Félix Carlos Mediavilla, un empresario «fuera de serie» que encontró la muerte en su taller

A Félix Carlos Mediavilla Caviedes (Olmedo, 65 años) le gustaba ir a la oficina. Le apasionaba su trabajo como gerente en Talleres Mediavilla, en el polígono de San Cristóbal de Valladolid. No le pesaban los más de cuarenta años trabajados en esta empresa familiar especializada en el estriado de cilindros para la molinería. No se imaginaba una vida alejado de su «gran pasión».

Le costaba visualizar cómo sería su rutina sin recorrer cada día los once kilómetros que separaban 'su' Boecillo -donde residía desde hace décadas junto a Mari Ángeles, su mujer- de la calle Plata de la capital vallisoletana, donde se ubica el taller. Prueba de ello es que hace cuatro meses tuvo la posibilidad de jubilarse, de pasar a una segunda línea, pero no quiso. «Se tenía que haber retirado, pero como se encontraba bien físicamente, dijo que tenía que seguir echando una mano y no se jubilaba e iba a seguir al frente del negocio», dice su hijo Carlos.

Pero fue ahí, en la empresa por la que se desvivía, a la que acudía religiosamente cada día desde que era un adolescente, donde Félix Carlos Mediavilla Caviedes encontró su final. El pasado sábado, cuando estaba en la nave, quedó atrapado en una máquina y resultó herido de gravedad. Fue trasladado inmediatamente al Hospital Clínico de Valladolid, pero no pudo superar las graves lesiones ocasionadas y falleció al día siguiente, el domingo 12.

Deja este empresario un «vacío» irremplazable. Lo dice su hijo Carlos, que también es empleado en la empresa familiar, pero también se lo han demostrado las decenas de personas que estos días han acudido al Tanatorio San José de Valladolid a trasladarles su pésame por el fallecimiento. «Trabajar ha sido su pasión; solo veía por la empresa, los trabajadores, por salir adelante como fuera. Era un luchador, y así me lo ha demostrado toda la gente que ha venido al tanatorio; todo el mundo dice lo mismo: era una gran persona con unas ganas tremendas de vivir», relata.

Echaba horas en el trabajo, pero no dejaba nada desatendido. No había detalle que se le escapara, por mínimo que fuera. Siempre sacaba un hueco para disfrutar de la familia y los amigos. No quitaba ojo a su Real Valladolid, su otra gran afición. «Era una persona que llegaba de trabajar y decía: 'venga, vámonos de fin de semana'. Y enseguida preparaba un viaje para irse con mi madre, con mi hermana... Era un hombre que le encantaba vivir, estar rodeado de su familia... Siempre nos tenía a todos cerca y nos llevaba de vacaciones, a comer...», recuerda Carlos.

Le cuesta entrelazar frases. No romper a llorar. Pero dice que su padre merece «todo». Porque era un «crack», de esas personas que uno siempre quiere tener cerca. Irradiaba tanto brillo que iluminaba a todo aquel que se aproximaba a su camino, pero lejos de apagarle. Eso de la codicia no iba con él. Todo lo contrario. «Era generoso, cariñoso con sus empleados, muy trabajador. Empezó desde bien joven y siempre ha tenido mucha dedicación y esfuerzo», subraya Carlos, que se erige portavoz de una familia «rota, sin palabras», que pierde a un «fuera de serie para todo»: «como padre, como marido, como amigo y como jefe, siempre enseñándonos». «Muchas veces se enfadaba porque era muy perfeccionista, pero siempre mirando por nuestro bien y el de la empresa», añade.

Una empresa con más de cien años de experiencia en el sector -fue fundada en 1912 y en la actualidad, junto a Félix Carlos, estaba al frente su primo Rubén Mediavilla- que seguirá adelante «por él y por todo lo que nuestra familia ha luchado». Familiares y amigos le dieron un último adiós este martes por la mañana en la iglesia de San Cristóbal de Boecillo. Descanse en paz.

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