«Llega Roca Rey». Con esa frase se empapeló Valladolid para publicitar que uno de los grandes del toreo iba a estar en la única corrida de San Pedro Regalado. Pero lo importante en esto del toreo no es cómo uno llega, sino cómo se ... va. ¿Y cómo se fue Roca Rey? Pues por la puerta grande y acompañado por Emilio de Justo, quien, sin necesidad de empapelar la ciudad con su cara, se quedará grabado en la memoria de la afición vallisoletana después de cuajar un faenón al segundo de la tarde y cortar una oreja al quinto. Ayer llegó Roca Rey y bordó el toreo, pero un cacereño con quince años de alternativa también llegó y salió por el mismo sitio que él.
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Los toros: Los dos primeros llevaban el hierro de Domingo Hernández y los cuatro siguientes, el de Garcigrande. Bien presentados. Salió aplaudido en el arrastre el segundo.
Talavante: Pitos en el primero y silencio en el cuarto.
Emilio de Justo: Dos orejas en el segundo y una en el quinto.
Roca Rey: Dos orejas en el tercero y una en el sexto.
Incidencias: Casi lleno, con unas 9.000 entradas vendidas. Tres personas del público sufrieron golpes de calor y tuvieron que ser atendidas.
Arrancó Talavante la tarde ante un rival complicado, con una embestida poco franca. Cabeceaba mucho el de Domingo Hernández, aunque el diestro pacense le quiso meter en la muleta a base de naturales y lo logró en dos buenas tandas. Si hubiera matado a la primera, el público podría haberle pedido una oreja, pero lo que acabó sucediendo es que mató a la tercera y precisó usar el descabello hasta en cuatro ocasiones. «Pobre toro se va a morir de aburrimiento», decía un aficionado desde el 7 y no le faltó razón. Al final, el animal cayó solo mientras Talavante escuchaba los silbidos del tendido.
En su segundo, sacó dos buenas tandas de derechazos, pero enfrente tuvo un rival al que le costaba bajar la cara y con el que no pudo expresarse como le hubiese gustado. El toro escarbó y escarbó, impidiendo su correcta colocación para entrar a matar, pero Talavante tuvo paciencia y logró asestarle una estocada que no le hizo doblar. Talavante tuvo que coger otra vez el descabello y nuevamente no estuvo acertado, por lo que se tuvo que ir de vacío.
Desató Emilio de Justo una ovación cerrada con su bienvenida al segundo de la tarde. Un ramillete interminable de verónicas rematadas con una media fueron toda una declaración de intenciones por su parte, pero el toro no se quedó atrás y su empeño en varas auguraba lo que estaba por venir. El quite por chicuelinas rematado con una tafallera auguraba lío gordo y entonces llegó el momento de la verdad. Emilio agarró la muleta, brindó la muerte del toro a Roberto Domínguez y regaló al tendido una primera tanda de derechazos que tuvo como guinda un pase de pecho de quitar el hipo y, por si eso a alguien le podía parecer poco, llegó una segunda y una tercera réplica. Casi nada. El toro humillaba con franqueza y el torero comenzó a usar la mano izquierda. La receta estaba clara:había que bajar la mano y aprovechar un animal excelente. Y vaya si lo hizo Emilio de Justo, que remató un faenón con una buena estocada. Pese a la buena colocación de la espada el animal se negaba a caer, así que el matador cogió el descabello, pero no lo usó y, aunque sonó el primer aviso, cortó dos merecidas orejas.
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El quinto anduvo más falto de fuerzas que el segundo, pero tuvo un excelente pitón izquierdo que el cacereño aprovechó para centrar buena parte de la faena al natural. De Justo fue ambicioso y también sacó buenas tandas con la derecha para acabar la faena con una certera estocada que le hizo sumar una nueva oreja a las dos anteriores, pese a que volvió a escuchar de nuevo un aviso de la presidencia.
Roca Rey arrancó la faena al tercero con unos estatuarios que no acabaron en ovación cerrada porque el toro se paró. Aún así, el peruano se pasó por detrás al animal y después empezó a torear mucho más en corto con una tanda derechazos que ganaron belleza gracias a un arriesgado trincherazo. Había toro, un gran toro, pero necesitaba su tiempo. El de Garcigrande humillaba hasta hacer surcos en la arena con el morro por el pitón derecho, pero había que probar por el pitón izquierdo. ¡Y era aún mejor! El astado estaba tan embebido en la muleta que cuando el Rey decidió hacer un desplante y tirar el engaño a la arena, el animal giró el cuello hacia el trapo, sin atender, en absoluto, a que tenía al matador a un centímetro.
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Las dos orejas estaban aseguradas si mataba bien, pero el de Lima todavía tenía más que ofrecer y lo hizo por el camino del arrimón para, finalmente, entrar a matar con todo. Roca Rey fue a por todas y el animal le prendió. Muchos temieron que podía llevar una cornada, pero no fue así y el que se llevó la peor parte fue el toro, que recibió una estocada que le llevó al suelo para que el peruano recibiese dos orejas.
El último de la tarde tuvo el feo gesto de dirigirse a toriles en el inicio de la faena, pero Roca Rey le restó importancia y le llevó a los medios. Su derecha poderosa hizo entrar en razones al animal, que parecía no querer y al final quiso. Por el pitón izquierdo su embestida era compleja, pero por el derecho lo hacía bien y permitió el lucimiento del torero, que acabó la corrida con cuatro manoletinas y una estocada que le hizo ganarse una oreja más en una gran tarde. Roca será Rey, pero ayer llegó, vio y venció, al más puro estilo Julio César.
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