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María Antonia Escribano de la Torre en febrero de 1937. FAMILIA DURÁN ESCRIBANO
Las vivencias de una enfermera en el Valladolid de la Guerra Civil

Las vivencias de una enfermera en el Valladolid de la Guerra Civil

La publicación del diario y varias cartas de María Antonia Escribano, hija del ex alcalde Mariano Escribano, recrean los años convulsos de 1936 a 1939

Enrique Berzal

Valladolid

Martes, 25 de marzo 2025, 06:55

El hallazgo tuvo lugar en el año 2001 y consistía en una agenda de tapas rojas perteneciente a una compañía tecnológica italiana, acompañada de más de 200 cartas. Se trataba del diario de María Antonia Escribano de la Torre (1916-1993), escrito entre 1936 y 1939 en su Valladolid natal, junto a una abultada correspondencia con Armando Durán, su futuro marido. Un testimonio inédito a través del cual pueden reconstruirse «aquellos años convulsos de la Guerra Civil española, no solo desde el punto de vista de su evolución personal como mujer, sino también desde el análisis de las situaciones más impactantes que le tocó vivir y que dejaron profunda huella en su personalidad», explica su hija, Pilar Durán Escribano, quien, junto a su hermana, Antonia, tuvieron la iniciativa de darlo a conocer. El resultado fue un libro de 302 páginas, publicado en 2022 por la editorial Y Griega, acompañado de numerosas fotografías y con un epílogo explicativo a cargo de Milagrosa Romero Samper, profesora de Historia Contemporánea de la Universidad CEU San Pablo.

María Antonia Escribano era la quinta de los ocho hijos del matrimonio formado por Mariano Escribano Álvarez, alcalde de Valladolid entre octubre de 1934 y mayo de 1935, y Felisa de la Torre. Estudió en el Colegio de las Dominicas Francesas y con apenas veinte años se ofreció de manera voluntaria como enfermera en el Hospital Militar para paliar el dolor de tantos heridos en la guerra. Era, por tanto, una joven de clase media que, lejos de obedecer al estereotipo de «ángel del hogar», mostró un carácter intrépido y comprometido, y en modo alguno supeditado al hombre. Su profunda religiosidad, y la propia tradición familiar, le condujeron a un rechazo progresivo de la República y a una comunión de principios con la sublevación del 18 de julio de 1936, pero sin perder nunca el sentido crítico; de ahí sus ataques a las insolidarias clases altas o su alejamiento de la Sección Femenina de Falange una vez finalizada la guerra.

La lectura del libro arroja pistas sobre las vivencias de una mujer como ella en el Valladolid de 1936-1939. Desde un curioso desfile de mujeres cantando el himno de Falange y dando vivas a España por las calles céntricas una vez tomada la ciudad por los sublevados, hasta los conmovedores testimonios de soldados moros ingresados en el Hospital, donde, por cierto, conoció a su futuro marido y se formó como enfermera. El respeto a la celebración del Ramadán, la trágica muerte de uno de los soldados, que María Antonia siente como si fuese de su familia, y la descripción de las costumbres del enterramiento entre las tropas moras se combinan con episodios más rocambolescos, como cuando le preguntaron cómo podían comprar a una mujer: «¡Pobre gente! Están retrasadísimos. Qué concepto tendrán de la mujer...», se preguntaba.

Arriba, quirófano del Hospital Militar en 1937. Abajo, familia Escribano de la Torre, con el ex alcalde sentado, el segundo por la derecha, y portada del libro. FAMILIA DURÁN ESCRIBANO
Imagen principal - Arriba, quirófano del Hospital Militar en 1937. Abajo, familia Escribano de la Torre, con el ex alcalde sentado, el segundo por la derecha, y portada del libro.
Imagen secundaria 1 - Arriba, quirófano del Hospital Militar en 1937. Abajo, familia Escribano de la Torre, con el ex alcalde sentado, el segundo por la derecha, y portada del libro.
Imagen secundaria 2 - Arriba, quirófano del Hospital Militar en 1937. Abajo, familia Escribano de la Torre, con el ex alcalde sentado, el segundo por la derecha, y portada del libro.

No faltan testimonios sobre la actuación de los italianos en el Hospital, las terribles consecuencias del bombardeo republicano de abril de 1938 («casi todos los heridos eran niños pequeñitos»), la reacción de cientos de vallisoletanos cuando se tomó el Alcázar de Toledo y, sobre todo, la efusividad con que se recibió el final de la guerra, «con alegría popular, con gritos, embriaguez y caras despavoridas». La honda religiosidad de la protagonista explica también su desencanto hacia una Falange que, al igual que percibía la jerarquía eclesiástica, preocupaba a veces por su paganismo, y que ella consideraba inservible una vez finalizada la contienda: «Una vez estallada la paz, ha terminado su misión, esas cosas que dicen de camino popular, baile regional y ampliación de cultura, no es labor de nadie, sino de las escuelas y de la Acción Católica».

Como explica la profesora Romero Samper, encargada, en el último capítulo, de explicar el contexto histórico y abordar asuntos como el papel de la mujer en la Guerra Civil, la profesión de enfermera, la vida intelectual y religiosa, la educación de la juventud y la construcción de la paz, el hallazgo de esta fuente arroja luz sobre la importancia de mujeres como María Antonia Escribano en la España de los años 30, y más aún en plena contienda: «El diario y las cartas nos transmiten con enorme frescura qué pensaban y sentían realmente ella y su entorno en aquellos momentos de angustia, de cansancio, de dolor, pero también de esperanza».

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