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El amor es espontáneo y maravilloso y surge en los momentos y lugares más inesperados. Y si no… que se lo digan a Víctor Javier Fernández Merino y a Mercedes 'Menchu' Álvarez Bargueño, una pareja cuya historia de amor y superación comenzó en el peor ... momento de sus vidas. Ambos sufrieron un ictus en diciembre, se conocieron y enamoraron en el Hospital Casaverde, en Valladolid, un lugar que cambiaría sus vidas para siempre.
Todo comenzó un día de diciembre. Víctor, de 59 años no recuerda la fecha exacta y tampoco quiere recordarla. Este empleado municipal del Ayuntamiento de Palencia y programador de radio, se encontraba con un amigo viendo belenes en aquella ciudad. Estando en una capilla, empezó a sentir que algo no iba bien. Notaba que la boca se le torcía al hablar. Estaba sufriendo un ictus. La rápida actuación de los que estaban a su alrededor fue fundamental para su posterior recuperación. «Fue todo muy rápido. Llegó la Policía Local, la ambulancia… y a partir de ahí, no tengo ningún recuerdo. Me desperté en el Hospital Río Hortega de Valladolid y cuando me dieron el alta, ingresé en el Hospital Casaverde para continuar mi recuperación», cuenta este palentino. A este centro de neurorehabilitación llegó desorientado, abrumado y con miedo. Se preguntaba qué iba a pasar con su vida a partir de entonces. En esas estaba cuando un día vio llegar a una nueva paciente. Era Menchu. Se encontraba en una situación similar a la suya, pero su sonrisa, su energía y su optimismo, le cautivaron. «La vi llegar y me impactó. Ella es pura dinamita y yo, en cambio, soy supertranquilo», comenta él.
Menchu tiene 57 años, es madrileña y desde hace 40 años vive en Soria, donde trabaja en la ONCE. El 21 de diciembre sufrió un ictus mientras dormía. Tampoco recuerda más. «Me contaron que estuve dos semanas en la UCI en Burgos y otro mes ingresada en Soria hasta que me trasladaron a Casaverde hace tres meses para mi rehabilitación», cuenta.
En ese ambiente de incertidumbre y lucha, Víctor y Menchu comenzaron su camino de recuperación. Ambos se encontraron en una situación parecida y poco a poco, empezaron a apoyarse mutuamente, a encontrar en el otro la fuerza que necesitaban para seguir adelante. Cada mañana se veían en la máquina del café y allí mantenían su primera charla del día. Intercambiaban confidencias, risas y se contaban sus avances. Y así, entre terapia y terapia, surgió el amor. Los esfuerzos compartidos y las pequeñas victorias diarias contribuyeron a unirles de una manera especial. «Al principio era una simple amistad. Hablábamos de temas sin importancia pero luego pasamos a las miraditas. En el comedor, yo la buscaba a ella y ella me buscaba a mí», dice él.
Todas las noches se daban un beso en la mejilla para desearse un buen descanso. Hasta que Menchu se lanzó y le dio un beso «de los de verdad». «Pensé que ya bastaba de darnos besos de amigos así que le di un beso en la boca y ahí empezó todo. Estábamos en la puerta del comedor y el pobre casi se me muere allí mismo», dice ella entre risas. «¡Si! Me plantó un beso impresionante. Y yo me quedé paralizado pensando: '¡Madre de Dios la que se ha preparado! A mí me daba miedo que me hicieran daño porque nunca he tenido suerte en el amor», completa él.
Menchu y Víctor se han convertido en la motivación del otro. Se han ayudado a enfrentar cada día con más ganas y energía, sabiendo que al final de cada sesión de terapia, les espera la compañía del otro. Ahora, cada pequeño logro es una celebración compartida, cada paso adelante es una victoria conjunta. «Menchu es una mujer que me quiere y me trata muy bien. Siempre tiene detalles conmigo y a una mujer así, que me hace tan feliz, no la puedo dejar escapar. ¡Con la de años que he tardado en encontrarla!», prosigue este enamorado.
El martes 21 ella recibió el alta y regresó con sus hijos a su casa en Soria. Esos días se podía ver a Víctor sólo ante su máquina del café y en el banco que ambos compartían en el Hospital Casaverde. La echaba de menos. «Me encontraba como alma en pena sin ella», reconoce. Este viernes Víctor también recibió el alta y en lugar de irse a su casa de Palencia, se fue hasta Soria. Necesitaba estar con Menchu. Han empezado a vivir juntos y están locos de ilusión por ello. «Ya te he hecho hueco en la cama. Estoy deseando verte y de darte un beso más grande que el que te di la primera vez», le dice muy pícara ella a través de videoconferencia durante la entrevista. «Mis hijos ya le conocen y les parece muy bien. Vamos a probar y seguro que nos va fenomenal. Yo soy divorciada y enamorarme no entraba en mis planes, pero fue conocerle a él… y todo cambió. Es una persona sencilla y humilde y me encanta su mirada. ¡Es guapo, guapo y guapo!», le piropea. «A mí de Menchu me gusta todo. Hasta los andares. Es increíble que en el peor momento de mi vida y en el sitio más inesperado me encuentre con una mujer así que me hace tan feliz. Esto nunca me había pasado en la calle y va, y me pasa en Casaverde, una clínica de rehabilitación», comenta él.
La historia de amor de Víctor y Menchu es una lección de vida. Ellos son la prueba de que incluso en los momentos más difíciles, hay esperanza. Gracias a que se han encontrado, han vuelto a creer en el amor y, lo más importante, en sí mismos. «A pesar de que estamos los dos averiados, nuestra historia en muy bonita y nos ayudamos mucho el uno al otro», dice Menchu. «Estábamos predestinados a encontrarnos. En una situación normal, nunca nos habríamos conocido. Yo en Palencia y ella en Soria… las posibilidades de conocernos eran nulas. Hemos tenido que pasar los dos un ictus para enamorarnos», completa Víctor.
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