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Violento motín por prohibir las vaquillas

Violento motín por prohibir las vaquillas

El 16 de agosto de 1924, varios vecinos de Aldeamayor arremetieron a pedradas contra el alcalde y la Guardia Civil por suspender las capeas en las fiestas; once fueron detenidos

Martes, 20 de agosto 2019, 08:07

Cuando a principios del pasado siglo varios miembros de la Sociedad Castellana de Excursiones, algunos tan reputados en el mundo de la cultura como José Martí y Monsó, decidieron acercarse a Aldeamayor de San Martín para dar cuenta de lo más destacado de su patrimonio, dejaron testimonio de la placidez y amabilidad de aquellos paisanos. Como anécdota, reflejaron aquel momento en que pararon en la venta del pueblo para comer unos huevos fritos y, antes de darse cuenta, ya habían sido invitados por el alcalde y el secretario del Ayuntamiento.

Luego se detuvieron en la iglesia parroquial de San Martín de Tours, construida en varias fases desde el siglo XV, destacaron la veneración a Nuestra Señora del Rosario, la Virgen del Carmen, Nuestra Señora de la Esperanza y de la Soledad, resaltaron el retablo y la presencia, en el centro del mismo, de «la escultura de Nuestra Señora sentada, con Niño, de gran aprecio y buen arte», e hicieron otro tanto con la ermita dedicada a Nuestra Señora del Compasco, con «casa para el ermitaño»: «Indica la constitución de una cofradía de hermanos pastores, que le rinden culto desde remota época».

Sin embargo, la placidez de los vecinos de Aldeamayor de San Martín, cuyo número rebasaba entonces los 1.100, podía quebrarse fácilmente si osaban violentar la tradición más arraigada de sus fiestas patronales, celebradas en agosto en honor a San Roque: las corridas de vacas. Como señalaba El Norte de Castilla, estas venían desarrollándose «desde tiempo inmemorial», por eso aquel mes de agosto de 1924 todos esperaban al día 17, domingo, para disfrutarlas un año más. Fue entonces cuando sucedió lo inesperado.

Para incredulidad de los vecinos, el alcalde «se negó a dar las corridas de vacas» argumentando que la situación económica del Ayuntamiento lo hacía inviable. El disgusto vecinal no se hizo esperar. Primero le visitó una comisión para pedirle «que no se prescindiese de ese festejo, que creían indispensable», pero ni un solo argumento le hizo desistir de su decisión. El viernes, 15 de agosto de 1924, varios mozos del pueblo y gran parte de «los casados jóvenes» volvieron a insistirle en su despacho; y, de nuevo, sin suerte. Los ánimos se caldearon definitivamente al día siguiente, hace ahora 95 años, en plena fiesta de San Roque.

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Arriba, encierros en Aldeamayor en 2016; abajo, el pueblo a principios de siglo. R.OTAZO/F. J.DÍAZ

«Una vez entrada en la iglesia la procesión, se dirigieron en masa mozos y casados al Ayuntamiento donde insistieron, ya violentamente, en que habían de correrse las vacas». Incluso invadieron el salón de sesiones exigiendo la celebración de la capea. El alcalde, temiéndose lo peor («los ánimos estaban excitadísimos», señalaba el redactor de El Norte de Castilla), decidió llamar a la pareja de la Guardia Civil del puesto de Boecillo que había asistido a la procesión. También trató de dar cuenta de lo ocurrido al gobernador civil, pero los amotinados se lo impidieron. De repente, cuando los guardias trataban de disolver la manifestación, «empezaron a llover piedras. Un pedazo de ladrillo hirió en la cara al Guardia Civil Gabriel Herrero», quien, al sentir el golpe, hizo un disparo al aire, con la mala suerte de que la bala rebotó en una pared y de rechazo hirió a unos chicos del pueblo.

Aunque la manifestación se disolvió, el malestar no cesaba. Cuando la pareja de la Guardia Civil acudió a Tudela para dar parte a Valladolid de lo sucedido, enseguida se puso en marcha hacia Aldeamayor, a caballo, el teniente coronel de la primera comandancia, Aurelio Morazo, acompañado de varias parejas de Caballería y de Tudela; al mismo tiempo, el capitán de la Guardia Civil, Isidro Cáceres, avisado por aquel, hizo otro tanto con refuerzos de La Cistérniga, Boecillo y Arrabal de Portillo. En total, 21 guardias se presentaron en Aldeamayor al mando del teniente Luis Olivares, a quienes acompañaron una brigada sanitaria con servicio completo de ambulancia y el médico Ramón Valverde.

Detenidos

La estampa, inusitada en el pueblo, se tornó aún más imponente cuando la Benemérita comenzó con las detenciones. Once vecinos fueron conducidos aquel día a la cárcel de Valladolid, quedando a disposición del Juzgado. Eran Sergio García López, de 28 años, a quien se acusaba de haber agredido de una pedrada al guardia civil; Jerónimo Torres Martín, de 44, y Eugenio Sanz de la Cruz, de la misma edad, acusados de negar auxilio a la Benemérita; Fermín Prieto San Juan (25 años), Celestino González Sanz (50 años), Mariano Sanz Santos (40 años), Narciso Sanz San Juan (21 años), Félix González Méndez (23 años), Justo Sanz Santos (58 años), Juan Arribas Gómez (52 años) y Áureo López Centeno (27 años). Como juez instructor fue designado el teniente jefe de línea Luis Olivares.

El suceso trascendió las fronteras informativas locales y fue noticia en varios periódicos nacionales. En uno de ellos, el corresponsal aseguraba que «el pueblo no se ha serenado, con todo, y no será fácil sofocar antes de que pase el tiempo el ánimo levantisco del pueblo, que no se aviene a la supresión de la fiesta preferida». De hecho, el teniente coronel Morazo, antes de marchar hacia Valladolid, dejó montados en Aldeamayor dos servicios de vigilancia con varias parejas de la Benemérita y con el capitán Isidro Cáceres «para evitar que volviera a interrumpirse la tranquilidad».

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