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«No todo lo que leemos es literatura«, escribe Andrea Toribio en 'Niños del futuro', un diario experimental donde la autora recuerda que también se leen folletos publicitarios o los prospectos de un medicamento. Las palabras no siempre alcanzan a explicar todo lo que sentimos, defiende Kafka. Y el criterio estético no es algo que siempre genere unanimidad, dice Ribeyro. Las recomendaciones literarias de esta semana se acercan a la escritura íntima, los diarios y cuadernos de tres escritores que, entre aforismos y reflexiones, indagan (también) sobre el papel social e intelectural de la literatura.
'Tú eres la tarea' Franz Kafka
Acantilado 256 páginas. 18 euros.
«Hay dos pecados capitales humanos de los que derivan todos los demás, la impaciencia y la dejadez» (33)
Durante años, Franz Kafka anotó sus pensamientos en dos cuadernos pequeños, de 16,5x10 centímetros, que aprovechaba hasta llenar de letras los márgenes, sin apenas dejar un sitio libre para el respiro en blanco. Escribía a lápiz, con una letra descuidada, llena de tachones, con numerosas correcciones. Tal vez, porque muchas de estas ideas le llegaban en el momento más inesperado y había que dejarlas por escrito. No podía correr el riesgo de que se escaparan por los sumideros del olvido. En numerosas ocasiones (y de ahí tantos borrones), esas ideas eran luego ampliadas, matizadas, negadas, contrarrestadas. De aquellos cuadernos, de unos papelitos numerados, salieron estos aforismos, ahora reunidos en una edición comentada por Reiner Stach, un ensayista alemán que pone en contexto y explica estas frases de Kafka. Sus aforismos, recuerda Stach, no siempre están encaminados a la sorpresa o el ingenio metafórico. En realidad, Kafka apostaba por la idea antes que por su disfraz estético. Y eso hace que muchos de sus aforismos se sitúen «al límite de la comprensibilidad, lo cual hace herméticos e inescrutables estos textos» (7). Esta frase de Stach, en la introducción de este volumen, no parece la mejor carta de presentación para adentrarse en su lectura. Pero sus comentarios ayudan sin duda a comprender mejor unas sentencias en las que Kafka habla sobre el poder extremo del mal, sobre la diferencia entre el mundo sensorial y el de las ideas o sobre las enormes dificultades que tiene la literatura para ofrecer respuestas certeras. «El arte vuela alrededor de la verdad, pero con la firme intención de no quemarse. Su capacidad consiste en encontrar un lugar en el oscuro vacío donde capturar en toda su identidad el rayo de luz que hasta entonces no era perceptible» (146).
Dichos de Luder. Julio Ramón Ribeyro.
La Caja Books. 126 páginas. 12,90 euros.
«He puesto tanto empeño en construir el pedestal que ya no me quedaron fuerzas para levantar la estatua» (114)
Dice Julio Ramon Ribeyro que hace años conoció en París a Luder, un curioso escritor con el que, en compañía de otros artistas, solía pasar las tardes de confidencias, risas y alcohol. Luder era un tipo divertido, ocurrente, a veces derrotista, orgulloso de su obra (aunque quisiera fingir que no), apasionado de Kafka, crítico con las moderneces estúpidas, que un día, sin avisar ni decir a dónde, se marchó. Cuentan que tal vez esté por Sudamérica, pero de él poco se volvió a saber. De hecho, ni siquiera sabemos si es un tipo real. Tal vez nunca existió. Lo que de él nos queda es un centenar de anécdotas y chascarrillos que sus amigos escribieron para recordarlo. La imagen y personalidad de este fantasma literario atraviesa las páginas de 'Dichos de Luder', una colección de aforismos con forma de recuerdos que muestran el irreverente ingenio de Luder. O tal vez (guiño guiño) de Ribeyro, si entendemos que Luder es un personaje inventado del que el autor peruano se sirve para hilvanar una obra llena de ocurrencias, con reflexiones divertidas que no se quedan en la mera superficie y que sacan los colores al mundillo literario y del arte, a las ínfulas de los creadores, a los tópicos. Son cien pequeños textos. Por ejemplo: «Toda compañía, por agradable que sea, implica una concesión. Solo pueden ser libres los solitarios» (página 87). «La gente duerme más tranquila arrullada por la música de una desgracia ajena» (52). «Los clásicos siguen plagiándonos desde la tumba» (64).
'Niños del futuro' Andrea Toribio
La navaja suiza 152 páginas. 17,50 euros.
«Pero, ¿qué tiene que ver la lectura con la literatura, si todo lo que leo no es necesariamente literario?» (103)
Cuando en el año 2016 comienza este diario, la narradora es una joven de 23 años que trabaja en una librería, prepara un doctorado, aspira a tener una casa propia y escribe porque durante el proceso de escritura se crea un mundo nuevo, a veces ajeno a aquello que parece reflejar. «La ficción activa la memoria o los procesos de memoria», dice en la página 21. Así que escribir desde el futuro es una forma de (re)crear el pasado, de inaugurar un lugar «que como tal no existe, como los sueños» (27), pero que tiene apariencia de real. Por eso, estos diarios no son el reflejo fiel, meramente descriptivo de lo que pasó. No es un excel del día anterior, sino un depósito de ideas cuajado de metáforas, de juegos de palabras, de asociaciones mentales que pueden ser crípticas o afortunadas. «Pasan cosas todo el rato» (38). De ahí que, en ocasiones, las referencias de lo que ocurrió entran en el diario de forma caudalosa, desordenada. También en la sintaxis. «Tenía que inventarme algo para recordar» (37). Y también la ficción forma parte de este juego. 'Niños del futuro' es un diario que se cuestiona a sí mismo, porque no deja de reflexionar sobre la capacidad de las palabras para expresar lo que pensamos y también lo que sentimos. «Las cosas según las pienso no podrán escribirse porque al hacerlo no serán las mismas» (61). Las palabras pueden servir para mostrar, pero también para esconder ideas (45). Así que lo recogido aquí no es solo lo que ocurrió en la vida de la autora del diario, sino también lo que pasó y se nos cuenta de forma tangencial, como ese progresivo enamoramiento, que se asoma con mayor claridad en las entradas finales del libro. Un diario experimental que descoloca al lector como artefacto para abordar el
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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