiosco y trata de convencer al quiosquero. Vas y le dices: Porfa, léeme esto. Y tú pillas un sillón retro, te sientas muy digno, pones cara interesante y miras al cielo (si tienes un camiseta de Batman, ya lo bordamos). Y así, de esta guisa, le pides al otro a tu madre, tu hermana, a tu hijo, vecino, camarero, quiosquero, etecé que empiece a leer. En el momento en el que te apetezca (están permitidos los amagos) tú le das al botón (puede valer el del pantalón o el de una camisa) y te das la vuelta señalándote el vello del antebrazo, mientras sientes cómo la gente a tu alrededor aplaude, te vitorea, te grita con un megáfono de feria en la garganta.

Pero no hagas trampa, ¿eh? Sigue de espaldas. Escucharás así que te cuentan cómo Bisbal sale al escenario. A contraluz. Su silueta perfilada sobre focos azules. Y empieza a cantar: «Tan solo tú y yo con nuestro atardecer, somos unos náufragos huyendo del ayer». ¡Ahora! ¡Venga! ¡Dale al botón y pega la vuelta! (Pimpinela dixit).

The Morrigans pone música fresca a la espera

  • Suenan a este verano que está a puntito de coger la sudadera y pirarse septiembre abajo. Suenan a horas de sol y risas con los colegas. Suenan a un calor que se va apagando y a tardes de terraza y playa (aunque sea la de Las Moreras). Suenan fresquitos. Quizá por eso algunos saltan al escenario sin calcetines entre pantalón y zapato (toda una declaración de intenciones). Quizá por eso, brindan en mitad del concierto, en mitad del escenario, con una copita de Rueda, patrocinador de la gira de este grupo asturiano, de Avilés, que parece llegado para quedarse. The Morrigans tienen canciones como para ser bucle de radiofórmula. Posiblemente ya has escuchado algunas (como Terriblemente cruel) y otras te sonarán dentro de poquito. Porque el grupo se aprovechó ayer del tirón de Bisbal para presentar credenciales (y regalar cedés desde el escenario). Montaron fiesta en la Plaza Mayor y el público, que venía a otra cosa, respondió. Y se desató, por ejemplo, con la versión de Highway to hell que se marcaron después de una minisesión de batukada. Aby, Villa y Nube, los integrantes de The Morrigans seguro recordarán este concierto. Son Cosas que pasan.

Y ese sofá pinturero y con lucecitas como sacado del Jamaica va y se gira, gritas ¡quiero tu voz! y te entregas al concierto de ese tipo que está sobre el escenario, que suena a David Bisbal y se tira un aire a David Bisbal. Pero ojo, un Bisbal 2.0. Parece que el almeriense quiere olvidar aquella etapa suya de rizos meleneros, aires lationoides, patadas al aire y brincos en el escenario. Sale ahora enfundado en un traje oscuro, camisa blanca que parece llevar corbata y por dentro del pantalón (ya es un dato) y ni siquiera dice lo de tiri tiri tititití en el Ave María que canta en segundo lugar. Gran pérdida la del tiritití, Bisbal, que lo sepas. El nuevo Bisbal se arropa de arreglos más elaborados, de músicos brutales, de aires funky que le dan aires más sofisticados a piezas como Lloraré las penas o Cómo olvidar. Parece que Bisbal ha dejado hasta las clases de kárate. Antes, en su vida anterior, le cantaban Ese bisbi, ese bisbi, eh. Ahora se lleva el más sobrio guapo, guapo. Si hasta ya se cambia de vestuario, como solo hacen los grandes: la Pantoja, sin ir más lejos.

Pero, aunque queramos evitarlo... la cabra tira al monte. Y así, cuando menos te lo esperas, vuelve la esencia bisbalera. Y estira los brazos con los puños cerrados, saca los dientes, mete el labio inferior (¡esa intensidad buena!), se levanta la americana, se da la vuelta y empieza a menear caderas (por no escribir culo). «¡Diseeeeeeee!», grita antes de atacar un estribillo. «¡Cómo suenaaaa!», invita a que el público cante con él. «¡Sa mano arribaaaa!», y ahí abajo toda esa gente la misma que le dio al botón y se giró al principio del concierto le acompaña en las canciones. Bisbal, con traje nuevo o esencias antiguas, tanto da, triunfó anoche en la Plaza Mayor. Y lo hizo a lo grande. Repescando canciones de su carrera musical (mucha balada, eso sí), de esos «trece añillos» que le han dado un repertorio que ahora busca renovada piel. Se nota, por ejemplo, en el Quién me iba a deciro en esas lentas en las que demuestra una voz potentísima, que perfila bien los agudos y se entretiene en quiebros al final de las frases. Brilla Bisbal cuando canta y saca a pasear chorrazo de voz. Lo hace con un repertorio de gestos en los que ya (casi) no tiene cabida el berbiquí revolucionado (ese tornado que acaba con patadita en alto, ¡yeje!), pero que abusa de la mano derecha estirada, el dedo índice al cielo y el micrófono anclado en la mano izquierda. De vez en cuando, muy sentido él, lanza un beso, se abre la americana y se golpea una, dos, tropecientas veces el corazón (debe tener la palma de la mano tatuada en las costillas). O estira la espalda hacia atrás a lo Nadia Comaneci mientras le pega con precisión a los agudos. Van pasando así 24 horas, Hombre de tu vida (con aires bossa nova) o Quiero perderme en tu cuerpo. Dicen desde la organización que más de 35.000 personas le dieron anoche al botón de su sillón imaginario para quedarse con la voz de Bisbal. ¡Diseeeeeeee!

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