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El murciano juan de Dios fue el triunfador del festejo de promoción de ayer en Valladolid.
Juan de Dios, un novillero a seguir

Juan de Dios, un novillero a seguir

El murciano sobresalió del buen nivel medio de los aspirantes del festejo de promoción

paco aguado

Miércoles, 10 de septiembre 2014, 11:24

Apunten el nombre de Juan de Dios porque, si nada lo remedia, van a volver a leerlo y escucharlo pronto como una de las más serias promesas del toreo. El novillero murciano, que se prepara en Salamanca al amparo de su Escuela Taurina, fue no sólo el triunfador sino también la gran revelación del festejo de promoción celebrado ayer en el Paseo de Zorrilla.

Con buenas hechuras de torero, lo que no todos los aspirantes de ayer pueden decir, y sobre todo con un valor natural y una clara vocación de torear con temple, Juan de Dios hizo la mejor faena de este festejo de «seis para seis» . Tuvo delante, sí, al mejor eral de la suelta, un bonito animal de pelo burraco, pero al que sacó muletazos de gusto, de mucho empaque y, más allá de cualquier otra consideración, con mucha despaciosidad. Plantado con firmeza sobre la arena, siempre con los dos talones asentados y encajada la figura, Juan de Dios se pasó por la faja las nobles embestidas del novillo en una faena con algún altibajo técnico pero con el denominador común del temple y la seriedad. Así fue como marcó las diferencias y sobresalió del buen nivel medio que marcaron sus compañeros.

Porque, salvo el francés Kike, que dejó ver lagunas en su aprendizaje con un novillo endeble y al que toreó con pocas apreturas, todos los demás aspirantes «tocaron pelo» en Valladolid, aunque fueran orejas de distinto peso.

La que paseó el segoviano PabloAtienza vino a premiar su buen oficio para resolver con soltura y buen gusto el revoltoso comportamiento del primero.

La segunda oreja fue para Alejandro González, un novilero gaditano cuya recia figura no va en consonancia con su excelente concepto del toreo, puro y despacioso. Y menos aún la escasa presencia del novillete que sorteó, más propio de una becerrada que de un festejo de esta entidad.

Después de que Juan de Dios subiera más alto el listón de los trofeos, llegó el turno del esperado Alfonso Cadaval, hijo del mayor del dúo cómico Los Morancos y que, como tal, había despertado cierta expectación. Y lo cierto es que no la defraudó, en tanto que el sevillano se fajó con determinación con un novillo bastote y que embistió con poca entrega.

Y para valor, también el de Toñete, otro de padre famoso, pues es hijo y lleva el mismo nombre del empresario hotelero Antonio Catalán. Pero, muy lejos de parecer un «niño de papá», el madrileño se arrimó como un desharrapado con el eral más fuerte y manso de los seis, que se negó pronto a embestir. Toñete lo acosó para sacarle unos cuantos naturales soberbios, aun a costa de dos volteretones que no le mudaron «la color». También quiere ser torero.

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