![De izquierda a derecha: Isabel García, Marina Hijosa y Esther de la Calle.](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202203/14/media/cortadas/endometriosis-kROF-U1601280094618BXC-624x385@El%20Norte.jpg)
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«Un diagnóstico tardío es lo peor que nos puede pasar, yo llegué a desear morirme del dolor tan insoportable que sufría, pero no tenía fuerzas para hacerlo yo misma». Así recuerda Isabel García el estallido de la endometriosis en su vida Esta vallisoletana de 49 años y teleoperadora la comenzó a sufrir a raíz de cumplir los treinta. «Siempre he tenido unas reglas dolorosas pero empecé a preocuparme cuando el dolor se bajó a la pierna», cuenta. Ese dolor se instaló en su cuerpo para no abandonarla jamás y para obligarla a rebotar de un especialista a otro sin que diesen con el motivo de su dolencia.
Padece endometriosis, una enfermedad que afecta a una de cada diez mujeres en edad fértil, crónica y progresiva, donde el tejido endometrial se presenta fuera de su zona habitual en una mujer sana (dentro del útero) y ocupa otras zonas, primordialmente del aparato reproductor. La media de tiempo para el diagnóstico son ocho años, según apuntan. Como ella, Esther de la Calle y Marina Hijosa también lo padecen y reconocen que su calidad de vida ha mermado desde que comenzaron los primeros síntomas. En el caso de Esther fue con la llegada de los treinta años, aunque siempre supo que algo no iba bien en su cuerpo por el intenso dolor que le provocaba la menstruación. Para Marina, es algo que la ha acompañado toda la vida, desde que empezó a menstruar, y que le ha llevado a la extirpación de un tumor de 25 centímetros, de la vesícula y del aparato reproductor en su totalidad.
Coincidiendo con el día mundial de la endometriosis, estas tres vallisoletanas solicitan la creación de una unidad multidisciplinar para que «nadie tenga que pasar por esto, por tanto dolor y sufrimiento, por querer morirse al no saber qué le ocurre a tu cuerpo».
Isabel obtuvo un diagnóstico «muy tardío» en una de las múltiples visitas a urgencias, cuando un médico sospechó que algo no iba del todo bien y la ingresó. Tras varias pruebas detectaron un quiste de diez centímetros en su aparato reproductor y tuvieron que operar. «Pensé que ahí acabarían mis dolores, pero no fue así y a los pocos meses tenía otros dos quistes que se fusionaron y tuvieron que operarme», recuerda. A su paso por quirófano solicitó la extirpación de un ovario porque pensó que así se acabaría todo, pero nada más lejos de la realidad. El dolor de pierna no desapareció y volvió a pasar por diferentes ginecólogos que no daban con un diagnóstico. «Defiendo la sanidad pública, pero tuve que irme a la privada para que diesen con lo que tenía», lamenta. Ahora, con una medicación especial reconoce haber empezado a vivir de nuevo. El dolor sigue ahí pero es soportable, aunque precisa que la pandemia, la covid y las vacunas han aumentado su intensidad. «Confío en que se investigue la endometriosis y que la calidad de vida de las que la padecemos mejore, porque así no se puede vivir», concluye.
Esther de la Calle, una joven vallisoletana de 35 años y trabajadora de Michelin, el diagnóstico tardó en llegar y fue ella misma la que a través de consultar en foros y páginas de Internet descubrió que padecía endometriosis. «Es algo que lastra tu vida, porque los dolores son insoportables y, por ejemplo, al tener relaciones sexuales no se disfruta, se sufre», cuenta. Ahora, tras pasar por varios especialistas reconoce que la medicación le permite tener días mejores y recomienda a las chicas jóvenes que acudan al ginecólogo y no dejen pasar las revisiones periódicas.
Sus charlas con Marina Hijosa le permitieron saber que lo que le estaba ocurriendo no era normal. «Gracias a ella supe lo que me pasaba y es muy importante apoyarnos entre nosotras», explica. Y esto es lo que hace Marina. Su papel entre las enfermas de endometriosis de valladolid es fundamental porque es la representante de la Asociación de Afectadas por la Endometriosis en Valladolid y aconseja y acompaña a otras mujeres que padecen esta dolencia. En su caso, la endometriosis la acompaña desde que menstrúa, pero el diagnóstico llegó 23 años después de empezar con dolores cuando no alcanzaba la veintena. Las múltiples operaciones a las que se ha sometido han hecho mella en su calidad de vida y por eso quiere dar voz a esta enfermedad. «La detección precoz es necesaria porque se tarda de media ocho años en diagnosticar y hace que la enfermedad avance imparable, porque no hay cura ni tratamiento eficaz».
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