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«Su Majestad quiso ver lo que parecía dificultoso, que era poder un hombre trabajar debajo del agua espacio de tiempo. Eché un hombre debajo del agua y al cabo de una hora le mandó salir Su Majestad, el cual dijo que podía estar bajo ... el agua todo el tiempo que pudiese sufrir la frialdad del ella y la hambre». Así relató Jerónimo de Ayanz (1553-1613), el inventor del traje de buceo que permitió realizar la primera inmersión prolongada de la historia, lo ocurrido en la mañana de aquel 2 de agosto de 1602 en las aguas del Pisuerga ante un Felipe III un tanto aburrido, en apariencia, que acabó ordenando salir al buzo y que no supo ver el revolucionario invento que tenía ante sí. Siglos después sería perfeccionado por ingleses y franceses.
Aquella gesta, ya recordada en distintas ocasiones, quiere ser ahora inmortalizada por Los Amigos del Pisuerga, que trabajan con el artista Juan Villa –en su taller de Cubillas de Santa Marta–, en la creación de una escultura de aquel primigenio buzo del siglo XVII. Su idea pasaría por colocarla en torno al puente de Isabel la Católica, el mismo emplazamiento en el que ya recrearon la hazaña en dos ocasiones en 2016 y 2018 de la mano del buzo Javier Marqués.
Un rudimentario, pero eficaz, traje de cuero forrado con lana vuelta y un sistema de respiración autónomo unido a un fuelle en el exterior sirvieron a Jerónimo de Ayanz para crear el primer traje de buzo de la historia y que un hombre protagonizara el 2 de agosto de 1602 la primera inmersión prolongada en las aguas del Pisuerga. Pero Felipe III no le dio demasiada importancia y el ingenio cayó en el olvido. «Quisiera hacer esta prueba por otros caminos que causaran más admiración», lamentó el inventor en un documento que se conserva en el Archivo de Simancas.
«Es una gesta aún no demasiado conocida, pero creemos que merece ser destacada por su indudable importante y por eso vamos a intentar conseguir la financiación para crear una escultura del primer buzo de la historia porque creemos que situaría a Valladolid en el mapa y daría aún más realce a aquella hazaña», explica el presidente de Los Amigos del Pisuerga, Luis Ángel Largo, quien apunta que ya han trabajado con el popular escultor, creador, entre otras, de las figuras del programa Cuarto Milenio, para el que ya realizó hace tres años un modelo de aquel buzo.
Ahora trabaja en un boceto para crear una maqueta que sirva de base para la futura escultura. Para ello cuenta, incluso, con la supervisión del historiador e ingeniero de la Universidad de Valladolid Nicolás García Tapia, el mayor estudioso de la figura del inventor navarro Jerónimo de Ayanz y autor de un estudio sobre sus patentes, muchas de ellas creadas durante su estancia en Valladolid como inventor de la Corte. «Le hemos mostrado la figura que ya creó Juan Villa y cree que puede ser fiel a la realidad, aunque aún está trabajando en el modelo definitivo», apunta Luis Ángel.
La idea de los impulsores de esta iniciativa, para la que aún están buscando la colaboración institucional y privada, pasa por realizar una escultura en bronce que, a su juicio, podría colocarse en un lateral del puente de Isabel la Católica, del lado de Tenerías, donde ya recrearon en dos ocasiones la inmersión. El presupuesto inicial de la obra rondaría los 25.000 euros para esculpir la figura en bronce y un molde de resina idéntico. Este último podría exponerse a su vez «en un museo como el de la Ciencia».
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«Es un proyecto bonito e intentaremos mover lo que sea necesario para sacarlo adelante», anticipa su impulsor, quien apunta que «dada la relevancia histórica de la gesta» baraja, incluso, «cursar una invitación al rey Felipe VI para su inauguración si conseguimos hacerlo». Su presencia, añade, «daría todo el realce que se merece a esta hazaña un tanto olvidada por la historia que tuvo lugar en el Valladolid de la Corte (1601-1606) bajo el reinado de Felipe III. El monarca fue testigo privilegiado del éxito del ingenio de Jerónimo de Ayanz desde unos jardines situados en el entorno del desaparecido palacio de la Ribera (frente a la playa de Las Moreras), de cuya existencia solo sobrevive un murete testimonial.
Un mural, pintado bajo uno de los arcos del puente de Poniente, recuerda aquella gesta de 1602.
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