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Pero entonces, ¿qué hace un castillo así, en plena Costa del Sol?». Carlos Martín dice que esta es una de las preguntas habituales a las que tiene que responder a diario, cada vez que un turista curioso, que un visitante intrigado, se acerca por ... la fortaleza que su padre construyó, entre 1987 y 1994, en su finca de Benalmádena.
El castillo Colomares, se llama; una atracción turística que recibe al año 50.000 visitas y que rinde homenaje, por tierras malagueñas, a Cristóbal Colón. «¿Por qué esta construcción –con inspiraciones góticas, románicas y del mudéjar– se levanta entre los pueblos blancos, tan cerquita de la playa?», le suelen preguntar.
Y para responder a estas dudas, Carlos evoca la figura de su padre, Esteban Martín, un ginecólogo con raíces castellanas, que ejerció en el Chicago de los años 50 y que al volver a España emprendió la gran aventura de su vida: diseñar y construir un castillo que ensalzara el descubrimiento de América y recordara la arquitectura monumental de su tierra familiar. «Menuda historia, ¿verdad?», dice hoy su hijo, quien se encarga de mantener las instalaciones, los jardines y atender a los turistas.
Esteban Martín (falleció en 2001), nació en Granollers en 1926. «Fue por pura casualidad, porque era donde estaba destinado su padre, que era alférez de la Guardia Civil. Mi abuela marchó allí embarazada», recuerda Carlos. Toda la familia procedía de Muelas del Pan, en Zamora, donde regresaron a los poquitos años. Ya pasada la Guerra Civil, el joven Esteban se marchó a Valladolid. Estudió Medicina. Su nombre aparece en el listado que el 15 de junio de 1952 publicó El Norte de Castilla con todos aquellas personas que habían terminado ese año la carrera. Esteban ya era doctor. Ginecólogo. Licenciado por la Universidad de Valladolid, en la ciudad donde falleció Cristóbal Colón.
«Mi padre era un aventurero total. Me contó que con apenas diez dólares en el bolsillo se marchó a Estados Unidos para trabajar. Creo que la Universidad le ayudó con los papeles, porque allí tuvo que convalidar sus estudios mientras trabajaba en un hospital público de Illinois. Imagínate, vivir en el Chicago de los años 50 y 60, que tanto hemos visto en las películas, tener que hacer frente a los prejuicios y estereotipos por ser hispano y llegar de otro país».
Allí conoció a su primera mujer, se casó, tuvo cinco hijos, montó su propia clínica privada, pasó temporadas en Florida y Nueva York. Y volvía a España en verano para pasar las vacaciones por la costa andaluza. «Eran años buenos en la conversión del dólar y la peseta, y mi padre decidió invertir. Vio el potencial de la Costa del Sol y compró por aquí tierras, parcelas, fincas. Le salió bien». En 1971, adquirió el terreno sobre el que hoy se ubica el castillo Colomares. «Su intención era invertir, no tenía previsto asentarse aquí». Pero a finales de los 70 decidió que este era un buen lugar donde quedarse, ya jubilado y en compañía de su segunda mujer.
«Mi madre es austriaca y se conocieron en una cafetería, durante un congreso al que acudió mi padre. Mi madre es de 1943, estaba esos días en Nueva York porque su hermana, mi tía, era azafata de vuelo en Pan Am y en Lufthansa, así que tenía ventajas y descuentos para volar barato. Y había que aprovecharlo. Lo suyo fue un flechazo», rememora su hijo, quien ya nació en España.
En esa finca, La Carraca, establecieron el domicilio familiar. Y fue allí donde Esteban quiso llevar a cabo su gran proyecto. «Él sintió la llamada de Cristóbal Colón. Los años 80 parecían una década feliz, atrevida, con mucha flor, había un ambiente especial y el país miraba al futuro con esperanza. El año 1992 estaba a la vuelta de la esquina, con los Juegos Olímpicos, la Expo de Sevilla. Mi padre, que pasó tantos años en América, pensó que había que aprovechar el quinto centenario del descubrimiento y decidió construir este castillo como homenaje a aquello».
Porque –insiste Carlos– este es el motivo principal de la construcción. «Si pierdes la perspectiva histórica, si no comprendes bien lo que significa este castillo, pierde parte de sus virtudes El monumento se desglosa y crea una estética donde puede verse el perfil de las carabelas, por ejemplo».
Todo ello, con ladrillo a la vista, arcos ojivales y polilobulados, una estética mudéjar en varios puntos al servicio de un proyecto «artesanal». Fueron siete años de trabajo. «Gracias a sus conocimientos de arte, historia y arquitectura, pudo moldear esta obra a su antojo para narrar en piedra el descubrimiento de América», rememora su hijo.
El doctor Martín fue personalmente el director de una obra que levantó con la ayuda de dos amigos, especialistas canteros, llegados de Mijas y Alhaurín el Grande (Juan Blanco y Domingo Núñez). «Ello tres lo hicieron todo, como una pieza artesanal, sin muros prefabricados, con andamiaje tradicional, un trabajo clásico de cantería y la talla de las filigranas justo donde quedarían finalmente», indica Carlos, quien recuerda que su padre era un apasionado de este tipo de arquitectura tan habitual en la tierra de su familia.
El castillo de Arévalo fue inspiración. Pero lo completó con referencias iconográficas, por ejemplo, a los Reyes Católicos, Rodrigo de Triana o Juan de la Cosa.
Este rincón de Castilla en plena Costa del Sol «llama la atención de los turistas», por estar emplazado en un lugar tan extraño para este tipo de construcción: un castillo castellano junto a los apartamentos de playa. «El edificio es el propio monumento, la parte central de la visita, porque es como un libro en piedra que cuenta el descubrimiento», explica Carlos, pero a su alrededor se ha diseñado un recorrido con «facsímiles de documentos históricos procedentes del Archivo deSimancas y del de Indias, del Museo Naval de Madrid, de la Fundación Casa de Alba...», concluye.
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