Retrato al óleo de Francisco de Quevedo, a la izquierda, y Luis de Góngora.
El Hilo

La eterna enemistad de Quevedo y Góngora empezó en Valladolid en 1603

El primer intercambio de versos usados para atacarse proviene del Siglo de Oro español con un trasfondo similar a las actuales batallas de gallos de los raperos

Álvaro Bravo

Valladolid

Lunes, 30 de enero 2023, 00:01

Una de las mayores rivalidades literarias que se conocen en España es la que mantuvieron hace cinco siglos los escritores Francisco de Quevedo y Luis de Góngora. Célebres son los versos del primero con la exageración por el aspecto físico del segundo: «Érase un hombre ... a una nariz pegado / érase una nariz superlativa». A lo que Góngora responde burlándose de la cojera de Quevedo: «Que ya que vuestros pies son de elegía, / Que vuestras suavidades son de arrope». Versos con palabras llenas de ingenio que son historia de la literatura universal y nos recuerdan las canciones con las que se atacan entre sí músicos de rap y reguetón (una de las más celebres, la reciente de Shakira despachándose contra Piqué).

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Se abre el hilo para contar esta curiosa historia con Valladolid como escenario:

• La crítica coincide en afirmar que el primer encuentro de Quevedo y Góngora tuvo que producirse en Valladolid en el año 1603. Quevedo se traslada a la ciudad del Pisuerga el mismo año que lo hace la Corte, en 1601, mientras que Góngora no se mudará allí hasta dos años más tarde y no es posible que volviesen a encontrarse hasta el año 1623 en Madrid.

Patio barroco del Palacio Hospital de Santo Tomás. / CARLOS ESPESO

Varios autores consideran que el detonante de la rivalidad son los varios sonetos que el madrileño dedica a la ciudad castellana y al río Esgueva. Esta fijación se muestra muy especialmente en la conocidísima letrilla cuyo estribillo dice: «¿Qué lleva el señor Esgueva? / Yo os diré lo que lleva». Quevedo tilda al afluente del Pisuerga de sucio, pulgoso y maloliente en unos versos satíricos bajo el seudónimo de Miguel de Musa. Los ataques no pasan nunca de la pluma a la espada, a pesar de que Arturo Pérez Reverte retrata al escritor en 'El capitán Alatriste' como un diestro espadachín dispuesto a defender su honor en duelo. La contienda que empieza es una réplica y contrarréplica de poemas que publican ambos escritores a toda velocidad a lo largo de sus vidas.

Crecida del río Esgueva en Valladolid Rodrigo Jiménez

• Luis de Góngora sale en defensa de la ciudad castellana después de que muchos vallisoletanos se sintieran ofendidos frente a esas mordaces palabras y acusa a Quevedo de plagio de uno de sus poemas. Una pregunta que se hacen algunos eruditos en el Siglo de Oro español es por qué Góngora, entonces de 42 años, decide responder a un joven de 23 al que no conoce. Para el catedrático Ramón Castelltort está claro que Quevedo lanza sus dardos envenenados sobre un escritor consolidado para obtener notoriedad. En ese primer encontronazo parece claro que el joven aprendiz a escritor es quien más puede sacar ventaja de una respuesta, de que no sea ignorado. Así decide 'entrar a trapo'.

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• El cordobés tenía 20 años más que Quevedo por entonces y era un autor consolidado, así que le dedicó una ingeniosa paradoja con el apellido de su seudónimo: «Musa que sopla y no inspira» y «En lo sucio que has cantado». Góngora critica la falta de ingenio del madrileño en muchos de sus poemas y le acusa de tener un estilo tosco que no entiende su poesía más elaborada. Además del duelo personal que mantenían ambos poetas, se trataba de un enfrentamiento por tener rasgos literarios opuestos. Quevedo tiene un estilo directo y satírico y escribe obras clave de la picaresca como 'El Buscón'. Además, busca la inspiración en temas de actualidad de la época mientras que Góngora es el mayor exponente del culteranismo que sigue la tradición grecolatina y utiliza un verso más conceptual.

Vista áerea de la ciudad de Valladolid. RAMÓN GÓMEZ

• «En lo sucio que has cantado / y en lo largo de narices, / demás de que tu lo dices / que no eres limpio has mostrado», es otra de las sátiras que dedica Quevedo a Góngora como respuesta a que el autor de 'Soledades' tacha de traidor al segundo por un incidente en la embajada francesa en el que participa. Después, el madrileño Quevedo con furia acusa en otro soneto al andaluz de converso, de profesar la fe judía, algo que era considerado como un insulto en una sociedad con tendencia antisemita. Los ataques entre ambos escritores dejan de ser literarios para pasar al plano personal.

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Los tres músicos. Diego Velázquez

Góngora responde atacando la miopía de Quevedo, que utilizaba habitualmente anteojos -tal como aparece en el retrato de Velázquez-, para mostrar que esa ceguera le impide ser un buen escritor. «Con cuidado especial vuestros antojos / dicen que quieren traducir al griego / no habiéndolo mirado vuestros ojos». También le acusa de no tener ingenio ni soltura escribiendo y utiliza para ello el soneto: «Verdugo de los vocablos / que a puras vueltas de cuerda / consigues que digan algo».

Esquina de las calles Quevedo y Lope de Vega. Góngora vivió en la casa amarilla, frente al convento de las Trinitarias en Madrid. MIGUEL LORENCI

• La respuesta de Quevedo no se hace esperar. En este caso el primero acusa al segundo de ser un poeta aburrido difícil de entender: «Muy dificultoso eres, / no te entenderá un letrado / pues aborreciendo puercos, / lo puerco celebras tanto». También Quevedo llama sucio a Góngora, como había hecho en otras ocasiones. Para varios autores es difícil distinguir la contienda literaria de la personal, porque se combinan críticas al físico de cada uno, a su vida y a las cualidades mentales de ambos.

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Federico García Lorca, Luis Cernuda y Vicente Aleixandre, poetas españoles de la Generación del 27 que se unirían por el quinto aniversario de la muerte de Góngora.

• Se dice que cuando ambos coincidieron en el Barrio de las Letras, en Madrid, solían lanzarse versos envenenados por la calle y en tabernas que frecuentaban. Pero el golpe definitivo sucedió cuando Quevedo echó a Góngora de su propia vivienda. El poeta cordobés había acumulado cuantiosas deudas que le obligaron a vender su casa en la entonces calle Cantarranas. La propiedad cayó en manos de su archienemigo Quevedo quien, en el invierno de 1625, desahució a Góngora por no poder pagar el alquiler después de comprarla. El autor que reuniría cientos de años después a la Generación del 27, muere arruinado y enfermo en una pequeña pensión de alquiler de Madrid.

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