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La espita que libera el caso Ignis, la pista que induce a iniciar la investigación, fue el juicio por extorsión a un extrabajador de El Salvador, Justo M., que amenazó con desvelar las presuntas prácticas irregulares que se realizaban en la empresa si ... no le pagaban un dinero que le ayudara a mejorar la escasa jubilación que le correspondía. Un extrabajador que guardaba, anotadas en libretas y en archivadores con fotos, actuaciones realizadas desde casi el primer día que entró en la empresa. Por eso la titular del Juzgado de Instrucción número 6 le espetó, el día que le tomó declaración, el pasado 2 de febrero, que por qué anotaba todas esas cosas. Se lo repitió varias veces. «No lo sé, para dar constancia de ello. He tenido siempre intención de llevarlo a la Fiscalía, pero no lo he llevado nunca. He tenido la boca cerrada del todo», llegó a decir.
Ese extrabajador, Justo M., finalmente condenado por extorsión, explicó el pasado día 2 que su jefe, Ignacio Morchón Alonso, le llegó a ayudar en los cambios de ataúdes. Fue cuando le preguntaron si seguía dirigiendo el negocio después de que se jubilara, en el año 2010. «Él al cementerio subía diariamente, hasta dos veces algunos días». ¿Intervenía en los cambios?, le preguntaba el fiscal. «Si hacía falta y estaba allí, pues para arriba».
«Allí en todo lo que hacemos es Ignacio el que ha mandado», aseveraba pocos minutos antes a preguntas de la Fiscalía. «¿Desde el principio usted llegó a tener contacto con Ignacio Morchón Alonso?», le inquirieron. «Sí, claro. Él subía allí... casi vive allí. Todos los días iba. Y algunos días dos o tres veces. Yo he cambiado con él», respondió Justo M. «¿Era algo muy puntual?», interrumpe el fiscal. «Depende, porque como él siempre andaba por allí, si llegaba en ese momento, pues entraba con el que estuviera y se agarraba enseguida, él nunca se apartaba». Incluso en otro momento del interrogatorio señala que ha cambiado féretros por orden del hijo del principal investigado, aunque no tantas. «Era el hijo del jefe, era otro jefe más. He cambiado cosas por él también. No voy a decir muchas pero alguna he cambiado por él, no sé cuántas».
En el interrogatorio a Ignacio Morchón Vaquero, hijo del dueño del grupo, uno de los abogados leyó parte de un informe sobre los archivadores encontrados respecto a los años 2015 y 2014. En 2015, cuando este extrabajador se jubiló, había anotado que en dos meses se habían contratado 58 incineraciones en el tanatorio de El Salvador y se habían realizado 3, por 62 en el horno del cementerio de Santovenia. «Si eso ha sido así déjeme mirarlo y puede ser que el horno se hubiera estropeado», explicó el encausado. El abogado pasó entonces a leer lo correspondiente al año 2014, donde se habrían contratado 321 incineraciones en el tanatorio y 12 en el cementerio de Santovenia y presuntamente todas ellas se realizaron en el cementerio. «Eso es imposible. Cualquier persona de las que están en el cementerio o en el tanatorio tiene acceso a las bases de datos. Él puede escribir lo que quiera», dijo.
A este respecto, Justo M. se mostró contundente. «No hay más que ir y mirar las lecturas de contadores que se han hecho de 2013 a 2015. Es más, en una ocasión creyeron que estaba averiado el contador porque no contaba. Claro, como no se encendía el horno no pasaba gas. Sin embargo, en el cementerio se ha seguido consumiendo el mismo gas que cuando estaba a pleno rendimiento». Y justificaba esto en que «no se atrevían a incinerar allí porque debajo de la chimenea hay chalés. Y yo vivo allí y un día veo una nube de humo negro, que no se puede controlar, durante cuatro ó cinco minutos...».
El cementerio de Nevasa, de propiedad mixta privada-municipal, explicó a El Norte semanas atrás cómo es el proceso de incineración. La chimenea, con dos cremaciones en marcha, no expelía humos visibles porque la salida de gases al exterior está controlada a través de un sistema de quemadores. Explicaron que si sale humo negro en alguna ocasión –y por poco tiempo– puede deberse a los barnices de los féretros, que por otro lado es lo primero en quemarse.
El testimonio de Justo M. implicó a otros trabajadores en los cambiazos de los ataúdes, muchos de ellos detenidos en la primera interevención y también interrogados, aunque varios de ellos se negaron a declarar. Sin embargo el exempleado aseguró que nadie había recibido ningún dinero extra por cometer esas irregularidades. «Ni yo ni ninguno, ya se lo garantizo yo. No ha recibido nadie jamás ni un duro».
Incluso, en una de las anotaciones, llega a escribir, según leyó uno de los letrados, «no se cambió la caja porque el personal está cabreado con el jefe por los atrasos».
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