Un fantasma y un diablo, en la casa de Zorrilla
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Un niño solitario, sensible e imaginativo que experimentaba visiones desde la más tierna infanciaLa casa de José Zorrilla en Valladolid (C/ Fray Luis de Granada, 2) se encuentra en uno de los lugares más bonitos y emblemáticos de la ciudad. Muy cerca de la Iglesia de San Pablo, el Museo de Escultura, el Palacio de Pimentel y el ... Palacio Real, la casa de Zorrilla en el siglo XIX se ubicaba en un lugar muy poco transitado. Hoy en día, en la calle Torrecilla se encuentra una de las comisarías de la Policía Nacional en Valladolid, lo que la convierte en una vía algo más transitada. Sin embargo, durante la vida del escritor, este rincón de Valladolid se trataba de un lugar bastante tranquilo.
José Zorrilla nació en esta casa el 21 de febrero de 1817. Un niño, imaginativo y solitario que no disfrutaba de más compañía que la de su mente. Sin hermanos, sietemesino, sonámbulo y epiléptico. El hecho de no poder relacionarse con más personas de su edad, ya que vivía con su padre, su madre, su tío y tres criadas, lo convertía en alguien tímido y un tanto peculiar. Tan solo tenía acceso a otros niños en la escuela parroquial. Esa atmósfera que le rodeaba es clave para comprender el carácter del pequeño José y cómo siendo un tierno infante vio al fantasma de su abuela tal y cómo él mismo narra en sus memorias.
Javier Calaveras, guía de la Casa de Zorrilla conoce bien esta historia y así la cuenta: «Siendo niño se mete en una habitación y se encuentra con su abuela. El niño sale corriendo gritando que ha venido la abuelita. Su madre y las criadas fueron a recibir a la señora pero allí no había nadie». Sin embargo, la reacción de su padre no fue tan benévola y castigó al niño por «mentiroso».
Aquel suceso no fue puntual. Pasados diez años, en plena adolescencia, el escritor se encontraba en la localidad palentina de Torquemada buscando unos documentos en la casa de su familia paterna. Allí halló un lienzo enrollado y cuando lo desplegó se encontró con el retrato de alguien que le resultaba familiar. El propio escritor describe a esa mujer como una señora de pelo empolvado y vestido de seda verde y cuello y puños de encaje blanco. «Padre, mire, un retrato de su madre, de doña Nicolasa», le comentó Zorrilla a su padre. Él le respondió: «¿Tú cómo sabes que es mi madre si ella falleció antes de que tú nacieses?» Entonces le recordó el episodio que tuvo lugar diez años atrás. Ante la afirmación el padre le responde «tu sueñas», como queriendo quitar importancia al asunto», cuenta Calaveras. Además, Zorrilla rememora esta anécdota en bastantes ocasiones diciendo que «ya de niño iba camino al manicomio».
Esta no fue la única visión que experimentó Zorrilla en la que fue su casa. Él mismo cuenta en sus memorias, tal como destaca Calaveras, que una de esas mañanas vallisoletanas envueltas en niebla el niño, que se asomaba por uno de los balcones escuchó los golpes de unos cascos contra el suelo. «La calle es tranquila, sin comisaría y sin casa museo, el niño se aupó y vio una silueta colosal, tan grande que con la cabeza llegaba a la altura de la ventana. Pudo ver que era el caballo de San Martín, de la iglesia que tenemos aquí (San Martín y San Benito el Viejo) y a lomos de él iba una estatua del demonio, ya desaparecida, que pertenecía a la misma iglesia porque el escritor cuenta que de niño iba a esa iglesia con su madre y se entretenía viendo las imágenes de los retablos».
Puede que esa soledad unida a su imaginación y a estas visiones hicieran mella en el joven Zorrilla que como «buen romántico» salpicaba su obra de fantasmas y demonios. De hecho, la primera obra publicada de Zorrilla, tal y como recuerda Javier Calaveras se llama 'La mujer negra o una antigua capilla de los templarios' en Torquemada. «Esta obra se adscribe al género gótico, es muy joven cuando la escribe, tiene 17 años, pero en ella se pueden encontrar presencia de las leyendas, que son muy interesantes porque aunque conocemos las de Béquer, las de Zorrilla tienen dos particularidades: la primera, están escritas en verso y las que tratan sobre lo sobrenatural disponen de un alto componente religioso, es decir, milagros. Pero si hablamos de lo fantasmagórico no se puede dejar de referir al Tenorio. La segunda parte se desarrolla en un cementerio en el que aparecen fantasmas bien como una estatua que cobra vida o bien en las sombras que hablan con el protagonista».
Cuando la casa museo se abrió al público aquella habitación pequeña y apartada -pertenecía a la abuela- no se encontraba incluida en la visita guiada pero, cuando se comenzó a comentar la presencia de un fantasma en diferentes medios de comuninación que recogían testimonios de empleados de la casa esa estancia volvió al circuito.
Una empleada de la limpieza, contó por ejemplo, que mientras realizaba su tarea a una mesita se le abrió un cajón cuando no estaba mirando. Otro trabajador de la seguridad afirmó que uno de los espejos de la casa se cayó y se rompió. Además, apuntan a movimiento de objetos, puertas que se abren o luces que se encienden y se apagan. Todos estos hechos se atribuyen al fantasma de la abuela del poeta, doña Nicolasa, aquella que vio el poeta, y ha dado lugar a un visita teatralizada todos los sábados a las 20.30 h.
Cualquiera que se acerque a visitar la Casa de Zorrilla en Valladolid podrá conocer un «estilo de vida» comenta Javier Calaveras. En concreto, la de la burguesía del siglo XIX. «No es un museo que tenga una piezas de primerísimo orden si no una vida cotidiana hecha museo. Una rereación muy fiel de ese siglo XIX», puntualiza. Se accede con visitas guiadas cada media hora y es gratuita.
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