Secciones
Servicios
Destacamos
«En ningún momento he pensado en renunciar. Irme de Erasmus el próximo curso es una vivencia que llevo esperando todo el año y no me gustaría que se perdiera por el coronavirus», reconoce Diego Fernández, 20 años, estudiante de Administración y Dirección de Empresas (ADE), a punto de hacer las maletas para marcharse en septiembre a Cracovia (Polonia).
Él es uno de los 1.089 estudiantes de la Universidad de Valladolid que a finales del año pasado solicitaron una plaza para marcharse este nuevo curso a estudiar al extranjero. Es uno de los 836 cuyo expediente finalmente fue admitido. También uno de los 563 que quieren continuar con la aventura (el año pasado fueron 657, aunque ahora hay 109 condicionados a superar una prueba de idiomas o créditos). Por el camino, se han quedado «numerosas renuncias», como reconocen desde la Universidad. Hay 273 estudiantes que han preferido abandonar la aventura del Erasmus o posponerla para un momento en el que no sobrevuele la amenaza de la pandemia. La movilidad universitaria se ha visto gravemente tocada por la crisis del coronavirus. No solo por las cancelaciones, sino porque los jóvenes que viajen para estudiar a Italia, Francia, Irlanda o Portugal saben que su experiencia no será «completa».
Silvia López tiene 21 años, empieza ahora cuarto de Matemáticas y quiere seguir su formación en Dijon (Francia). «La Universidad allí nos han dicho que, en principio, las clases serán presenciales. Pero no nos lo pueden garantizar. Y tampoco me han asegurado nada sobre la residencia», indica Silvia quien, de momento, ya ha tenido que rehacer el primero de sus planes. «Tenía pensado marchar con mis padres a finales de agosto para que me echaran una mano a instalarme. Pero ahora nos lo estamos pensando. Tenemos el temor de que haya un brote y tengan que quedarse allí 14 días de cuarentena», cuenta Silvia. Entre sus ideas estaba también la de impartir clases de español para extranjeros una vez allí, para conseguir unos ingresos extra, «pero no sé si será viable».
«Lo que más rabia me da es que tengamos que renunciar a muchos de los atractivos que supone marcharse de Erasmus», dice Andrea del Hoyo, 21 años, estudiante de Comercio. Su destino es Augsburgo (Alemania). «Estudiar en el extranjero es una experiencia única para aprender idiomas, conocer a gente de muchos países, viajar. Amí me gustaría durante el curso visitar Praga, los Países Bajos, Holanda... pero con esta situación no sé si será posible. De momento, tenía pensado marcharme a finales de septiembre pero creo que lo adelantaré, por si cierran las fronteras».
El temor a los rebrotes planea sobre los planes. «Sé que hay gente que ha renunciado. En principio yo voy con Claudia, una compañera, y ella está más indecisa y ha preferido esperar. Yo lo tengo más claro. Hay incertidumbre, pero si no lo han cancelado, si desde la Universidad allí nos dicen que siguen adelante... Durante el confinamiento, en abril, cuando la cosa estaba peor, sí que pensaba que nos lo iban a suspender. Me decía: 'No te hagas ilusiones'. Pero ahora estoy más confiada. Además, en Alemania no llegaron a tener un confinamiento como tal. Sí que cerraron bares, comercios, pero no fue tan estricto como aquí».
«Yo tengo asumido que seguro que no podemos salir tanto de fiesta como nos hubiera gustado», dice Andrea Redondo, 19 años, estudiante de Fisioterapia en la Universidad Europea Miguel de Cervantes. Su destino será Foggia, en el sureste de Italia. «Mi hermano estuvo de Erasmus en Irlanda y yo tenía claro que quería vivir esta experiencia, aunque sé que en mi caso va a ser diferente». Allí les han comunicado las altas probabilidades de que las clases se impartan 'on line' y, a la hora de negociar el contrato con el casero de su piso, ha conseguido una cláusula de «cancelación gratuita» de su reserva, por si acaso finalmente se trunca su aventura italiana por culpa de la covid.
Foggia es también el destino de Maite Leonardo, 21 años, ADE. Ella, de momento, no ha comenzado la búsqueda de alojamiento. A principios de este año empezó a asistir a clases de italiano para preparar su estancia allí, «pero lo dejé por el confinamiento». En realidad, a principios del curso pasado ni siquiera tenía pensado marcharse de Erasmus. «Me convenció mi amiga Beatriz para que echara la solicitud. A mí me aceptaron y ella finalmente no lo ha conseguido. Pero, una vez que estoy aquí, no me gustaría perder esta experiencia, aunque la tenga que vivir de otra manera. Sé que será importante para ganar independencia, para mejorar el currículo, conocer gente nueva...». «Y también el idioma. En mi caso el inglés, porque el polaco lo veo complicado», añade Diego, quien siempre se ha mostrado «optimista», sin intención de cancelar. «Lo he hablado con mis padres y hemos decidido que es una oportunidad que no debería desperdiciar», concluye.
«Sabemos que va a ser un Erasmus diferente, pero tenemos que aprovecharlo al máximo, todo lo que podamos. En mi caso, sobre todo las clases, porque allí hay mucha más carga práctica que aquí y eso es muy importante», cuenta María Estefan, 22 años, quien hará quinto de Medicina en la Universidad de Burdeos (Francia). «Hubo un momento, hace unos meses, en los que dudé que pudiera ir. Nos escribieron de la universidad de allí diciendo que a lo mejor las clases eran solo 'on line' y ahí sí que me planteé renunciar. No tenía mucho sentido pagar un piso o una residencia en Burdeos si luego iba a seguir las clases por ordenador. Pero, finalmente, parece que será presencial. Así que no te he tenido dudas en ir», indica María, quien viajará a Francia el 31 de agosto para asistir a la semana de acogida que le servirá para conocer las instalaciones y «refrescar el francés» antes de iniciar el curso.
Sí que ha decidido suspender su desplazamiento Fernando de Gregorio, 22 años, estudiante de Física. En su caso no era una beca Erasmus, sino que tenía pensado solicitar el próximo curso traslado a la Universidad de Sevilla dentro de las becas Séneca de movilidad dentro de España. «He renunciado porque no sabía cómo lo iban a organizar. Si ya en situaciones normales dicen que es un poco desastre, con toda esta situación lo tenía claro. Las resoluciones salieron en junio, pensé que era además un poco precipitado y decidí renunciar. Además, ya no creo que pueda vivir una experiencia así porque me queda poco para acabar la carrera», cuenta.
Desde la Universidad de Valladolid son conscientes de que la planificación para el próximo curso en movilidad de estudiantes será complicada y advierten de que «habrá más renuncias». No solo por parte de estudiantes vallisoletanos que se marchen al extranjero, sino también de alumnos de otros países que hubieran querido estudiar en España. En principio había 565 universitarios foráneos que habían iniciado los trámites para hacer el próximo curso en la UVA. De ellos, han renunciado expresamente 60 y «es previsible que, según evolucione la situación, se produzca un trasvase al segundo semestre de alumnos que tenían pensado venir ahora en septiembre», explican desde la institución académica.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.