El edificio actual de la Estación del Norte, finalizado en 1895, en una fotografía tomada a principios del siglo XX. ARCHIVO MUNICIPAL

Un voraz incendio destroza los almacenes de la Estación

Las llamas causaron pérdidas materiales valoradas en casi un millón de reales de 1860, después de cuatro horas en las que fue necesario utilizar el agua de la cañería que surtía a la ciudad

Martes, 17 de noviembre 2020, 07:47

Se llamaba Blas Ordás el guarda de noche de la Estación del Norte que vio salir un humo extraño del almacén de Carpintería aquella madrugada del 16 al 17 de noviembre de 1860. Dio unos cuantos pasos, avanzó nervioso y comenzó a percibir un intenso ... olor a madera. Sus voces pidiendo auxilio alarmaron a los pocos obreros que permanecían en las instalaciones. Nada más entrar en el almacén de carpintería, comprobaron lo peor. Las llamas, en pleno acecho, ya no pararían. 

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Paradójicamente, aquella catástrofe que movilizó a buena parte la ciudad, de la que hoy se cumplen 160 años, apenas ocupó diez líneas en El Norte de Castilla. Eso sí, la información calificó el incendio de «horroroso» y avanzó que las pérdidas materiales serían «inmensas», puesto que «en uno de los referidos almacenes, titulado el economato, se depositaba todo lo principal tanto para el servicio de la estación como de la vía». En efecto, los destrozos del incendio fueron de tal envergadura, que las pérdidas totales rozaron las 240.000 pesetas de aquella época.

Todos los detalles del suceso los custodia el Archivo Histórico Provincial, concretamente el legajo 16564 de Protocolos. Gracias a él podemos tener acceso a las declaraciones del ingeniero jefe y representante de la Compañía Constructora de los Ferrocarriles del Norte, Carlos Fournier, pero también al testimonio de serenos, guardas de noche, obreros, bomberos, comisario de vigilancia y autoridades locales, incluido el alcalde. El incendio fue un mazazo porque solo cuatro años antes, Valladolid había festejado la concesión de la sección segunda (Valladolid-Burgos) de la línea Madrid-Irún, de la que se haría cargo la sociedad de origen francés Crédit Mobilier.

Para una más eficaz gestión y explotación de sus intereses ferroviarios, esta puso en marcha en 1858 la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España, familiarmente conocida como Norte. También centralizó en esta capital todos los servicios de la red, los Almacenes Generales y los Talleres Centrales de Reparación de Material rodante. Y fue en la noche del 16 al 17 de noviembre de 1860, concretamente a la una de la madrugada, cuando un «voraz incendio (...) consumió en pocas horas los dos almacenes unidos [Economato y Carpintería], que fueron los primeros que se construyeron en dicha Estación, colocados y situados en el extremo de la misma en la dirección del aire, entre oriente y norte, y no distante a la gran zanja que circuye y cierra toda la Estación», señalaba Fournier en su declaración.

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Todo comenzó en la caseta de madera donde los pintores guardaban sus útiles. Los guardas Blas Ordás y Pedro Blanco, acompañados de algunos obreros, no pudieron hacer otra cosa que salvar algunos muebles y papeles del Economato. Enseguida «la alarma corrió por la ciudad y se tocó a fuego en todas las parroquias de ella». Acudieron las máximas autoridades, encabezadas por el alcalde, Nemesio López, destacamentos de fuerzas armadas de la Guardia Civil y del Ejército, y numeroso público. Hasta las cinco de la madrugada no pudieron controlar el fuego.

Más agua

Como no fueron suficientes las bombas de agua de la ciudad, servidas por la Compañía de Bomberos conforme las directrices de los arquitectos Epifanio Martínez de Velasco y Antonio Iturralde, ni la que tenía la propia Estación, hubo que recurrir a la bomba de la fábrica de hilados del callejón de los Toros y a la cañería que surtía de agua a las fuentes públicas de la ciudad, pues pasaba por el centro de las instalaciones: por disposición del arquitecto municipal, «se abrió el arca más inmediata y se proveyó a las bombas de ella». Gracias a ello, y a las norias y pozos de las inmediaciones, pudo aislarse el fuego. Aun así, los obreros tuvieron que emplearse durante buena parte del día 17 para sofocarlo por completo.

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Como la sociedad tenía contratado un seguro contra incendios con la Compañía El Águila, de Paris, el ingeniero jefe tuvo que preparar un exhaustivo inventario de daños en el que se incluyó la declaración de testigos. Las pérdidas en los almacenes fueron valoradas en 643.164,06 reales, y las de la estructura del edificio, en 310.472,78. Las causas del incendio fueron fortuitas, según la investigación judicial. Con todo, la reconstrucción fue rápida y Crédit Mobilier no tardó en emprender las obras necesarias para explotar el pujante negocio ferroviario: ya en 1865, un año después de concluirse la línea Madrid-Irún, la estación funcionaba a pleno rendimiento con 82 empleados. El edificio actual, sin embargo, data de octubre de 1895.

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